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viernes, 28 de febrero de 2014

ORÍGENES DE LA GUARDIA CIVIL EN MELILLA (1893-1915).

Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en la Sección "Historia" de la Revista profesional "GUARDIA CIVIL", núm. 691, correspondiente al mes de noviembre de 2001, págs. 83-88.
El original está ilustrado por cinco fotografías en blanco y negro, un dibujo a color y un mapa en blanco y negro.

El 1 de noviembre de 1893 una Sección de la Guardia Civil al mando del primer teniente José Martínez Ibáñez desembarcaba en el puerto de Melilla. Desde entonces la presencia del Instituto en esa ciudad ha sido permanente.


Introducción.

Las recientes conmemoraciones del 80º aniversario del "Desastre" de Annual (1921) y el 76º desembarco de Alhucemas (1925) han provocado que en diversos foros en los que se han dado cita historiadores e investigadores se haya recuperado al menos parte de la memoria histórica de la todavía desconocida presencia de la Guardia Civil en el norte de Africa y singularmente en Melilla.

Es por ello que en esta ocasión vamos a adentrarnos y recuperar la historia sobre los orígenes de la actual Comandancia de la Guardia Civil de Melilla, ubicada en un territorio geográficamente africano pero que desde 1497, hace ya más de 500 años, forma parte de España.

La Campaña de Melilla (1893-1894).

Hasta 1893 la presencia de la Guardia Civil en Melilla parece ser que sólo se había limitado a la puntual y muy circunstancial presencia de algunas parejas procedentes de la Comandancia de Málaga que prestando el servicio de escolta de presos, habían realizado tan ingrata labor hasta la entrega a las fuerzas del Ejército allí destacadas, de determinados penados que debían cumplir su condena en los presidios de la zona.

No obstante hay noticias, sin confirmación alguna, de que diez años antes, en 1883, llegó a Melilla un destacamento del Instituto para prestar en la guarnición el servicio de campaña o policía militar, si bien no se han localizado datos sobre sus efectivos, procedencia y tiempo de permanencia.

Fue en 1893 con ocasión de los graves sucesos en que se vio envuelta Melilla, que por aquel entonces no llegaba a los 5.000 habitantes, cuando la Guardia Civil inició su presencia de forma permanente. 

El hecho detonante de aquel conflicto estuvo motivado por la matanza, el 2 de octubre de aquel año, de un grupo de soldados españoles y de presidiarios que trabajaban en la construcción de un fuerte en las proximidades del cementerio musulmán y la mezquita de Sidi-Auariach.

La situación se fue agravando hasta que terminó por desencadenar el 27 de octubre en el ataque y asedio por parte de rifeños rebeldes al fuerte de Cabrerizas Altas, durante el cual el gobernador militar de Melilla, general de división Juan García Margallo, encontró la muerte junto a parte de sus defensores. 

Como respuesta a la grave situación creada se dispuso desde la Península el urgente envío de tropas expedicionarias que acudieran en auxilio de la plaza, gracias a las cuales empezó a restablecerse la tranquilidad tres días después.

El gobierno español, presidido por Antonio Cánovas del Castillo, decidió organizar inmediatamente un ejército de operaciones de 20.000 hombres cuyas primeras unidades empezaron a desembarcar en el puerto de Melilla el 30 de octubre. Como general en jefe del mismo se nombró al capitán general de Cataluña, Arsenio Martínez Campos.

Entre esta fuerza expedicionaria se encontraba una sección de infantería de la Comandancia de Madrid perteneciente al 1º Tercio de la Guardia Civil, que desembarcó el 1 de noviembre y que estaba formada por 1 sargento, 2 cabos, 1 trompeta y 21 guardias 2º, al mando del primer teniente José Martínez Ibáñez, al objeto de prestar el denominado servicio de campaña o de policía militar, previsto ya en el reglamento de 5 de enero de 1882, y muy similar al realizado durante la Guerra de Africa (1859-1860) en la zona de Tetuán.

Apenas dos semanas después, el 13 de noviembre, junto a unidades peninsulares del Ejército desembarcaba otro pequeño contingente de infantería del Instituto compuesto por 1 cabo y 9 guardias 2º. 

Sin embargo todos aquellos guardias civiles pronto empezaron a realizar también otra misión de gran importancia. Se trataba de la represión del nefasto y traidor contrabando de armas llevado a cabo por algunos comerciantes españoles que no dudaron en vender a los rifeños rebeldes armas y municiones en abundancia.

El día 6 de diciembre, fruto de las activas gestiones practicadas, se realizaron varias detenciones y se descubrió oculto en una casa del barrio melillense del Polígono un depósito clandestino de armamento compuesto por 3 pistolas, 231 fusiles Remington de 11 mm. de calibre, y 32.000 cartuchos para los mismos. Asimismo a uno de los detenidos se le ocuparon varios vales que acreditaban la venta anterior de otros 29.000 cartuchos más, a razón de 125 pesetas el millar.

El día 7 se realizó un nuevo registro en otra vivienda de ese barrio y escondidos en una alcantarilla de la misma se aprehendieron 56 kilogramos de pólvora. 

El día 9, con la ayuda de un contingente de caballería perteneciente a la Comandancia del Sur del 14º Tercio de la Guardia Civil (Madrid) desembarcado el día anterior, continuaron los registros interviniéndose ocultos en tres baúles escondidos en el jardín otros 53 fusiles Remington, lográndose detener diez días después a los responsables de dicha red de contrabando.

Dicha fuerza del Instituto llegada a Melilla el 8 de diciembre, para atender el servicio de policía de la plaza y la escolta personal de general Martínez Campos, estaba mandada por el capitán Eusebio García Rivera y compuesta por 2 primeros tenientes, Vicente Morales León y Juan González Calvo; 1 segundo teniente, Vicente Pla Descalz; 2 sargentos; 7 cabos y 55 guardias, obteniendo nuevos éxitos en la represión del contrabando de armas y municiones.

Como consecuencia de estas brillantes y eficaces acciones policiales del Instituto, el general de división Manuel Macias Casado, nuevo gobernador militar de la plaza tras la muerte del general Margallo, ordenó incoar el correspondiente sumario judicial al teniente coronel de Infantería Cipriano Alba Rodríguez así como publicar un bando en el que se disponía que todos los paisanos entregaran las armas que tuvieran en el plazo de 24 horas.

Dado que bien pronto se comprobó la necesidad de que la Guardia Civil prestara eficazmente el servicio de campaña en los diferentes cuarteles generales de las divisiones del ejército de operaciones, se decidió el envió a finales del mes de diciembre de nuevos refuerzos que poco después se vieron ampliados hasta el centenar de guardias civiles.

La fuerza de infantería del Instituto, encargada del servicio de policía, se mostró muy eficaz en la vigilancia de la zona del puerto y los barrios del Mantelete y del Polígono, el cual se estaba construyendo fuera del recinto amurallado de la plaza. La de caballería prestó también importantes servicios en la vigilancia del campo exterior, llegando incluso a capturar a varios presidarios que se habían evadido.

El ya citado primer teniente Martínez Ibáñez y los de igual empleo, Antonio Pérez Pomar y Francisco Rojas Herrero, que habían llegado a Melilla con más efectivos en los refuerzos citados anteriormente, fueron condecorados por los brillantes servicios allí prestados.

También mereció recompensa la acción protagonizada el 17 de diciembre de 1893 por el guardia civil de caballería Antonio Carro Barrios, quien se distinguió de forma extraordinaria al recuperar con gran riesgo de su vida una partida de madera para fortificación, que un temporal había hecho caer al agua desde un barco y que intentaba ser recogida por rifeños rebeldes.

Finalizado oficialmente el conflicto mediante la firma el 5 de marzo de 1894 del Tratado de Marrakéx, se dispuso dos semanas después el regreso del grueso de las fuerzas militares expedicionarias, salvo una parte que se quedó para reforzar la guarnición de la plaza. Al objeto de atender la seguridad ciudadana se dispuso casi simultáneamente que permaneciera en Melilla una sección mixta de la Guardia Civil, regresando los demás a sus unidades de procedencia.

La Sección de Melilla.

Así, por real decreto de 28 de marzo de 1894 se estableció que dicha sección, integrada por 1 primer teniente y 35 hombres de infantería y caballería procedentes de la Comandancia de Madrid, debía continuar allí hasta que se dispusiera del crédito necesario para organizarla con carácter permanente.

Sin embargo pocos días después, mediante una real orden del Ministerio de la Guerra de 2 de abril se dispuso que sus integrantes debían pertenecer a la Comandancia de Málaga, fijándose su plantilla en 1 segundo teniente (José Sanz Benavente), 1 sargento, 2 cabos y 22 guardias, motivo por el cual se procedió al correspondiente relevo y regresar a Madrid los pertenecientes "a esta Corte, haciendo uso del ferrocarril por cuenta del Estado".

Dadas la necesidad de contar con más efectivos de la Guardia Civil, ya que los presentes eran claramente insuficientes para atender las numerosas misiones encomendadas, se procedió por real decreto de 9 de agosto a ordenar que dicha sección fuera reforzada temporalmente con otra más.

Dos años más tarde y a propuesta del comandante general de la plaza, una real orden de 7 de marzo de 1896, confirmada por otra de 22 de septiembre, aprobó presupuestariamente por fin la presencia de una sección fija de la Guardia Civil en Melilla, compuesta por 1 segundo teniente, 1 sargento, 2 cabos, 2 guardias 1º y 20 guardias 2º, quedando adscrita a la Comandancia de Málaga y afecta al 16º Tercio cuya cabecera esta ubicada también en la capital malagueña.


Poco antes, el 18 de junio de 1895, la Junta de Arbitrios de Melilla, antecesor histórico del ayuntamiento, presidida por el general de brigada José Alcántara Pérez, decidió acordar la construcción de una Casa-Cuartel en el barrio del Mantelete, al objeto de que pudieran alojarse las fuerzas de la Guardia Civil destacadas en la plaza.

Dicho acuartelamiento, todavía en uso y sito en la actual calle Duque de Almodóvar, se ocupó el 13 de agosto de 1896, existiendo en su fachada una placa conmemorativa de tal efemérides. El coste de su construcción ascendió a la cantidad de 84.290 pesetas, conforme a la subasta realizada el 2 de octubre de 1895 y 6.640 pesetas más por reformas aprobadas el 3 de enero de 1896.

Por otro lado y viéndose el buen y eficaz resultado de la Guardia Civil en Melilla se decidió, con ocasión de una reorganización del Instituto que alcanzó por aquel entonces la cifra de 18.970 hombres en plantilla, la creación mediante real orden circular de la Sección de Estado Mayor y Campaña del Ministerio de la Guerra de 1 de julio de 1898, una sección fija similar en la plaza de Ceuta, si bien ésta pasó a depender de la Comandancia de Cádiz.

La Campaña del Rif (1909).

Hasta el año 1909 la plantilla de la Sección de Melilla permaneció inalterable y adscrita a la Comandancia de Málaga, aún a pesar de considerarse insuficiente para los numerosos servicios que allí prestaban y haber aumentado la población en 30.000 habitantes más. 

Sin embargo los graves problemas de orden público de la época obligaban a mantener el mayor número posible de efectivos de la Guardia Civil en la Península.

Sirva como ejemplo que España tuvo en 1905 cuatro presidentes de gobierno diferentes y se registraron más de 150 huelgas y numerosos atentados terroristas de corte anarquista, que fueron aumentando en los años siguientes.

De hecho el propio rey Alfonso XIII sufrió una sangriento atentado el mismo día de su boda, acontecida el 31 de mayo de 1906, en el que resultaron muertos varios miembros de su escolta y numerosos heridos entre el público que presenciaba el paso de la comitiva real.

Con motivo de aprobarse por real orden circular del Ministerio de la Guerra de 1 de febrero de 1909, el nuevo cuadro orgánico de la Guardia Civil, la Sección de Melilla aumentó su plantilla en otro oficial quedando fijada en 1 primer teniente, 1 segundo teniente, 1 sargento, 2 cabos, 1 corneta, 2 guardias 1º y 19 guardias 2º, es decir 27 hombres, teniendo adjudicados sólo 2 caballos para uso de los oficiales.

No obstante y a pesar de no aumentarse presupuestariamente su plantilla se decidió finalmente concentrar en los primeros meses del año un total de 26 hombres más procedentes de las comandancias peninsulares. 

De esta forma, a principios del verano de 1909, el Instituto contaba en Melilla con dos secciones compuestas por 2 oficiales y 51 clases y guardias, siendo el más caracterizado de todos ellos el primer teniente Gerardo Alemán Villalón.

Cuando ocurrieron los sucesos del 9 de julio de 1909, que dan lugar al inicio de la llamada Campaña del Rif, en los que un grupo de rifeños rebeldes atacaron a los obreros que trabajaban en la línea de ferrocarril de Beni-Bu-lfrur de la Compañía Española de Minas del Rif, dando muerte a cinco de ellos, la Guardia Civil de Melilla contaba sólo con los efectivos citados en el párrafo anterior.

Al conocerse la noticia del sangriento suceso el comandante general de Melilla, general de división José Marina Vega, ordenó responder inmediatamente a dicha agresión. Entre las unidades de la guarnición que salieron en persecución de los atacantes se encontraba una sección de la Guardia Civil al mando del primer teniente Gerardo Alemán Villalón.

A su regreso y que al igual que el resto de las fuerzas militares de la plaza, los componentes del Instituto contribuyeron a su defensa durante los primeros días, desarrollando seguidamente importantes misiones tendentes a asegurar el orden público y la represión del contrabando de armas y municiones.

A pesar de que inmediatamente empezaron a enviarse como refuerzo unidades expedicionarias del Ejército a Melilla, los graves problemas de orden público surgidos durante el embarque de tropas en el puerto de Barcelona a partir del 26 de julio y que dieron lugar a la denominada "Semana Trágica", que se saldó por un lado con 3 muertos y 27 heridos entre las fuerzas de seguridad y del Ejército que tuvieron que intervenir y por otro lado 75 muertos y 126 heridos civiles, no permitieron adscribir inicialmente unidades expedicionarias de la Guardia Civil.

Hubo que esperar hasta el 9 de octubre, con ocasión de enviarse a Melilla desde Madrid la 2ª Brigada de la 1ª División del Ejército, mandada por el general de Infantería Juan López Herrero, para que se incorporase un contingente de la Guardia Civil al mando de 1 capitán y compuesto por dos secciones, una de infantería y otra de caballería. La primera estaba integrada por un teniente y 42 hombres mientras que la segunda lo era por otro teniente y 30 hombres.

Posteriormente y para completar las necesidades de policía militar de las grandes unidades expedicionarias, se enviaron nuevos refuerzos de la Guardia Civil que llegaron alcanzar en el servicio de campaña un total de 5 oficiales, 95 clases y guardias así como 35 caballos.

Si bien en los diferentes archivos del Ejército y del propio Servicio de Estudios Históricos del Cuerpo existe escasa documentación sobre la labor diaria desempeñada por las fuerzas de la Guardia Civil en aquella campaña así como aún menor bibliografía, si hay al menos constancia de alguna actuación puntual que bien puede servir como ejemplo de cual fue su meritoria y abnegada labor.

Así ha quedado constancia de la muerte, el 23 de noviembre de 1909, víctima de una emboscada, del guardia 2º Francisco Martín González, procedente de la Comandancia del Sur (Madrid) y que pertenecía a la sección del teniente Antonio Escobedo Góngora, que había llegado a Melilla encuadrada en la División de Cazadores de Madrid, para prestar servicio de campaña.

Poco antes de amanecer dos cantineros iniciaron con su carro la marcha desde el poblado de Tahuima en dirección al de Zeluán siendo acompañados por el mencionado guardia civil que iba a incorporarse al Puesto que tenía el Instituto en dicha población.

Sin embargo a medio camino fueron atacados por un grupo de rifeños rebeldes que abrieron fuego desde su apostadero situado detrás de unas piedras. Los dos cantineros al oír la primera descarga cortaron los atalajes de sus mulas y salieron huyendo montados en ellas dejando abandonado a su suerte al guardia civil que iba montado en el carro.

El guardia Martín, parapetado tras el carro, repelió durante una hora el ataque disparando con su fusil hasta que agotó sus municiones, siendo entonces mortalmente alcanzado por el fuego enemigo. 

Antes de morir pudo inutilizar el cerrojo de su máuser contra el eje del carro. Una vez que sus agresores vieron que estaba muerto se acercaron y se llevaron como botín su uniforme y el arma inutilizada. 

Su cadáver, recuperado por las fuerzas militares avisadas por los dos cantineros, fue enterrado con los correspondientes honores en la Alcazaba de Zeluán.

Tan sólo cuatro días después, el 27 de noviembre 1909, finalizaba la Campaña del Rif con la victoria de las fuerzas españolas y la sumisión de las cábilas que se habían rebelado, volviendo a reinar en la región un nuevo pero desgraciadamente no duradero periodo de paz.

La Campaña del Kert (1911-1912).

A pesar de que la corta Campaña del Rif de 1909 no implicó en momento alguno aumento de la plantilla presupuestaria de la Sección de infantería de la Guardia Civil ubicada en Melilla, tampoco significó que el comandante general de la plaza estuviera de acuerdo con ello, solicitando reiteradamente mayor número de guardias civiles.

Hasta la publicación de la real orden de 21 de febrero de 1911, no se produjo aumento de la plantilla fijada para la citada sección, si bien es cierto que desde la finalización de la Campaña de 1909 y para reforzar la vigilancia del campo exterior de Melilla, continuó otra sección integrada por fuerza de caballería del Instituto, que era concentrada de otras comandancias y que periódicamente se iban relevando, existiendo al mando de ambas un capitán.

De hecho la disposición mencionada terminó de reconocer tal situación haciéndola estable presupuestariamente en su mayor parte con el refuerzo concedido a esa sección de 1 primer teniente, 1 cabo y 19 guardias 2º más de infantería así como de otra sección de caballería cuya plantilla se fijó en 1 sargento, 3 cabos, 1 trompeta y 20 guardias 2º. 

No obstante se siguió concentrando fuerza procedente de la Península para prestar el servicio de campaña en los campamentos del Ejército.

Si bien la documentación obrante sobre aquella época es escasa y confusa, prueba de la existencia sobre el terreno de tan reforzada Sección Mixta, mandada curiosamente por un capitán, es la real orden circular de 9 de enero de 1912 publicada en el Semanario Oficial de la Guardia Civil mediante la que se destinaba a la Comandancia de Alicante al capitán Fulgencio Gómez Carrión, procedente de las "Secciones de Melilla" de la Comandancia de Málaga y el destino a las mismas del capitán Gerardo Alemán Villalón y del primer teniente José García Agulla.

La presencia de la Guardia Civil en la zona de Melilla, al igual que ocurría en la de Ceuta, se había mostrado extremadamente eficaz tanto en el mantenimiento del orden y seguridad pública como en la represión del contrabando de armas y cualquier otra actividad ilegal, no dejando por ello de ejercer su benemérita labor tal y como lo acreditan las siguientes felicitaciones en 1911del Director General del Cuerpo.

Se trataba de la humanitaria labor llevada a cabo por los guardias 2º Miguel García Gómez, de la Comandancia del Sur (Madrid) y Valeriano Silva Franco, de la Comandancia de Jaén, que estaban concentrados en el campamento de Beni-Chicar prestando servicio de campaña y que con gran riesgo de sus vidas salvaron de morir ahogados a dos soldados enfermos que habían caído al Río de Oro.

Por otra parte en la misma Melilla el todavía primer teniente Gerardo Alemán Villalón y los guardias civiles José Sánchez Callejón y Miguel Medina Pérez, fueron felicitados por la detención del autor de un robo de 25.000 pesetas que había sufrido el paisano Enrique Castillo en su domicilio y recuperar íntegramente el botín.

Asimismo el 7 de mayo de 1911 el rey Alfonso XIII, viajó hasta Melilla e inició una concurrida visita oficial durante una semana en la que las secciones de la Guardia Civil participaron activamente en el dispositivo de seguridad que se estableció, acompañando a la comitiva real en cuantos desplazamientos realizó, tanto por la ciudad como por su campo exterior, recibiendo el monarca español infinidad de muestras de adhesión y lealtad por parte de numerosos representantes indígenas de las cábilas cercanas.

Poco después, a partir del 24 de agosto, comenzaron una serie de operaciones militares tendentes al establecimiento de diversas posiciones fuertes en la desembocadura del río Kert, sito al oeste de Melilla, así como la elaboración de unos trabajos topográficos que sirvieran para levantar una nueva cartografía, con datos reales tomados científicamente sobre el propio terreno.

Ello implicó penetrar militarmente por primera vez en un territorio que aunque reconocido como zona de influencia española por la Conferencia de Algeciras, era realmente desconocido. Por tal motivo las columnas españolas, mandadas por el general José García Aldave, avanzaron y reconocieron la zona sin oposición alguna por parte de las cábilas de Beni Sidel y Beni Bu Ifrur.

Sin embargo cuando ya se había llegado a la margen derecha de la desembocadura del río Kert y se había procedido a su jalonamiento, se produjo el inesperado ataque a las fuerzas españolas por parte de un grupo rebelde desde el yebel Mauro, pertenecientes a la cábila de Beni Said, cuyo territorio se encontraba en la margen izquierda.

El general García Aldave, al comprobar que dicha cábila se había unido bajo el mando de El Mizzian, parte de las cábilas de M’ Talsa y las más distantes de Bocoia y Beni Urriaguel, detuvo el hasta entonces pacífico avance español y solicitó el urgente envío de fuerzas expedicionarias procedentes de la Península, comenzando así la denominada Campaña del Kert.

Nuevamente con las unidades de refuerzo desembarcaron en el puerto de Melilla algunas fuerzas expedicionarias de la Guardia Civil que al igual que en la Campaña del Rif, acompañaron a las fuerzas militares prestando el tan necesario servicio de campaña. 

Sin embargo los disturbios sociales que se producían con asiduidad en el territorio peninsular no permitía distraer de sus funciones de seguridad pública, a muchos efectivos del Instituto.

Con la ayuda de los refuerzos recibidos se realizaron diversas operaciones militares de cierta envergadura y gran dureza en algunos casos pero que realmente no buscaban ir más allá del rubicón materializado por el río.

Finalmente, sin que llegaran a acontecer grandes batallas ni gestas especialmente singulares ni épicas, la Campaña del Kert se dio oficialmente por terminada el 31 de octubre de 1912 cuando los elementos más belicosos de la cábila de Beni Said se replegaron sobre las cumbres del Mauro en donde se asentaron, si bien apenas hubo actividad de importancia tras la muerte de su cabecilla, El Mizzian, acontecida en combate cinco meses antes, el 15 de mayo.

La Compañía de Melilla.

Con la paz la Guardia Civil melillense siguió distinguiéndose en su quehacer diario y así por ejemplo en 1913 el Director General del Cuerpo felicitó al teniente Santiago Gómez Crespo, porque auxiliado del cabo José Fernández Postigo y los guardias José Rodríguez Matunara, Atanasio Bonilla Hernández, Rafael Becerra Esquival, Juan Santos Navarro y Rafael Estarella Caber, consiguió la detención del autor de un importante robo de dinero a un comerciante de Nador, recuperando íntegramente el botín.

La real orden circular de la Sección de Instrucción, Reclutamiento y Cuerpos diversos del Ministerio de la Guerra de 20 de enero de 1915, aprobó el nuevo cuadro orgánico de la Guardia Civil. 

En él la Sección Mixta de Melilla, casi entidad compañía y mandada por un capitán como ya se ha dicho, se vio ligeramente incrementada quedando por fin, presupuestaria y orgánicamente, constituida como una compañía que pasó a ser la 7ª del 16º Tercio de Málaga, compuesta por un total de 74 hombres.

La plantilla se fijó en 1 capitán, 2 primeros tenientes, 1 segundo teniente, 45 clases y tropa de infantería (1 sargento, 3 cabos, 2 cornetas, 4 guardias 1º y 35 guardias 2º) y otros 25 de caballería (1 sargento, 3 cabos, 1 trompeta, 2 guardias 1º y 18 guardias 2º), mientras que la plantilla de ganado quedó compuesta de 27 caballos (4 de oficial y 23 de tropa).

La misiones de aquellos guardias civiles continuaron siendo de dos tipos: servicio de campaña junto a las fuerzas del Ejército y de seguridad pública, siendo éste el más indefenso de todos ya que se solía prestar normalmente sólo por parejas, constituyendo por lo tanto fácil objetivo de los rifeños rebeldes.

Así por ejemplo, en la noche del 13 al 14 de septiembre de 1915 un grupo de ellos se infiltró en las calles del poblado de Nador, próximo a Melilla, y a la altura de la plaza del Pilar hicieron fuego por sorpresa contra una pareja de servicio de vigilancia de población compuesta por el guardia de caballería Trinitario Navarro Castellón y el de igual clase de infantería Francisco de la Cruz Expósito, cayendo ambos al suelo heridos de gravedad.

Cuando los cabileños se acercaron a ellos para rematarlos, el guardia Navarro se reincorporó y utilizando su carabina máuser como maza consiguió derribar a dos de ellos y disparar sobre un tercero causándole la muerte, haciendo que el resto huyera en desbandada.

A continuación y haciendo un esfuerzo sobrehumano cargó sobre sus hombros el cuerpo malherido de su compañero lo llevó, junto a su propia carabina y el fusil de aquel, hasta la casa-cuartel.

Tan meritorio comportamiento fue felicitado por el comandante general de Melilla en la orden general de 18 de septiembre y por el Director General de la Guardia Civil en el Semanario Oficial de 1 de octubre de 1915.

Posteriormente y como recompensa por su bizarría el guardia Navarro fue ascendido al empleo de cabo y al guardia de la Cruz se le concedió, como consecuencias de las graves lesiones sufridas, una cruz pensionada vitalicia.

Epílogo.

Habían transcurrido ya tres campañas y más de veinte años desde que la Guardia Civil se estableciera permanentemente en la española plaza africana, pero su historia melillense no había hecho más que empezar.

ISAAC PERAL, 150 AÑOS DE HISTORIA.

CL aniversario del nacimiento del Teniente de Navío Isaac Peral (1851-2001).

Su submarino, construido en La Carraca, realizó las pruebas en la bahía de Cádiz.



Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el "DIARIO DE CADIZ" del 19 de noviembre de 2001, pág. 22. 

El original está ilustrado con dos fotografías en blanco y negro.

Introducción.


Este año se conmemora el 150º aniversario del nacimiento de uno de los más ilustres hombres que ha dado nuestra Armada: Isaac Peral Caballero, quien durante muchos años fue vecino de San Fernando, en cuya calle Murillo una placa nos recuerda su prolongada presencia en estas tierras gaditanas.

Nacido en Cartagena el 1 de junio de 1851, era el segundo de tres hijos varones, fruto del matrimonio de Juan Manuel Peral, condestable de la Marina, y de Isabel Caballero. A los 14 años de edad, siguiendo la tradición familiar, ingresó en el Colegio Naval Militar en donde se graduó como guardiamarina de 2ª clase en diciembre de 1866.

Durante los cinco años siguientes realizó sus prácticas en diversos buques de guerra, llegando a navegar hasta las islas Filipinas. En enero de 1872, tras alcanzar el cuarto puesto de su promoción, obtuvo el grado de alférez de navío. 

Un año después fue destinado como segundo comandante del cañonero "Dardo", interviniendo en varios combates librados en Cuba, en donde fue recompensado por su valor con la cruz roja del mérito naval. También participó posteriormente, como segundo comandante de la goleta "Sirena", en las terceras guerras carlistas volviendo a destacar por su audacia.

Científico en San Fernando.



Sin embargo su verdadera pasión eran la ciencia y la técnica naval. Consecuente con ello solicitó su destino en octubre de 1875 como instructor de guardiamarinas en la fragata "Blanca"

Al año siguiente, contrajo matrimonio con María del Carmen Cencio, hija del que fue ilustre alcalde de San Fernando y médico de la Armada, Antonio Cencio Romero. De dicha unión nacieron nueve hijos.

En 1877 ingresó en la Escuela de Estudios Superiores de la Armada, afecta por entonces al gaditano Observatorio Astronómico de San Fernando, siendo autor de diversas obras científicas. 

Entre ellas destacó "Hipótesis sobre la teoría de los huracanes", siéndole otorgada por ello la cruz blanca de primera clase al mérito naval. Otros trabajos suyos posteriores trataron sobre álgebra, geometría y los aspectos astronómicos, geográficos y meteorológicos relacionados con la luna.

En julio de 1880 ascendió a teniente de navío y en enero del año siguiente fue destinado a Filipinas como comandante del cañonero "Caviteño". 

Allí contrajo el cólera durante una epidemia, teniendo que ser repatriado en diciembre de 1882. A su vuelta a San Fernando ejerció como profesor de física matemática, química y alemán de la Escuela de Estudios Superiores de Marina, que a partir de 1885 dejó de estar afecta al Observatorio cambiando su nombre por el de Academia de Ampliación.

Fue precisamente durante esa época cuando Isaac Peral comenzó sus investigaciones sobre la navegación submarina y el diseño de un buque sumergible, tomando contacto con otros ilustres oficiales científicos de la Armada, tales como José Luis Díez, José Castellote, Joaquín Ariza o Tomás de Azcárate Menéndez, a quien por cierto se hará por fin justicia con su próxima inclusión en el callejero isleño.

Proyecto del submarino.

Con el estallido del conflicto alemán de las islas Carolinas, Peral hizo públicos sus trabajos, verdaderamente revolucionarios para la época y que aspiraban a crear una eficaz y potente fuerza submarina. El ministro de Marina, almirante Manuel de la Pezuela Lobo, mostró su interés y le concedió un crédito de 5.000 pesetas para completarlos.

Una vez concluido el proyecto fue presentado a diversos organismos navales, autorizándose un nuevo crédito de 25.000 pesetas. Por fin, el 20 de abril de 1887, siendo ministro de Marina el almirante Rafael Rodríguez Arias, y gracias al apoyo de la reina regente María Cristina, se aprobó la construcción del prototipo del submarino. 

Apenas seis meses después, el 7 de octubre, comenzaron bajo la dirección de Peral las obras en el arsenal de La Carraca.

Tras superar no pocos obstáculos, envidias y avatares, incluida la sustracción de planos por agentes extranjeros, el submarino fue botado con éxito en medio de una gran expectación el 8 de septiembre de 1888 en la bahía de Cádiz.

Transcurrido medio año, el sumergible dotado de casco metálico, periscopio, propulsión eléctrica y armamento torpedero, empezó un satisfactorio y largo ciclo de pruebas en las aguas gaditanas que alcanzaron su cenit el 13 de junio de 1890 cuando llegó a navegar a una profundidad de diez metros durante una hora en mar abierto.

Fruto de ello la junta de pruebas dio luz verde a la realización del segundo y definitivo prototipo, estallando una ola de entusiasmo popular, que llevó al propio presidente del gobierno español, Práxedes Mateo Sagasta, a proponer al audaz marino para la laureada de San Fernando y un título nobiliario. Incluso la reina regente le regaló un sable que había pertenecido a su marido, el difunto Alfonso XII.

A propuesta de Federico Joly Diéguez, director del "DIARIO DE CADIZ", el catedrático Alfonso Moreno Espinosa y el político Adolfo de Castro Rossi, el cabildo municipal acordó en su sesión del 20 de junio de 1890, ponerle su nombre a una calle de la ciudad, la actual avenida Ramón de Carranza.

Postergación y muerte.



Sin embargo, a pesar de todos estos éxitos, el proyecto fue bruscamente postergado. Detrás de ello se confabularon factores tan diversos como un cambio de gobierno contrario al anterior, así como fuertes presiones extranjeras, especialmente del Reino Unido. Finalmente el apoyo oficial fue retirado el 12 de diciembre de ese mismo año.

Peral, presionado, amargado, decepcionado y enfermo de un cáncer incipiente solicitó su baja de la Armada que le fue concedida el 5 de noviembre de 1891. Desde su retiro militar, que no científico, se presentó por dos veces a diputado a Cortes por el distrito de El Puerto de Santa María, con el ánimo de reivindicar su submarino.

Marchó a Madrid y llegó a crear su propia empresa: "Centro Industrial y de Consultas Electro-Técnicas Isaac Peral", patentando diversos inventos. Trasladado a Berlín para ser operado de su cáncer, falleció allí el 25 de junio de 1895, siendo sus restos conducidos a Madrid donde fueron enterrados. 

Posteriormente, y a pesar de haber surgido una iniciativa para llevarlos al panteón de marinos ilustres de San Fernando, se depositaron finalmente en Cartagena, en donde reposan actualmente.

Libro conmemorativo.



Isaac Peral, insigne marino y científico, al igual que otros grandes genios, ha recibido más homenajes después de su muerte que en vida. Su nombre, además de dar luz a innumerables calles, dentro y fuera de España, ha servido tanto para bautizar diversos submarinos de nuestra Armada en muy diferentes épocas, el "A-0", el "C-1" o el "S-32" como la actual base de submarinos de Cartagena.

Para conmemorar este 150 aniversario se ha publicado la magnífica e ilustrada obra "Tras la estela de Peral", cuyo autor, Diego Quevedo Carmona, es subteniente electrónico submarinista de la Armada, aportando numerosa e inédita información, tanto documental como fotográfica.

LOS ANGELES DE LA CARRETERA. LA GUARDIA CIVIL DE TRAFICO DE CADIZ CUMPLE 40 AÑOS (1961-2001).

Especial Patrona Guardia Civil 12 de octubre de 2001.


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el "DIARIO DE CADIZ" del 12 de octubre de 2001, pág. 20. 
El original está ilustrado con una fotografía en blanco y negro y un dibujo en blanco y negro.

Introducción.


Este año la Guardia Civil de la provincia celebra una efemérides muy especial: el 40º aniversario de la creación del Subsector de Tráfico, cuyas primeras rodaduras se remontan al mes de septiembre de un ya lejano 1961.

Apenas dos años antes, una ley aprobada el último día del mes de julio de 1959, había encomendado a la Dirección General de la Guardia Civil, "reorganizar las Unidades del Cuerpo encargadas de la vigilancia, protección y auxilio a los usuarios de las vías públicas con personal especialmente instruido y dotado de los medios técnicos necesarios".

Como consecuencia de ello el benemérito Instituto dictó la Orden General nº 32 de 26 de agosto de 1959, creando la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, que fue progresivamente relevando por todo el territorio nacional en tales misiones a la entonces denominada Policía Armada y de Tráfico, a quien le habían sido a su vez asignadas por la ley de 8 de marzo de 1941.

Ya desde el año 1953 la Guardia Civil, con evidente visión de futuro, había venido realizando constantes ensayos en las carreteras nacionales que accedían a la capital del Estado por fuerzas seleccionadas de la 1ª Comandancia Móvil de Madrid, obteniéndose unos resultados muy satisfactorios. 

La primera unidad piloto, dedicada exclusivamente a tal fin, había sido creada en octubre de 1958 y dependía directamente de la 3ª Sección de Estado Mayor de la Dirección General de la Guardia Civil.

Sin embargo todo ello no suponía realmente ninguna originalidad ni invención para la Guardia Civil, pues hay que recordar que la principal razón de su fundación en 1844 fue precisamente la vigilancia y protección de las carreteras españolas, entonces asoladas por las partidas de bandoleros.

Así por ejemplo en la Cartilla de 1845 ya se dedicaba todo un capítulo a la regulación del servicio en los caminos y el primer artículo del mismo comenzaba diciendo: "El guardia civil, cuando se halle destinado al servicio de los caminos reales o carreteras, los recorrerá frecuentemente y con mucha detención ...".


Primera organización y medios.


La recién creada Agrupación de Tráfico empezó a organizarse y articularse en una plana mayor de mando; las jefaturas de administración, enseñanza e instrucción, material, servicios y estadística; así como progresivamente en diez Sectores, cuya preferencia de implantación se fue estimando en función de la importancia del tráfico en las carreteras, así como una Sección por provincia, denominada Subsector a partir de julio de 1961, que comprendía a su vez un número variable de Destacamentos.

Desde el primer momento se decidió dotar a esta nueva especialidad del benemérito Instituto con los vehículos, material, uniformidad y armamento más modernos disponibles en aquel momento. 

Pronto empezaron a verse por las carreteras españolas a guardias civiles que ya no llevaban el tradicional tricornio, sino gorra montañera o casco y que vigilaban las vías de comunicación en motocicletas Sanglas, algunas de ellas con sidecar, así como en los turismos Seat modelo 1400.


El Subsector de Cádiz.


A finales del mes de agosto de 1961 se creó el Sector de Sevilla, con cabecera en la capital hispalense y que a su vez estaba compuesto por los Subsectores de Badajoz, Cádiz, Huelva y Sevilla, todos ellos de ámbito provincial.

A partir del mes de septiembre y bajo el mando del teniente Rufino Mohedas Gómez, empezaron a verse por las carreteras gaditanas, con gran expectación y curiosidad, los primeros motoristas de la Guardia Civil de Tráfico. 

La plana mayor del Subsector junto al Destacamento de la capital se instaló en el acuartelamiento de San Severiano, inaugurado tan sólo tres años antes, y en donde se encontraba la jefatura de la Comandancia.

Dado que el patio de aquel acuartelamiento era insuficiente para estacionar los nuevos turismos y motocicletas fue necesario buscar un amplio garaje en la ciudad, estando situado durante muchos años en unos bajos de la calle Ruiz de Alda, hasta que el Subsector pasó a ocupar sus actuales instalaciones de la calle Puerto Real.

Los Destacamentos fueron ubicados inicialmente en Algeciras, Jerez de la Frontera y Barbate, al objeto de prestar atención preferente a la las carreteras Nacional-IV y N-340 respectivamente. 

Dicho despliegue continuó así hasta el mes de febrero de 1994, en que el destacamento barbateño fue trasladado a la sierra gaditana dado el aumento de la circulación que había venido experimentado en los últimos años. Inicialmente se pensó establecer su residencia en Villamartín si bien terminó por instalarse en Arcos de la Frontera.


Demarcación, misiones y plantilla.


El Subsector de Tráfico de Cádiz es en cuanto a demarcación el más atípico de toda la Agrupación ya que además de abarcar la jurisdicción de las dos Comandancias de la Guardia Civil que existen en la provincia, Cádiz y Algeciras, tiene también la de la Comandancia de Ceuta, a donde quincenalmente se desplazan, vía marítima desde el puerto de Algeciras, parejas de motoristas para hacerse cargo de la vigilancia y control de las carreteras interurbanas de la ciudad autónoma.

La misión principal de los componentes del Subsector es velar por la seguridad vial en las carreteras de la provincia y lograr que la cifra de la siniestralidad sea cada vez menor. Para ello, además de una permanencia constante durante las 24 horas en la red viaria, realizan constantes actuaciones en materia de alcoholemia, control de velocidad, transporte de viajeros y mercancías, etc.

Coordinadas desde la Central de Trafico, más conocida como COTA, ubicada en la cabecera del Subsector, estos guardias civiles que han sido bautizados popularmente con el sobrenombre de "Angeles Verdes" o "Angeles de la Carretera", dada su benemérita actuación de auxilio en accidentes de circulación y averías mecánicas, atienden diariamente infinidad de incidencias que tienen por escenario el asfalto interurbano. Para ello no importan las inclemencias atmosféricas, llueva o haga sol, se padezca frío o calor, sea de día o de noche.

Además de los motoristas, espejo e imagen pública diaria de la Agrupación ante todos los usuarios de la carretera, hay otros componentes del Subsector de Tráfico, también adiestrados en la antigua academia de Valdemoro o en la actual de Mérida, que son especialistas en atestados, espejo e imagen pública de la Agrupación ante los tribunales de justicia; radar y foto-control; transportes de viajeros y mercancías; laboratorio fotográfico; mecánicos de vehículos; mecánicos de transmisiones; oficinas o policía judicial del automóvil.

La meritoria labor de estos últimos ha merecido periódicamente la singular atención de los medios de comunicación social como consecuencia de la desarticulación durante estos años de numerosas redes dedicadas a la sustracción de vehículos y falsificación de matrículas, permisos de conducción y circulación, tarjetas de inspección técnica o de transporte.

Para llevar a cabo todo ello el Subsector de Tráfico de Cádiz ha multiplicado por cuatro su personal desde 1961 y cuenta actualmente con una plantilla de 163 personas: 1 capitán, 1 teniente, 2 alféreces, 1 subteniente, 9 sargentos, 19 cabos y 130 guardias civiles. Respecto a los medios de locomoción está dotado de una moderna plantilla de 106 vehículos de los que 72 son motocicletas de gran cilindrada y el resto turismos de patrulla, camuflados, furgonetas y vehículos todo terreno.


Los Jefes del Subsector de Cádiz.


El mando de las nuevas unidades provinciales de tráfico fue encomendado inicialmente a oficiales del benemérito Instituto que ostentaban el empleo de teniente mientras que los sectores, que agrupaban a varias provincias, eran dirigidos por capitanes. 

Con el paso del tiempo y el aumento de los efectivos humanos de los subsectores pasaron a ser mandados por capitanes y los sectores por comandantes o teniente coroneles, tal y como viene sucediendo actualmente. Los destacamentos, dirigidos al principio por sargentos o cabos pasaron por idénticas razones a serlo por oficiales o suboficiales.

La jefatura del Subsector de Tráfico de la Guardia Civil de Cádiz ha venido siendo ejercida sucesivamente desde su creación en 1961 por los siguientes oficiales: tenientes Rufino Mohedas Gómez, Enrique Nieva Muñoz, y José Ferrer Gil, así como por los capitanes Damián Ruiz Gallardo, Francisco Caro Leria, Martín Bogajo López, Victoriano Rodríguez Costillo, Enrique Rodríguez Galindo, Pedro Salgado Molero, Angel Reyes Jiménez Miranda, Lisardo Fernández Colinas, Jesús Narciso Núñez Calvo y por último, desde el año 1999, Juan Manuel Gajete Menor.

martes, 25 de febrero de 2014

DOS COMANDANCIAS Y UNA PROVINCIA.


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en la Sección "Historia" de la Revista profesional "GUARDIA CIVIL" correspondiente al mes de septiembre de 2001. 

El original está ilustrado con dos fotografías en color, dos fotografías en blanco y negro, y un mapa en color.

En la provincia de Cádiz existen actualmente dos Comandancias de la Guardia Civil. Para encontrar los orígenes de ello hay que remontarse hasta el año 1878, en donde el grave problema del contrabando de Gibraltar, motivó la creación de una segunda Comandancia del Cuerpo de Carabineros del Reino. La relevancia de aquella cuestión fue tal que incluso en 1889 hubo que dividir también la Comandancia de Málaga en dos.

Introducción.

En la provincia de Cádiz, al contrario que en el resto del territorio nacional, existen dos Comandancias de la Guardia Civil. Una, con cabecera en la capital, Cádiz, y la otra, con cabecera en la ciudad de Algeciras. Tan sólo existe otro caso similar, pero por razones históricas bien diferentes, que es el de Asturias y que tiene establecidas sus cabeceras en Oviedo y Gijón.

Una Comandancia es la unidad territorial fundamental de mando, planificación, dirección, ejecución, coordinación y control de servicios de la Guardia Civil en el ámbito de una provincia. Sin embargo, la legislación vigente que determina la organización periférica del benemérito Instituto, contempla la posibilidad de que en atención a circunstancias excepcionales, puedan coexistir dentro de una misma provincia más de una Comandancia.

Este es el caso de la provincia gaditana y cuyos orígenes, desconocidos seguramente para la mayor parte de los lectores, se remontan al siglo XIX y concretamente al año 1878.

Historia de Carabineros.

El origen del Resguardo es muy remoto organizándose a nivel nacional por primera vez el 5 de diciembre de 1799, al reunir en una sola a todas las partidas que trabajaban al servicio de los arrendatarios de rentas bajo la denominación de "Resguardo General de Rentas", con el que se auxilió la recaudación y reprimió el fraude a la vez que pudo protegerse la industria nacional.

Por decreto de 9 de marzo de 1829,promulgado por el rey Fernando VII, fue sustituido por el denominado "Carabineros de Costas y Fronteras", de carácter militar y fundado por el capitán general José Ramón Rodil, marqués de Rodil.

El nuevo cuerpo tenía por objeto "la seguridad y vigilancia de costas y fronteras, hacer la guerra al contrabando, prevenir sus invasiones, reprimir a los contrabandistas y afianzar con respetable fuerza, en favor de la industria y comercio nacionales, la protección y fomento de las leyes de Aduanas".

Por otro decreto de 25 de noviembre de 1834, se denominó al Resguardo "Cuerpo de Carabineros de la Real Hacienda", volviendo a su carácter civil si bien se mantuvo, por razones de eficacia y disciplina, su organización militar y la nomenclatura de los empleos igual a la del Ejército, quedando su inspección a cargo de la Dirección General de Rentas Estancadas. Por decreto de 11 de noviembre de 1843, y a propuesta del Inspector de Resguardos, el mariscal de campo José Martín Iriarte, recobró su naturaleza militar, adoptando el nombre de "Carabineros del Reino".

Tras diversas vicisitudes se dictó un nuevo decreto de 26 de septiembre de 1864 por el que dicho Cuerpo se dividió en dos secciones, denominadas "Carabineros del Reino" y "Carabineros Veteranos", ejerciendo los primeros la vigilancia de las costas y fronteras, y prestando exclusivamente los segundos su servicio en los puertos, muelles, bahías, puntos de descarga y de reconocimientos, en los fielatos y puertas, en el recinto de las aduanas terrestres y marítimas y en los radios de las poblaciones en que la Hacienda pública administraba los derechos de consumos.

Antecedentes gaditanos.

En la provincia de Cádiz existían en 1878, el Cuerpo de Carabineros desde 1829, y el de la Guardia Civil desde 1844. Cada uno de ellos, aún siendo ambos de naturaleza militar, tenían fijadas por la legislación de la época misiones bien diferentes y dependían a efectos de su servicio peculiar, de ministerios distintos. El primero del de Hacienda y el segundo del de Gobernación.

Dado que la principal misión y razón de ser del Cuerpo de Carabineros era la persecución del contrabando que tanto daño hacía a las arcas del Estado, existía un amplio despliegue de unidades por gran parte del territorio nacional.

Así, en Cádiz existía al inicio de 1878 una Comandancia, con cabecera en la capital. Su mando era ejercido por el teniente coronel primer jefe José Urquía Pérez de Soñanes, relevado durante el transcurso de ese mismo año por el de igual empleo Emilio Gurrea y Ferrer. El cargo de segundo jefe era desempeñado por el comandante Ramón Alvarez Rodríguez y el de Ayudante, por el teniente Melitón Pezuela del Olmo.

El servicio la capital lo prestaba una compañía de Carabineros veteranos, y el de la provincia, cuatro compañías de infantería, un escuadrón de caballería y una compañía de Carabineros de Mar.

Los problemas del litoral gaditano de entonces eran en parte bastante similares a los de hoy día. En vez de pateras cargadas de inmigrantes ilegales o de droga como ocurre en la actualidad, lo que arribaban a sus playas eran numerosas embarcaciones para alijar contrabando, que consistía en productos de lo más variado y que al no pagar arbitrios, aranceles, derechos, impuestos o tasas, resultaban muy rentables.

La creación de la Comandancia de Algeciras en 1878.

Si bien todo la costa era objeto de alijos y por ello existía un importante despliegue de puestos a pie mismo de playa, la zona más próxima a la colonia británica de Gibraltar, era la más afectada por la entrada ilícita de mercancías.

Tal y como informaba el DIARIO DE CADIZ de aquellos años, existían verdaderos ejércitos de contrabandistas que fuertemente armados e incluso montados a caballo, se enfrentaban violentamente contra las fuerzas de Carabineros que intentaban aprehender los alijos.

La gravedad de la situación creada por los continuos enfrentamientos con partidas de contrabandistas, que superaban con frecuencia el centenar de hombres, motivó que a iniciativa del teniente general Manuel Gasset Mercader, inspector general de Carabineros del Reino en 1877, se propusiera la creación de una unidad entidad Comandancia con demarcación exclusiva en el Campo de Gibraltar.

Dado que la provincia de Cádiz era muy extensa (más de 7.000 kilómetros cuadrados y casi 200 kilómetros de costa), padecía malas comunicaciones terrestres entre ambas bahías y contaba con numerosos puestos, no era posible que el teniente coronel primer jefe de la Comandancia, con residencia en la capital, pudiera vigilar los servicios establecidos por sus carabineros con la debida inmediatez y continuidad.

Así, por reales órdenes de 10 y 28 de enero de 1878, se dispuso la división de la Comandancia de Carabineros de Cádiz en dos, creándose la de Algeciras con fuerzas de aquella y suprimiéndose la plaza de teniente coronel en la de Pontevedra, por entonces menos conflictiva, que pasó a mandar la de nueva creación, por ser de mayor importancia.

De esta forma el Campo de Gibraltar tendría desde ese momento su propia unidad bajo el mando de un jefe de categoría suficiente para atender y resolver, con independencia del de Cádiz, las constantes vicisitudes que se planteaban por razón del servicio de Resguardo.

El DIARIO DE CADIZ de 13 de febrero de 1878, publicaba textualmente la siguiente noticia remitida por su corresponsal de Algeciras:

"Por real orden se ha mandado establecer una comandancia especial de Carabineros en este Campo, la que ha instalado sus oficinas en la Aduana de esta ciudad, bajo el mando del señor teniente coronel don Francisco Brotons y Bó.

Dicha comandancia es independiente de la de Cádiz, y ya ha llegado a esta población todo el personal, quedando instaladas sus oficinas en la Aduana. La 1ª compañía se ha establecido en La Línea; la 2ª en Algeciras; la 3ª en Tarifa; y la caballería en San Roque".

La labor de los Carabineros de Algeciras fue durante muchos años, debido a las circunstancias socio-económicas de la zona y la violenta actitud de las partidas de contrabandistas, la más dura y sacrificada de cuantas se llevaron en el territorio nacional. 

La penosidad del servicio quedó plenamente recogida en numerosas disposiciones de "El Guía del Carabinero", boletín oficial de la institución. Sirva como ejemplo, que aquel carabinero que estuviese durante un año entero destinado en el Campo de Gibraltar, tenía carácter preferente para solicitar traslado a cualquier otro punto de España.

Dado que la plantilla inicialmente establecida era insuficiente, fue aumentando progresivamente en función de las asignaciones presupuestarias del Estado, y que a decir verdad nunca fueron generosas, pues al igual que ocurría con los sueldos que se percibían, el ministerio de Hacienda nunca recompensó debidamente a aquellos hombres y sus familias que se dejaban la salud e incluso la vida por engrosar las arcas del Estado.

La Guardia Civil gaditana de 1878.

Mientras los Carabineros gaditanos experimentaban aquel año tan importante transformación, la Guardia Civil de la provincia en 1878 continuó hasta 1940 constituida en una única Comandancia. 

En 1878 su primer jefe era el teniente coronel Antonio de Menchaca Mateos, mientras que el cargo de segundo era desempeñado por el comandante Ricardo Rada Martínez. La Comandancia estaba constituida por tres compañías de infantería, con cabeceras en Chiclana de la Frontera, Algeciras y Grazalema, así como por un escuadrón de caballería con jefatura en Jerez de la Frontera.

La de Chiclana de la Frontera estaba mandada por el capitán Melquiades Almagro Puig y tenía a su cargo las Líneas de Puerto Real, Medina-Sidonia y Vejer, mandadas respectivamente por los tenientes José Enriquez Patiño y Tomás Mestre Arellano así como por el alférez Domingo Villacampa Allué.

La de Algeciras era mandada por el capitán León Ibáñez Pascual y tenía a su cargo las líneas de San Roque, Tarifa y Alcalá de los Gazules, mandadas respectivamente por los tenientes Enrique Soriano Hernández Eugenio Martínez López así como por el alférez Antonio Collazos Gómez.

La de Grazalema la mandaba el capitán Antonio Pastor Marras y tenía a su cargo las líneas de Olvera, Ubrique y Algodonales, mandadas respectivamente por los tenientes Félix Enrique de Caso y José Pérez Villarino así como por el alférez Baldomero Salas Bolaño.

Por último, el escuadrón de Jerez estaba mandado por el capitán Francisco Tirado Pérez y tenía a su cargo las líneas de Arcos, Sanlúcar y Puerto de Santa María, mandadas respectivamente por los tenientes Manuel González de la Rasilla y Francisco del Barrio Bernardo así como por el alférez Eustaquio Molina Obeo.

El contrabando de Gibraltar y Málaga.

La nueva Comandancia de Algeciras fue dando tan buenos resultados en la represión del contrabando gibraltareño de la provincia de Cádiz que once años después, al haber aumentado considerablemente dichas actividades en la parte oriental, se decidió crear otra unidad similar en la zona limítrofe de la provincia de Málaga.

Así por real orden del Ministerio de la Guerra de 31 de agosto de 1889, la Comandancia de Carabineros de Málaga se dividió en dos, que pasaron a denominarse de Málaga y de Estepona. Los fundamentos para su justificación fueron muy similares a los empleados en 1878:

"Considerando que la extensión que hoy tiene la referida Comandancia y lo numeroso de la fuerza que le está asignada son excesivas para que el servicio que en ella se presta pueda ser vigilado por el primer Jefe, que reside en la capital, cual lo demanda la importancia de una comarca tan próxima a la plaza de Gibraltar, y en la que sus naturales tienen decidida tendencia al tráfico de contrabando, circunstancias que exigen una constante vigilancia y que el servicio se impulse de una manera enérgica, por lo que se hace indispensable la modificación indicada, estableciendo otra Comandancia en Estepona, con objeto de que resida en este punto, el más importante de aquella zona, un jefe caracterizado con todos los elementos necesarios para obrar por si mismo rápida y oportunamente".

La Comandancia o Fracción de Carabineros de Estepona, que contaba con 3 compañías (con cabeceras en Ronda, Estepona y Marbella) y 45 puestos, desapareció como tal con la finalización de la Guerra Civil y la entrada en vigor de la ley de 15 de marzo de 1940, siendo sus unidades y componentes integrados nuevamente en la Comandancia de la Guardia Civil de Málaga.

La ley de 15 de marzo de 1940.

Tras la finalización de la Guerra Civil se procedió a una profunda reorganización, entre otras cosas, de las fuerzas y cuerpos de seguridad. La Guardia Civil estuvo a punto de ser disuelta como consecuencia de que en aquellas zonas que permaneció leal al gobierno de Madrid, fracasó el alzamiento militar, y el de Carabineros dada al neta adscripción republicana de la mayor parte de sus miembros, fue finalmente absorbido por aquél.

La ley de 15 de marzo de 1940 suprimió la Inspección General de Carabineros, cuyos cometidos y funciones se agruparon en una sola sección de la Dirección General de la Guardia Civil. Asimismo se dispuso que el personal de Carabineros fuese adscrito, con arreglo a sus aptitudes y condiciones, a las diferentes unidades y servicios privativos de la Guardia Civil.

Consecuente con ello se procedió por orden del Ministerio del Ejército de 22 de agosto de 1940, a organizar Comandancias rurales en donde sólo existía la Guardia Civil y rurales y de costas y fronteras en donde anteriormente coexistían la Guardia Civil y Carabineros.

Así mientras por un lado se conformaba la 216ª Comandancia Rural de la Guardia Civil que abarcaba toda la provincia de Cádiz, la 10ª y 11ª Comandancias de Carabineros de Algeciras y Cádiz pasaron a constituirse en las 134ª y 234ª Comandancias de Costas y Fronteras de la Guardia Civil de Algeciras y Cádiz respectivamente, con misiones exclusivas de Resguardo y cobertura.

Sucesivas reorganizaciones internas de la Guardia Civil fueron modificando despliegues territoriales y transformando a ambas, en las 237ª y 337ª Comandancias Mixtas de Cádiz y Algeciras (1943); 237ª y 337ª Comandancias de Cádiz y Algeciras (1945); 261ª y 262ª Comandancias de Cádiz y Algeciras (1967); 241ª y 242ª Comandancias de Cádiz y Algeciras (1974); 221ª y 226ª Comandancias de Cádiz y Algeciras (1982); 231ª y 234ª Comandancias de Cádiz y Algeciras (1985); hasta llegar a las actuales 407ª y 408ª Comandancias de Cádiz y Algeciras (1998).

Epílogo.

Han transcurrido 123 años y la provincia de Cádiz sigue necesitando sus dos Comandancias. El grave problema del contrabando de la colonia británica en 1878, que si bien ha disminuido no ha desaparecido, ha dejado paso a otros de mayor gravedad ya que atacan a la salud pública y a la dignidad humana: la droga y la inmigración ilegal.

Agradecimientos.

La elaboración del presente trabajo ha sido posible gracias a la colaboración del Servicio de Estudios Históricos así como de Esperanza Salas Gallego de la Biblioteca de Temas Gaditanos "Juvencio Maeztu" y de Juan Torres García del DIARIO DE CADIZ.