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domingo, 3 de septiembre de 2017

LA GUARDIA CIVIL DURANTE LA SEGUNDA REPÚBLICA (1931-1936).

Introducción de Jesús Núñez publicada (pág. 13) en el libro "CUADERNOS DE UNIFORMES. II REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1936). LA GUARDIA CIVIL" cuyo autor es Francisco Camas Sánchez.

http://jesusnarcisonunezcalvo.blogspot.com.es/2017/05/blog-post.html

http://jesusnarcisonunezcalvo.blogspot.com.es/2016/12/cuadernos-de-uniformes-ii-republica.html


Cuando el 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República, el benemérito Instituto de la Guardia Civil, que contaba entonces con una plantilla de 27.487 efectivos, constituía el principal cuerpo de seguridad pública del Estado, tanto en entidad numérica como despliegue territorial.

Es por ello, que su posicionamiento era fundamental para conseguir “la instauración pacífica de la República con tranquilidad y con fuerza”, tal y como escribió en sus Memorias, su primer presidente, Niceto Alcalá-Zamora Torres.

Y ello quedó demostrado, según siguió relatando, al entrar aquel histórico día en el ministerio de la Gobernación, sito en la madrileña Puerta del Sol: En el portal la Guardia Civil nos presentó armas; todo había acabado en paz y éramos ya más que la revolución triunfante, su gobierno reconocido y servido por la fuerza armada regular”.

Desde esa fecha y durante los cinco años siguientes, la Guardia Civil vivió y padeció uno de los periodos más complicados y controvertidos de su historia, siendo objeto de toda clase de ataques y agresiones por quienes querían violentar la legalidad, llegándose a exigir incluso su disolución.

También experimentó diversas reorganizaciones siendo la más importante de ellas, la surgida tras la frustrada sublevación militar encabezada el 10 de agosto de 1932 por el teniente general José Sanjurjo Sacanell, que se encontraba al frente del Instituto de Carabineros y que anteriormente lo había estado del de la Guardia Civil.

A pesar de que apenas fue secundado, se pretendió disminuir su plantilla, se disolvieron algunas unidades, se reorganizaron otras y su Dirección General se reconvirtió en Inspección General, pasando a depender del Ministerio de la Gobernación, en vez del de la Guerra como hasta entonces venía sucediendo.

Sin embargo, frente a aquella excepción, la mayoría de los gobiernos de la República no sólo quisieron mantener el principal instrumento policial que tenían para velar por el orden público, sino que aumentaron sus efectivos en un 25 %, alcanzando una plantilla de 34.391 hombres. Igualmente mejoraron sus condiciones de servicio, económicas, acuartelamientos, armamento y medios materiales, destacando los de comunicación y movilidad.

También fortalecieron su moral, destacando la concesión de enseña nacional a una veintena de Comandancias y sobre todo, con la única concesión que hubo de la Corbata de la Orden de la República. Fue por Decreto de 11 de febrero de 1935, “para premiar como recompensa colectiva los innumerables actos heroicos llevados a cabo por el personal del mismo y los relevantes servicios de carácter cívico y humanitario que ha rendido a España y a la República en el cumplimiento de sus deberes”.

Todo ello fue el justo reconocimiento a unos hombres, que con sus familias en las casas-cuarteles, sufrieron la extrema violencia en uno de los periodos más convulsos de la Historia de España y que tuvo su mayor exponente en la llamada Revolución de Octubre de 1934, resultando muertos 111 de sus miembros y heridos otros 182.


Si los tradicionales pilares de honor, valor, lealtad y disciplina, inculcados por el duque de Ahumada fueron vitales para la Guardia Civil desde su creación en 1844, más se acreditaron durante la Segunda República.

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