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domingo, 21 de enero de 2018

IGNACIO LOMBO LÓPEZ (1935-2014). TENIENTE CORONEL DE LA GUARDIA CIVIL.

Obituario escrito por Jesús Núñez, publicado en "DIARIO DE CÁDIZ" el 17 de octubre de 2014, pág. 16.

Ayer jueves 16 de octubre, falleció en nuestra ciudad, a los 79 años de edad, quien fuera jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Cádiz durante 1991 y 1992, el teniente coronel, en situación de retirado, Ignacio Lombo López, tras luchar arduamente durante varios meses contra la enfermedad.

Natural de la población malagueña de Arriate, donde su padre estaba destinado como guardia civil, llegó destinado a Cádiz a finales de 1986 como consecuencia de su ascenso a comandante, permaneciendo durante dicho empleo como segundo jefe de la Comandancia hasta que cuatro años después fue promovido al superior de teniente coronel. 

La oportunidad de quedarse vacante en esas fechas el mando de la Comandancia gaditana, permitió que pudiera ser nombrado primer jefe de la misma, hasta que dos años más tarde pasó a la situación de reserva por edad.

Afincado desde entonces con su esposa Gloria en Cádiz, donde su hija llamada también Gloria estudió la carrera de medicina, actual médico de instituciones penitenciarias, y su hijo Ignacio preparó sus estudios superiores militares, hoy día comandante de la Benemérita, su presencia era muy querida en cuantos actos castrenses y particulares se celebraban.

En la memoria de todos los que le conocieron en el servicio activo, donde cosechó una brillante y dilatada carrera militar, quedó grabada su decisiva actuación al ordenar la trascendental participación de la Guardia Civil en las tareas de evacuación de centenares de pacientes ingresados en la residencia sanitaria Puerta del Mar, al sufrir un aparatoso incendio el 16 de abril de 1991.

Entre todas sus virtudes destacaron siempre su amor a su familia y a la Guardia Civil, que eran sus dos pasiones junto una tercera de la que se sentía tremendamente orgulloso. El Atlético de Madrid.

El pasado 14 de mayo cumplió con su último servicio: despedirse de la bandera de la Comandancia de la Guardia Civil de Cádiz en el acto conmemorativo del 170 aniversario de la Fundación del Cuerpo.

Poco después empezaría una larga correría por hospitales de Cádiz y Jerez de la Frontera, luchando contra la muerte hasta el último suspiro. Así era él. Descanse en paz.

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El 17 de enero de 2018 falleció en Cádiz su esposa, Gloria Mohedano Moreno, a los 81 años de edad. D.E.P.

sábado, 20 de enero de 2018

EL PRIMER JEFE DE LA COMANDANCIA DE CARABINEROS DE ALGECIRAS: TENIENTE CORONEL FRANCISCO BROTONS BÓ (1878-1881).

CXL Aniversario (1878-2018) creación Comandancia de Carabineros de Algeciras.

Artículo escrito por Jesús Núñez, publicado en "EUROPA SUR" el 14 de enero de 2018, pág. 10.

El original está ilustrado por una fotografía en blanco y negro.

Por real orden de 10 de enero de 1878 se creó la Comandancia de Carabineros de Algeciras, tras dividir la de Cádiz en dos al objeto de combatir más eficaz y eficientemente el contrabando procedente de la colonia británica de Gibraltar.

La idea principal era que fuera mandada desde Algeciras y no desde Cádiz, distante a ciento veinte kilómetros a recorrer a caballo, al objeto de dirigir, vigilar e impulsar el servicio con mayor inmediatez que desde la capital de la provincia, tal y como venía sucediendo hasta entonces.

El número de incidencias era tal en enfrentamientos de carabineros con contrabandistas que se hacía imprescindible la presencia diaria en el Campo de Gibraltar de quien estuviera al mando de la fuerza actuante. Dada la urgencia de creación de dicha vacante hubo que suprimir temporalmente la del mismo empleo en la Comandancia de Pontevedra.

Para ocuparla se nombró por real orden de 31 de enero, a su primer jefe, el teniente coronel Francisco Brotons Bó, procedente por ascenso de la Comandancia de Cádiz, que ya desde cinco días antes había llegado a Algeciras.

Se trataba de un militar con una brillante hoja de servicios con experiencia profesional en muchas de las vicisitudes del convulso siglo XIX. De valor acreditado sus notas de concepto en aplicación, capacidad, conducta, integridad y puntualidad en el servicio eran sobresalientes, al igual que su instrucción en táctica, ordenanzas, procedimientos militares y específicos de Carabineros, detall y contabilidad.

Había nacido en Peñíscola el 4 de septiembre de 1821, entonces provincia de Valencia y desde 1833, provincia de Castellón. El 1º de enero de 1836, con tan sólo 14 años de edad y en plena Primera Guerra Carlista, ingresó como soldado distinguido en el 2º Batallón Franco de Valencia.

Tuvo su bautismo de fuego el 3 de mayo siguiente al enfrentarse con una partida carlista en la sierra de Peñíscola, "cogiéndoles cuantas armas llevaba y seis caballos". Tres días más tarde participó en el sitio de Benicarló, el 16 de julio en la acción de Puebla y el 29 en la de Alcalá de Chivert, bajo las órdenes de su padre, que resultó muerto en dicho combate.

Tras cumplir 15 años ascendió a subteniente y en abril siguiente participó en los tres sitios al fuerte de Liria. En 1838, "se halló en la gloriosa acción de Chiva resistiendo los diferentes ataques que el día y noche hizo la facción de Forcadell (Domingo Forcadell Michavila) y otra a las órdenes del Comandante Gregorio Cerro, a la defensa de la plaza de Castellón en los días 7 y 8 de julio contra las ordas (sic) Carlistas mandadas por Don Carlos".

Como recompensa, por real orden de 4 de septiembre fue declarado "Benemérito de la Patria". En los meses siguientes tomó parte en las acciones de Marines, Jativa y Liria, permaneciendo de guarnición todo el año 1839 en el fuerte fortificado de Chiva y su castillo.

Finalizada la contienda pasó al Batallón Provincial de Valencia, donde "contribuyó al desenlace de las ocurrencias habidas" en esa ciudad los días 20 y 21 de noviembre de 1842, siendo ascendido a teniente. En junio siguiente "se adhirió al alzamiento Nacional" contra la regencia del general Baldomero Espartero y formó parte del ejército expedicionario mandado por el general Ramón María Narváez.

Participó en el sitio de Teruel y la acción de Torrejón de Ardoz, donde "por el mérito que contrajo fue agraciado con la Cruz de la Real y Militar orden de San Fernando de 1ª clase” (asimilable a la actual medalla militar individual).

Tras un breve periodo de guarnición en Madrid se trasladó a Alicante, de donde a finales de 1844 marchó al no sumarse a la sublevación del coronel de Caballería y comandante de Carabineros Pantaleón Boné, contra el gobierno liberal moderado de Luis González Bravo. Concurrió a la rendición de las plazas de Alicante y Cartagena, concediéndosele el grado de capitán por méritos de guerra, manteniendo el empleo de teniente.

En agosto de 1846 ingresó en el Cuerpo de Carabineros del Reino siendo destinado a la Comandancia de Huelva en donde permaneció hasta abril del año siguiente que pasó a la de Valencia.

A finales de octubre de 1848 formó parte de una de las columnas que atacaron y rindieron en Alicante a un grupo de revolucionarios que habían tomado el castillo de Guadalest, "haciendo 18 muertos y 18 prisioneros que fueron pasados por las armas".

Reincorporado a la Comandancia de Valencia, se adhirió en 1854 a la "Vicalvarada", fin de la "Década Moderada" y principio del "Bienio Progresista", siéndole concedido el grado de comandante de Infantería.

En diciembre siguiente pasó a la Comandancia de Málaga donde le sorprendieron en julio de 1856 los sucesos revolucionarios que pusieron fin al efímero Bienio. El 12 de noviembre contribuyó a sofocar una insurrección republicana en Málaga y aprehender un alijo "de mayor cuantía" en Ronda.

En julio de 1861 se incorporó con sus carabineros a una columna militar a la localidad granadina de Loja para sofocar otra insurrección republicana, siendo ascendido a 2º comandante de infantería.

Promovido en junio de 1863 a capitán continuó en Málaga como jefe del 1º Escuadrón de Caballería hasta fin de agosto de 1867 que fue destinado a mandar la 2ª compañía de Infantería de la Comandancia de Zamora.

Un año más tarde pasó a la Comandancia de Almería donde tras un par de meses regresó a Málaga, con el empleo de teniente coronel de Infantería, "en atención a los servicios especiales a causa del alzamiento nacional", refiriéndose a la Revolución de 1868, "La Gloriosa", que puso fin al reinado de Isabel II.

En junio siguiente prestó juramento a la nueva Constitución y en octubre formó parte de una columna militar que recorrió la provincia para sofocar otra insurrección republicana. A fin de enero de 1870 fue pasado a la situación de reemplazo y prestó en febrero del año siguiente juramento de fidelidad y obediencia al nuevo y efímero rey Amadeo I, concediéndosele el grado de coronel de Infantería.

En agosto de 1872 regresó al servicio activo para mandar el Batallón de Reserva Carmona nº 77, hasta que en febrero siguiente ascendió a coronel de Infantería como recompensa al sofocar la revuelta republicana acaecida el 28 y 29 de noviembre en Málaga.

Con la proclamación de la Primera República fue pasado nuevamente a reemplazo hasta agosto de 1874 en que se le concedió el mando de la media Brigada de Reserva Provincial de Málaga, si bien al ser disuelta se le nombró allí primero presidente de la Comisión de Guerra y seguidamente de la de Jaén, hasta que en marzo siguiente pasó otra vez a reemplazo.

En agosto de 1877 regresó a Carabineros y ascendió al mes siguiente a comandante de dicho Cuerpo, siendo destinado a la Comandancia de Cádiz, donde tras crearse cuatro meses después la de Algeciras y ser promovido al empleo de teniente coronel fue designado para su mando, en donde permaneció hasta el 4 de septiembre de 1881, que cumplió la edad de retiro forzoso.





domingo, 14 de enero de 2018

LA PRIMERA VÍCTIMA DE LOS SUCESOS DE CASAS VIEJAS: SARGENTO DE LA GUARDIA CIVIL MANUEL GARCÍA ÁLVAREZ

LXXXV Aniversario (1933-2018) Sucesos Casas Viejas.

Artículo escrito por Jesús Núñez, publicado el 14 de enero de 2018 en "DIARIO DE CÁDIZ" (pág. 26) y en "DIARIO DE JEREZ" (pág. 25).

El original está ilustrado por dos fotografías en blanco y negro.

Al frente de sus hombres, defendió el orden y la ley en enero de 1933, cuando la casa cuartel de la Guardia Civil fue atacada por los revolucionarios.

No hay un hecho de la Segunda República que haya hecho correr tantos ríos de tinta como los trágicos sucesos de Casas Viejas acaecidos el 11 y 12 de enero de 1933. Corrieron entonces, siguieron corriendo durante décadas, continúan corriendo en la actualidad, y tengan por seguro que seguirán corriendo.

Es una historia bárbara y funesta como ella sola, objeto de encontrados intereses, de la que es difícil que algún día termine por escribirse la última línea. Suele decirse que la verdad no tiene más que un camino pero también es cierto que en ocasiones los caminos son tortuosos y están llenos de piedras.

Hace 15 años publiqué en DIARIO DE CÁDIZ, coincidiendo con el LXX aniversario de los sucesos un artículo titulado “Las cuatro tragedias de Casas Viejas”. Mucho se ha investigado, esclarecido y escrito desde entonces. Ahora, que todos sabemos más, si volviera a escribirlo, aumentaría en tres el número de tragedias, pero hoy no toca hablar de ello.

Lo que sí sigo manteniendo es que la primera tragedia, que continúa siendo la menos reivindicada, fue la que sufrieron los guardias civiles del puesto de Casas Viejas y sus familias, cuando la casa cuartel fue atacada por quienes proclamaron el comunismo libertario, sublevándose en armas contra la legalidad vigente.

Y lo que también es cierto, es que la notoriedad de aquellos terribles hechos no se debió a la muerte de su comandante, el sargento Manuel García Álvarez, fallecido dos días después en el hospital militar de Cádiz, ni la del guardia civil Román García Chuecos, fenecido el 4 de febrero siguiente, como consecuencia de los disparos recibidos.

La trascendencia de los sucesos, que fueron enarbolados para derrocar el gobierno de Manuel Azaña Díaz y contribuyeron a provocar la abstención de los anarquistas en las elecciones generales del 19 de noviembre siguiente, no se debió en absoluto a la muerte de esos dos miembros de la Benemérita.

La muerte o el asesinato de guardias civiles, nunca ha derrocado gobiernos ni provocado elecciones generales. Y durante la Segunda República, donde por desgracia fue algo muy habitual, mucho menos.

Prueba concreta de ello es que en la orden firmada el 2 de junio de 1933 por el ministro de la Gobernación, Santiago Casares Quiroga, se concedieron diversas recompensas, no sólo a los cuatro guardias civiles víctimas de Casas Viejas, sino también a otros tres muertos y once heridos más sufridos por el Instituto en otros puntos de España entre el 8 y el 11 de enero.

Declarados hechos de guerra por decreto de 18 de enero, además de ascenderse póstumamente a brigada al sargento García Álvarez y a cabo al guardia García Chuecos, así como a dicho empleo a los guardias heridos Pedro Salvo Pérez y Manuel García Rodríguez, se concedieron las siguientes recompensas:

En la provincia de Valencia, ascenso a cabo el guardia José Rodríguez Linares, muerto en los sucesos de Rugara, y ascenso a los guardias heridos Santiago Berlanga Linuesa y Eulogio Herrero Prieto, por los hechos de Pedralba. En Málaga, cruz de plata del mérito militar, con distintivo rojo, al guardia herido Antonio Zurera Yago. En la localidad sevillana de La Rinconada, misma recompensa, al cabo José Manuel Sánchez Juan y al guardia Teófilo Díez Sancho, también heridos. En la ciudad de Barcelona, ascenso a brigada el sargento Cándido Durán Gómez, y a cabo, el guardia Francisco Durán Rodríguez, que fueron heridos; y a cabo el guardia Eugenio Martínez Bueno que resultó muerto. En la población barcelonesa de Sallent, ascenso a brigada los sargentos Francisco Aviño Adell y Arturo Colón Monfort, así como a cabo, los guardias Pablo Escudero López y Francisco García Sánchez, que fueron heridos, mientras que el guardia Enrique del Canto Lucas, que resultó muerto, fue igualmente promovido a cabo.

En esa orden ministerial se concedieron también condecoraciones, no sólo a otros guardias civiles distinguidos en esos hechos, que resultaron ilesos, sino con otros sucedidos esas mismas fechas, en Valencia y localidades de Ribarroja y Carlet, de dicha provincia; en el intento de asalto al cuartel del aeródromo de Cuatro Vientos en la provincia de Madrid; en la localidad sevillana de Cabezas de San Juan; y en la población barcelonesa de Tarrasa.

Por lo tanto, en aquellos tiempos de constantes y violentos intentos de subversión del orden público, la trascendencia de los sucesos de Casas Viejas no se debió al ataque contra una casa cuartel de la Benemérita sino por la brutal represión que siguió a continuación.

Sobre todo la ordenada in situ por el capitán Manuel Rojas Feingespán a sus guardias de Asalto, la élite policial creada por la República en el seno del Cuerpo de Seguridad, al cual deshonró. El resto de la historia es ya suficientemente conocida. Fue condenado por el asesinato, rebajado a homicidio, de una docena de campesinos desarmados, algunos incluso engrilletados.

Mientras que los revolucionarios se alzaron en armas contra el gobierno de la República y quien fue expresamente enviado para sofocar la rebelión, violó también la legalidad, fue un guardia civil, el sargento García Álvarez, quien al frente de sus hombres, defendió el orden y la ley.

Nacido el 26 de septiembre de 1887 en Alcalá de Guadaira (Sevilla), era hijo del sargento retirado Juan García García y estaba casado con Ramona González Milán, con quien tenía dos hijos, Mercedes y Juan Manuel, que con los años sería también guardia civil.

Inició su carrera militar el 1º de octubre de 1906 como soldado voluntario de la 6ª Batería de la Comandancia de Artillería de Cádiz y ascendió a cabo. Ingresó en la Guardia Civil el 1º de marzo de 1909. Prestó servicio como guardia 2º de infantería en la Comandancia de Huelva (puesto de la capital) y en la Comandancia de Cádiz (puestos de la capital, Puerto Real, San Fernando y Chipiona).

En diciembre de 1920 ascendió a cabo prestando servicio en los puestos de Chipiona y Vejer de la Frontera hasta que el 1º de junio de 1932 fue promovido a sargento, siendo destinado a la Comandancia de Málaga. El 20 de noviembre retornó a la Comandancia de Cádiz, causando alta el 1º de diciembre en el puesto de Casas Viejas. Apenas estuvo un mes a su mando.

El 5 de abril de 1933, el inspector general del Instituto, Cecilio Bedia de la Cavallería, ordenó la apertura de juicio contradictorio para determinar si el sargento y sus guardias eran acreedores a la cruz laureada de San Fernando, máxima condecoración militar al valor heroico. Dos años después fue archivado por un defecto de forma. Nadie volvió a acordarse de ello.

Hoy, gracias a sus descendientes, ponemos rostro a este guardia civil que cumplió con honor su deber ofrendando lo más valioso que tenía: su propia vida.