Introducción de Jesús Núñez publicada (pág. 13) en el libro "CUADERNOS DE UNIFORMES. II REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1936). LA GUARDIA CIVIL" cuyo autor es Francisco Camas Sánchez.
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http://jesusnarcisonunezcalvo.blogspot.com.es/2016/12/cuadernos-de-uniformes-ii-republica.html
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Cuando el 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República, el benemérito Instituto de la Guardia Civil, que contaba entonces con una plantilla de 27.487 efectivos, constituía el principal cuerpo de seguridad pública del Estado, tanto en entidad numérica como despliegue territorial.
Es por ello, que su posicionamiento era fundamental para
conseguir “la instauración pacífica de la República con tranquilidad y con fuerza”, tal y como escribió en sus Memorias, su primer presidente, Niceto Alcalá-Zamora Torres.
Y ello quedó
demostrado, según siguió relatando, al entrar aquel histórico día en el
ministerio de la Gobernación, sito en la madrileña Puerta del Sol: “En el
portal la Guardia Civil nos presentó armas; todo había acabado en paz y éramos
ya más que la revolución triunfante, su gobierno reconocido y servido por la
fuerza armada regular”.
Desde esa
fecha y durante los cinco años siguientes, la Guardia Civil vivió y padeció uno
de los periodos más complicados y controvertidos de su historia, siendo objeto
de toda clase de ataques y agresiones por quienes querían violentar la
legalidad, llegándose a exigir incluso su disolución.
También
experimentó diversas reorganizaciones siendo la más importante de ellas, la
surgida tras la frustrada sublevación militar encabezada el 10 de agosto de
1932 por el teniente general José Sanjurjo Sacanell, que se encontraba al
frente del Instituto de Carabineros y que anteriormente lo había estado del de
la Guardia Civil.
A pesar de
que apenas fue secundado, se pretendió disminuir su plantilla, se disolvieron
algunas unidades, se reorganizaron otras y su Dirección General se reconvirtió
en Inspección General, pasando a depender del Ministerio de la Gobernación, en
vez del de la Guerra como hasta entonces venía sucediendo.
Sin embargo, frente a aquella excepción, la mayoría
de los gobiernos de la República no sólo quisieron mantener el principal instrumento
policial que tenían para velar por el orden público, sino que aumentaron sus
efectivos en un 25 %, alcanzando una plantilla de 34.391 hombres. Igualmente
mejoraron sus condiciones de servicio, económicas, acuartelamientos, armamento
y medios materiales, destacando los de comunicación y movilidad.
También fortalecieron su moral, destacando la
concesión de enseña nacional a una veintena de Comandancias y sobre todo, con la
única concesión que hubo de la Corbata de la Orden de la República. Fue por
Decreto de 11 de febrero de 1935, “para
premiar como recompensa colectiva los innumerables actos heroicos llevados a
cabo por el personal del mismo y los relevantes servicios de carácter cívico y
humanitario que ha rendido a España y a la República en el cumplimiento de sus
deberes”.
Todo ello fue el justo reconocimiento a unos hombres,
que con sus familias en las casas-cuarteles, sufrieron la extrema violencia en
uno de los periodos más convulsos de la Historia de España y que tuvo su mayor
exponente en la llamada Revolución de Octubre de 1934, resultando muertos 111
de sus miembros y heridos otros 182.
Si los tradicionales pilares de honor, valor, lealtad
y disciplina, inculcados por el duque de Ahumada fueron vitales para la Guardia
Civil desde su creación en 1844, más se acreditaron durante la Segunda República.
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