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miércoles, 1 de septiembre de 2021

LA GUARDIA CIVIL EN SAN ROQUE (LXXXII). LAS COLUMNAS DE SAN ROQUE (y 2).


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR" el 30 de agosto de 2021, pág. 12.


El original está ilustrado con una fotografía en blanco y negro. 


 

 

Finalizaba el capítulo anterior mencionándose la muerte del guardia 2º Cristobal Riquelme Lobato, acaecida el 5 de septiembre de 1936 en San Martín del Tesorillo. Pertenecía a la plantilla de dicho puesto, donde estaba destinado desde noviembre de 1930, procedente del puesto de Vejer de la Frontera. 

 

Había nacido en Jimena de la Frontera el 11 de marzo de 1894, por lo que tenía 42 años de edad cuando lo mataron. Ingresó tardíamente en el benemérito Instituto pues contaba 32 años cuando lo hizo en 1926, siendo su oficio el de agricultor. Si el sueldo mensual de un guardia civil entonces apenas llegaba a 300 pesetas el de un jornalero del campo no llegaba ni a la mitad. 

 

En aquella época hubo muchos miembros de la Benemérita que no quisieron continuar siendo campesinos e ingresaron en ella tras aprender a leer y escribir durante su servicio militar. Con mucha maldad fueron bautizados por algunos como “desertores del arado”, una frase despectiva y cruel que extendían a todo aquél que no quería ser un obrero del campo, el trabajo peor pagado de todos, realmente un explotado.

 

Riquelme fue uno de ellos. Había hecho el servicio militar por su quinta durante tres años como soldado de Artillería en Ceuta y participado en quince hechos de armas durante las campañas de Marruecos en el territorio de Larache, habiéndosele concedido la cruz del mérito militar con distintivo rojo entre otras condecoraciones. Se presentó a los exámenes de ingreso en la Guardia Civil que se celebraron en la comandancia gaditana. Entonces no había academias de formación. Aprobó pero su escritura era muy deficiente, razón por la cual, el entonces jefe de aquella, teniente coronel Antonio Lozano Díaz, le concedió un plazo de cuatro meses para que la mejorase y repetirle la prueba escrita. 

 

Finalmente el 1º de abril de 1926 ingresó en la Guardia Civil. Tras un primer destino en el puesto de Lesaca, en la Comandancia de Navarra, pudo pasar destinado a la de Cádiz. El 7 de octubre de 1928 contrajo matrimonio con Lucía Sánchez Sánchez, natural y vecina también de Jimena, con quien tendría dos hijos llamados Isabel y José, que en septiembre de 1936 tenían 8 y 5 años de edad, respectivamente.

 

José Riquelme Sánchez seguiría inicialmente los pasos de su padre e ingresaría en la Guardia Civil pero su verdadera pasión y vocación sería el mundo de las letras. Estudiaría la carrera de magisterio y tras de dejar el benemérito Instituto en marzo de 1968 cuando estaba destinado en la Comandancia de Las Palmas de Gran Canaria, se entregaría a la enseñanza en La Línea de la Concepción y terminaría siendo un escritor, investigador y poeta de muy reconocido prestigio. Publicó sus colaboraciones en numerosos medios, entre los que destacan la revista de estudios campogibraltareños “Almoraima” así como los periódicos “Diario Área”, “Diario de Cádiz” y “Europa Sur”. Falleció en enero de 2001 cuando apenas le quedaban unos meses para cumplir 70 años de edad. Curiosamente su vinculación familiar y su antigua condición de guardia civil era desconocida para unos y omitida por otros.

 

De la trágica muerte de su padre dio cumplida cuenta el brigada Juan Colodrero Vergara, comandante de puesto de San Roque y jefe accidental de la línea de San Roque. El día 1º de dicho mes el teniente Odón Ojanguren Alonso, que había sido su responsable hasta entonces, había cesado al desplazarse a La Línea de la Concepción para hacerse cargo de las fuerzas de la Guardia Civil de los puestos de la residencia, Atunara y Campamento, tras el fallecimiento el 25 de agosto, de su titular. Éste se trataba del teniente Valeriano Silva Franco, herido mortalmente doce días antes en los combates de Guadiaro cuando guiaba a fuerzas de Regulares Indígenas.

 

El último hecho de armas que consta anotado en septiembre de 1936 en la hoja de servicios del malogrado guardia 2º Riquelme es el siguiente: “en la madrugada del día 5 de dicho mes, cuando prestaba servicio práctico con fuerzas de Regulares, que operaban en la barriada del Tesorillo, al pasar por la Plaza de la Iglesia y del interior de un edificio le hicieron varios disparos de escopetas, cargadas con balines y postas, que le produjeron infinidad de heridas de las cuales falleció casi instatáneamente; habiendo llegado después otras fuerzas rodearon la casa desde donde fue agredido este individuo, matando a uno de los agresores y deteniendo a cinco paisanos, poniendo en fuga a los restantes”.

 

El 12 de septiembre el jefe de la Comandancia de Cádiz, teniente coronel Vicente González García, daba cuenta al inspector general del Cuerpo en Valladolid, general de brigada de Infantería Marcial Barro García, de los familiares que había dejado dicho guardia 2º, a efectos de percibir la correspondiente derrama de la “Asociación de Socorros Mutuos de Tropa” de la Guardia Civil. Aquella, consistente en 3.000 pesetas, sería reconocida y abonada en octubre del año siguiente. Respecto a la pensión de viudedad, tras la instrucción del correspondiente expediente, se fijaría el 10 de mayo de 1940 por el Consejo Supremo de Justicia Militar, en una cuantía anual de 3.200 pesetas. Es decir, aproximadamente el 75% del sueldo anual de un guardia civil de entonces.

 

Aquella acción, protagonizada por una de las muchas columnas que durante aquel verano de 1936 salieron de San Roque con diferentes objetivos próximos, realmente no tenía intención de ocupar todavía la barriada de San Martín del Tesorillo. De hecho sería el último núcleo urbano que se tomaría por los sublevados, concretamente el 8 de octubre siguiente.

 

Antes participarían en la ocupación de otras poblaciones de la sierra gaditana como Grazalema y El Gastor, por ejemplo. Los combates más violentos acaecidos en el Campo de Gibraltar fueron los librados el 13 de agosto en la zona sanroqueña del Guadiaro, donde según el diario de operaciones del Tercer Tabor del Grupo de Fuerzas Regulares de Larache nº 4, “causan al enemigo más de 200 muertos y prisioneros”, siendo las bajas propias un muerto y 15 heridos, uno de los cuales fallecería poco después al igual que sucedió con el teniente Silva de la Guardia Civil que marchaba con ellos.

 

El 28 de septiembre dicho tabor, partiendo también de San Roque, acompañado de otras fuerzas, entre las que estaban los guardias civiles de los tres puestos del término municipal de Jimena de la Frontera que habían sido evacuados en los últimos días del mes de julio, ocuparía la localidad que daba nombre al municipio. Al día siguiente harían lo mismo con la barriada de San Pablo de Buceite y la fábrica de electricidad de la zona. 

 

En ambos núcleos urbanos, al igual que posteriormente en el Tesorillo, volverían a constituirse inmediatamente los puestos de la Guardia Civil con los mismos guardias civiles que habían estado destinados en ellas hasta su repliegue a San Roque. Las tres casas-cuarteles las encontraron saqueadas. Al llegar a Jimena conocieron que el brigada Salvador Carrasco Zurita, el único que se quedó y no se sublevó, había sido fusilado por milicianos frentepopulistas, como ya se relató en un capítulo anterior. 

 

 

 

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