Presentado el 6 de abril de 2022 en los Claustros del Convento de Santo Domingo en Jerez de la Frontera (Cádiz).
Prólogo de Jesús Núñez del libro “Crónica Negra de Jerez de la Frontera”, (1. Crímenes) escrito por Manuel Ramírez López y publicado por Tierra de Nadie Editores, págs. 7-9.
La primera vez que tuve contacto con Manuel Ramírez López, apasionado divulgador, prolífico escritor e infatigable investigador jerezano, fue hace ya casi tres lustros como consecuencia de un interés común: la Guerra Civil de España 1936-1939.
Por aquella época él publicaba en el periódico “Jerez Información”, en unión de José Ignacio Gómez Palomeque, lamentablemente ya fallecido, un interesantísimo y documentado serial semanal que superó los doscientos capítulos sobre qué sucedió durante la contienda y su periodo previo en Jerez de la Frontera. Por mi parte, me encontraba entonces elaborando mi tesis doctoral sobre la actuación de la Guardia Civil en la provincia de Cádiz durante ese trágico periodo de nuestra historia y de vez en cuando publicaba en “Diario de Cádiz” algún artículo sobre destacados personajes gaditanos que habían sido represaliados. Acababa de elevar a la categoría de libro, editado por la Diputación provincial, la biografía de quien fue su malogrado presidente en julio de 1936, Francisco Cossi Ochoa, historia sobre la que también mostraron su interés.
Fruto de aquel ya lejano contacto tuve la oportunidad de colaborar con ambos para que publicasen el 24 de mayo de 2008 en el periódico inicialmente citado, el capítulo núm. 148 de su serial, dedicado a la Guardia Civil jerezana en 1936.
La cuantiosa e interesantísima información publicada en sus artículos, complementada con otras investigaciones que los autores llevaron a cabo, terminaría por convertirse años después en dos volúmenes que bajo el título de “Jerez en Guerra”, constituye actualmente la obra más completa que hay sobre dicha materia. Su lectura es obligada para quien quiera saber lo que sucedió en la ciudad y la campiña durante dicho periodo y el que le precedió.
Ahora Manuel Ramírez se mete en solitario en otro lance como es la historia local de la crónica negra, bien por razón del escenario donde acontece el crimen o por la naturaleza de sus protagonistas. Y todo ello lo realiza de forma amena y sencilla a través de un recorrido cronológico y temático, debidamente seleccionado, basado principalmente en fuentes bibliográficas y hemerográficas que detalla profusamente.
El Diccionario de la lengua española, editado por nuestra Real Academia, da tres acepciones al vocablo crimen: delito grave, acción indebida o reprensible y acción voluntaria de matar o herir gravemente a alguien. La verdad es que en la obra que el lector tiene en sus manos esas tres acepciones podrían fundirse perfectamente en una sola.
El Código Penal actual, aprobado por la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, que constituye un constante y continuo compendio de la responsabilidad criminal y su reproche punitivo, establece que son delitos las acciones y omisiones dolosas o imprudentes penadas por la ley. A lo largo del texto normativo se definen las personas que son responsables criminalmente de los delitos (autores y cómplices), las organizaciones criminales (agrupación formada por más de dos personas de carácter estable o por tiempo indefinido, que de manera concertada y coordinada se reparten diversas tareas o funciones con el fin de cometer delitos) y los grupos criminales (unión de más de dos personas que, sin reunir alguna o algunas de las características de la organización criminal, tenga por finalidad o por objeto la perpetración concertada de delitos).
Pues la Crónica Negra que en modo alguno es un tratado de criminología, sino un relato a pie de calle, aborda todo ello desde el punto de vista del historiador, del investigador, del escritor o del periodista en cuyas fuentes bebe Manuel Ramírez para nutrirse y trasladar al lector su síntesis.
Si volvemos la mirada al pasado comprobaremos que frente al crimen, que siempre existió desde la creación de la naturaleza humana, se organizaron fuerzas para combatirlo y perseguirlo así como que se legisló para castigarlo y reprobarlo.
Respecto a la normativa punitiva estuvieron en primer lugar, Las Partidas de Alfonso X El Sabio, un rey importante en la historia de Jerez de la Frontera al que se debe su conquista en 1264, los Fueros y Cartas-Puebla otorgados por sucesivos monarcas así como la Novísima Recopilación de las Leyes de España, sancionada por Carlos IV en 1805, todo lo cual constituía la legislación penal del Antiguo Régimen. Luego vinieron los códigos penales de 1822, 1848, las importantes reformas de 1850 y 1870, así como los nuevos códigos de 1928, 1932 y 1944 hasta llegar al hoy vigente ya referenciado de 1995.
Todos los hechos y sucesos criminales recogidos en la extensa Crónica Negra de Manuel Ramírez se encontraban tipificados en dichos textos, siéndoles de aplicación según el periodo en que se perpetraron.
Para la prevención, persecución, represión, investigación y esclarecimiento de la actividad criminal se fueron organizando con el paso del tiempo fuerzas y cuerpos de seguridad, tanto de naturaleza militar como civil. La de mayor antigüedad y permanencia en Jerez de la Frontera es la del Cuerpo de la Guardia Civil que continúa ininterrumpidamente desde su llegada a la ciudad a finales de diciembre de 1844, con una sección de infantería al mando del segundo capitán Juan García. No es posible relatar la Crónica Negra jerezana sin citar a guardias civiles, carabineros, policías y guardias urbanos, la mayor parte de las ocasiones como garantes del orden y la ley si bien algunas veces también como víctimas.
Llegados a este punto, hay que decir que la víctima junto a la figura del delincuente, es la más importante de todas en esta materia. Sin el concurso de ambas no habría crimen ni crónica negra. Acudiendo nuevamente al Diccionario de la lengua española encontraremos cinco acepciones para dicho vocablo, pero la última es la que mejor se adapta al contenido del libro de Manuel Ramírez: persona que padece las consecuencias dañosas de un delito. Y con ello no me refiero solamente a quien materialmente ha sido objeto del delito sino que incluyo igualmente a su entorno, principalmente familiar, que también padece, y mucho, las consecuencias y secuelas del crimen.
Precisamente el libro de Manuel Ramírez, que seguramente no será el único que escriba sobre la crónica negra de su ciudad natal, se extiende y finaliza con un crimen acaecido el 22 de noviembre de 1995 en la persona de un empleado de una estación de servicio que fue objeto de un atraco y que lamentablemente sigue sin esclarecerse: el asesinato de Juan Holgado Castro. Recuerdo aquella noche de hace ya veintiséis años. Entonces era el capitán jefe del Subsector de Tráfico de la Guardia Civil de Cádiz. Las patrullas que estaban de servicio en carretera fueron alertadas por la emisora de lo sucedido. En esta ocasión no se facilitaron datos concretos del posible vehículo que hubiera podido utilizarse en la huida ya que se desconocía, pero la difusión de la novedad servía para identificar a los ocupantes de cualquier vehículo sospechoso que circulase procedente de Jerez de la Frontera. Sin embargo, la circulación era escasa aquella madrugada del miércoles y apenas había movimiento. Tal vez el autor o autores no salieron del casco urbano de Jerez de la Frontera. Ojalá el final de esa crónica negra hubiese sido bien diferente y ojalá, al igual que el resto, nunca hubiera tenido que escribirse.