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sábado, 14 de febrero de 2015

EL MUSEO DEL EJERCITO Y DE HISTORIA MILITAR DE BRUSELAS .


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 315 correspondiente al mes de septiembre de 2008, de la Revista "ARMAS", págs. 76-84.

El original está ilustrado por veintiséis fotografías en color.

Si bien Bélgica como nación independiente y soberana no llega a dos siglos de existencia –desde 1830 concretamente- posee uno de los mejores y más completos museos de historia militar que hay en Europa.

Sus muy interesantes y variados fondos no se han limitado a las Fuerzas Armadas belgas y su devenir histórico sino que se ha extendido a otros escenarios bélicos. Destacar que entre estos últimos, se encuentra, por ejemplo, la Guerra Civil española (1936-1939), exponiéndose en sus vitrinas –entre otras cosas- una pequeña colección de armas portátiles empleadas por ambos bandos y cuyo contenido será objeto de un próximo artículo.

Pero no es sólo el mero hecho de la existencia de un gran museo militar, custodio de una mágnifica colección de armamento portátil, ligero y pesado que también será objeto de futuros artículos, lo singular del que hoy comenzamos a traer a las páginas de ARMAS, sino todo lo relacionado con su gestión y promoción para convertirlo en símbolo inequívoco de vínculo cultural con la sociedad civil. 

Lo militar –aunque a algunos pueda molestarles- forma parte de la historia de una nación y como tal es asumida –sin complejos de ninguna clase- por la sociedad belga. Algo que, por ejemplo, algunos sectores de la vida española deberían aprender y entender.

Los orígenes.

El “Museo Real del Ejército y de Historia Militar” belga está ubicado –tal y como sucede en la práctica totalidad de los países europeos- en un lugar privilegiado de su capital, formando parte de la atractiva oferta cultural que ofrece Bruselas con cerca de ochenta escenarios museísticos. Concretamente se halla en una de las emblemáticas construcciones del llamado “Parque del Cincuentenario”, levantado sobre una gran explanada en la que antiguamente los domingos solían realizar sus ejercicios la Guardia Cívica.

Fue en 1875 cuando el arquitecto belga Gédéon Bordiau presentó su visión para esa zona: un extenso espacio verde sobre el que se asentarían unos grandiosos pabellones que se levantarían con ocasión de la exposición que estaba prevista celebrar en conmemoración del cincuenta aniversario de la independencia de Bélgica. Algo que finalmente no llegaría a tiempo pero que constituiría la semilla que terminaría por dar su fruto.

Cinco años más tarde, en 1880, el rey Leopoldo II aprobó dicho proyecto y comenzó seguidamente a diseñarse lo que se denominaría el “Palacio del Jubileo”, con objeto de organizar en su interior exposiciones universales y ferias comerciales. Una gran arcada flanqueada por dos enormes edificaciones simétricas.

En 1888 se procedió a la inauguración del “Parque del Cincuentenario” con motivo de la celebración del “Gran Concurso Internacional de las Ciencias y de la Industria”. Dos años después comenzó la construcción del proyecto previsto en el que destacaría su impresionante arcada –que finalmente estaría constituda por tres arcos- si bien su elevado coste motivó una  muy lenta progresión que impidió ver su culminación al arquitecto Bordiau, fallecido en 1904.

Tras la terminación de tan magna obra por el arquitecto francés Charles Girault, se pudo proceder el 27 de septiembre de 1905 -coincidiendo con la celebración del 75 aniversario de la independencia belga- a su inauguración oficial.

Un lustro más tarde, con ocasión de la Exposición Universal de 1910, un joven oficial llamado Louis Leconte tuvo la acertada iniciativa de exhibir casi un millar de objetos -uniformes, armas y pertrechos- relacionados con la historia militar de Bélgica. Aquello fue todo un éxito por lo que se decidió conservar dicha colección y trasladarla posteriormente a los antiguos edificios de la Escuela Militar, situados en la abadía de Bois de la Cambre. Acababa de nacer el primer museo militar belga.

Poco a poco los fondos fueron aumentando y muy considerablemente, después de la finalización de la Primera Guerra Mundial en 1918, lo cual terminó por obligar a buscar un espacio mucho mayor, decidiéndose transferir a uno de los dos grandiosos pabellones del “Parque del Cincuentenario”. Una vez reorganizada la magnífica colección, se procedió por el rey Alberto I, el 22 de julio de 1923, a inaugurar oficialmente el museo que hoy presentamos en su actual emplazamiento.

El comienzo de la Segunda Guerra Mundial y la invasión de Bélgica por Alemania motivarían que el museo fuera intervenido por los militares germanos y estuviera cerrado al público entre 1940 y 1944, si bien su biblioteca permaneció abierta. Con la llegada de la paz se volvieron a incrementar cuantiosamente los fondos como consecuencia del numeroso material bélico abandonado en territorio belga.

El museo hoy día.

A medida que se fueron modernizando las instalaciones interiores y reorganizando sus fondos, con la llegada de nuevas piezas, donadas o adquiridas, se abrieron progresivamente nuevas secciones. 

Así, por ejemplo y entre otras, se abrió en 1972 la impresionante sala dedicada a la aviación, en 1980 la referida a los carros de combates, en 1986 la de las armas y armaduras de la época medieval, en 1996 la de la Marina, o más recientemente, desde 1998, la sala de la Resistencia y la Deportación durante la Segunda Guerra Mundial. Fruto de todo ello es la visita anual de más de 250.000 personas.

La riqueza y diversidad de su contenido hace que actualmente dicho museo esté reconocido, tal y como ya se ha dicho, como uno de los mejores de Europa. No sólo comprende la historia bélica belga con sus periodos medieval, hispano-austriaco, francés y holandés, la independencia, así como la de sus soberanos y su política militar, sino que se ha extendido a los conflictos mundiales y la historia militar engendrada alrededor de los mismos.

Por ello en el museo pueden contemplarse diez siglos de historia y técnicas militares que se materializan ante el visitante desde armaduras medievales hasta aviones y carros de combate contemporáneos, pasando por magníficas y variadísimas colecciones de armas de fuego y blancas, tanto de procedencia belga como de numerosísimos países extranjeros.

Dada la tradición armera de dicha nación, merece mención especial la llamada “Sala Técnica”, dedicada al armamento portátil –armas blancas y de fuego- reglamentarias en el ejército belga durante el siglo XIX, que ofrece al visitante una idea detallada de la técnica y evolución de la fabricación de las armas durante dicho periodo. La colección que se expone proviene en su mayoría de la “Manufactura de Armas del Estado de Lieja”, fundada en 1838.

También destaca la impresionante colección de uniformes y prendas de cabeza militares que reflejan la evolución del arte de la guerra y la influencia de la moda civil en los ejércitos belgas y de otros países, así como un largo etcétera de cuadros, medallas, esculturas y demás objetos relacionados con la historia militar.

Otro aspecto muy importante es el “Centro de Documentación”, que tiene por misiones conservar e inventariar los fondos del museo así como ponerlos a disposición del público y ayudarlo en sus consultas e investigaciones. Está integrado por la biblioteca, que contiene más de 450.000 volúmenes entre libros y publicaciones periódicas; el archivo, donde por ley se conserva la documentación del Ministerio de Defensa con más de 50 años de antigüedad; la sección de estampas, en la que destaca la colección fotográfica concerniente a la Primera Guerra Mundial con cerca de 75.000 imágenes; la cartoteca, que conserva entre otros ricos fondos, los mapas de los antiguos Países Bajos españoles; y el gabinete de reprografía.

Asimismo merecen su espacio, los talleres de restauración, dedicados a mantener las armas, vehículos, pinturas, textiles, cueros, libros y carteles, así como la tienda o “boutique”, de grandes dimensiones, donde se puede adquirir casi toda clase de objetos relacionados con la milicia, el museo y el armamento, pasando desde libros –entre ellos el catálogo del museo en español- hasta revistas y libros especializados en armas de fuego, pasando por las maquetas de ingenios bélicos.

Pero paralelamente a dicha evolución en cuanto a contenidos y organización se refiere, también se fue afianzando su categoría y marco jurídico. Así por Real Decreto de 11 de junio de 1976, el “Museo del Ejército y de Historia Militar”, tutelado por el Ministerio de Defensa, fue reconocido como “Institución Científica del Estado Belga”.

Organizado en tres departamentos (historia militar, tecnología y documentación científica e investigación), se le encomendó –conforme a dicho R.D.- las misiones de buscar, adquirir, conservar y poner a disposición del público los documentos, las publicaciones y los objetos relacionados con la historia militar, proceder a su estudio científico, elaborar y difundir la historia de las Fuerzas Armadas, así como organizar y colaborar en exposiciones y jornadas de ámbito nacional e internacional que se celebren, tanto dentro como fuera del museo.

Casi dos décadas después, en el año 2003, fruto de la importancia que para la nación belga reviste su historia militar y el reconocimiento que se da a los fondos museísticos de dicha institución, otro R.D. convirtió al museo en un “Servicio de Estado de Gestión Separada”, al igual que el resto de las demás instituciones científicas del país que se encuentran bajo la tutela del Ministerio de Política Científica. Gracias a ello el museo goza desde entonces de una mayor autonomía financiera y de gestión.

A tal efecto se constituyó una comisión de gestión compuesta por representantes del mundo universitario, delegados del ministerio, especialistas externos y colaboradores del propio museo. Y a su vez dicha comisión está secundada por un consejo científico y por una comisión de adquisiciones, estando dedicada la primera a asesorar sobre los proyectos científicos, mientras que la segunda debe ser consultada previamente a la compra de nuevos fondos cuyo coste exceda de 30.000 euros.

Un nuevo concepto de museo.

La gestión y promoción del actual “Museo del Ejército e Historia Militar” están basadas en una serie de conceptos y parámetros bien diferentes de los que estamos acostumbrados en España, destacando su apertura e inmersión en la sociedad civil belga.

Dicho museo no se trata de un lugar donde se exponen de forma organizada y explicada una serie de armas, uniformes, objetos, etc. para que puedan ser admirados por los aficionados a esa temática. El museo es un centro cultural y como tal, además de organizar exposiciones itinerantes, conferencias, coloquios, etc., había que hacerlo atractivo al visitante, partiendo de la premisa que sin la historia militar no se puede explicar la propia historia de la nación.

Como todo recinto museístico el mismo puede visitarse libre e individualmente, pero para quienes acceden a su interior en grupo y desean conocer todos los pormenores de los fondos más importantes y sus secretos más interesantes, amenizados por numerosas explicaciones históricas, el museo dispone del llamado “Servicio Educativo”, que organiza animaciones y recreaciones así como visitas guiadas, para niños y mayores, en alemán, francés, inglés y neerlandés.

Asimismo, dicho servicio, que presta una importante atención a la promoción de las visitas de grupos escolares, ayuda a preparar a los profesores que van a dirigir las mismas. No hay duda que el mejor complemento para las clases de historia es visitar precisamente ir a los museos, donde los alumnos puedan por si mismos, contemplar aquellos objetos que han sido protagonistas o testigos de aquellos episodios que han estudiado en las aulas.

Otra faceta que ofrece el museo es la publicación y difusión de obras relacionadas con sus fondos y la historia militar, editando a tal efecto diversos libros y cuadernos, así como con periodicidad trimestral su revista oficial, que es impresa en los dos idiomas oficiales más utilizados por la población belga de Bélgica, llamándose “Cibles” (francés) o “Vizier” (neerlandés). Estas últimas pueden obtenerse gratuitamente en el propio museo o descargárselas igualmente de su web en internet.

Otra original forma de promocionar el museo entre la sociedad civil sí como para recaudar fondos que contribuyan al sostenimiento y mejora del mismo, es alquilar sus salas para la celebración de eventos culturales y sociales. Así en función del número de asistentes o del marco en el que quiere que se desarrolle, particulares y empresas pueden disponer de la sala que más le interese para sus fines.

Frente al tradicional salón de actos de un hotel o de una entidad pública o privada, pueden contratarse los servicios del museo para presentar un libro, realizar una reunión de trabajo, dar una conferencia o un concierto, celebrar una entrega de premios o una exposición de maquetas, organizar una cena o simplemente dar una fiesta social. 

Todo ello fuera del horario abierto al público y rodeados de armas, uniformes, vehículos, aviones, etc., es decir disfrutando de un original y muy histórico ambiente, pues si en otras ocasiones estos tipos de actos se celebran en locales decorados por cuadros o esculturas, igual de cultural puede llegar a serlo entre piezas de tan diferente composición y naturaleza como las que conforman un museo militar.

El acceso al museo es gratuito y está abierto de martes a domingo –ambos inclusive- en horario de mañana (de 9 a 12 horas) y tarde (de 13 a 16’45 horas), pudiendo visitarse virtualmente y acceder a través de Internet, para quienes no puedan hacerlo personalmente, en www.museedelarmee.be o www.klm-mra.be. Casi un millón de visitas acreditan el interés de sus contenidos así como un largo entretenimiento, estando disponible en francés, inglés y neerlandés.

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