Artículo escrito por Jesús Núñez, publicado en "EUROPA SUR" (pág. 13) y "DIARIO DE JEREZ" (pág. 30) el 2 de noviembre de 2017 así como en "DIARIO DE CÁDIZ" (pág. 41) el 3 de noviembre de 2017.
El original está ilustrado por una fotografía en blanco y negro.
El original está ilustrado por una fotografía en blanco y negro.
La Guardia Civil honra el 2 de noviembre la memoria de todos sus muertos en acto de servicio. Durante ese día las enseñas nacionales de las casas cuarteles ondean a media asta y se deposita una corona de laurel ante el monumento a los caídos.
La Comandancia de Algeciras, además, rinde emotivo homenaje con
la ofrenda de un ramo de flores ante el nicho de un joven guardia civil
algecireño asesinado el viernes 1 de febrero de 1980 por la banda terrorista
ETA.
Se llamaba José Manuel Gómez Martiñán y tenía 24 años de edad. Destinado
en el Puesto de Lequeitio, de la 541ª Comandancia de Vizcaya, fue asesinado junto
a otros cinco compañeros. No tuvieron opción a defenderse y los heridos fueron
brutalmente rematados sin piedad.
Se trataban de José Martínez Pérez-Castillo, de 25 años y natural de
Oria (Almería); de Antonio Martín Gamero, de 27 años y natural de Oliva de la
Frontera (Badajoz); de Alfredo Díez Marcos, de 25 años y natural de Fermoselle
(Zamora); de José Gómez Trillo, de 30 años y natural de Chirivella
(Valencia); y de Victorino Villamor González, de 41 años y natural de Quecedo de
Valdivielso (Burgos).
Los seis guardias civiles se encontraban prestando desde las 7,30
horas de la mañana, servicio de escolta en dos Land Rover a otro vehículo de la
empresa Esperanza y Cía, sita en Marquina, que transportaba dos morteros de 81
mm. y uno de 60 mm., así como varias cajas de granadas.
Cuando se encontraban circulando sobre las 8,15 horas a la altura de
p.k. 53 de la carretera que une Ispaster y Ea, cerca del cruce de Bedarona,
fueron atacados en una zona de curvas por una decena de terroristas que estaban
emboscados entre la maleza del monte.
Los dos vehículos de la Guardia Civil, que abrían y cerraban la
comitiva, sufrieron fuego directo a corta distancia, de fusil de asalto, subfusil
y escopeta. Sus ocupantes, repartidos de tres en tres, fueron brutalmente
acribillados sin darles tiempo a reaccionar. Gómez Martiñán iba en la parte
trasera del que abría la marcha.
Los vigilantes jurados Antonio Gallastegui Oyarzabal y José Calzacorta
Sololuce, que estaban en el vehículo que transportaba el material no sufrieron
disparo alguno. Fueron sacados del mismo y obligados a tirarse boca
abajo. Tan sólo pudieron testificar que cuando estaban en el suelo
siguieron escuchando algunos disparos y explosiones.
Eran los terroristas rematando a los guardias civiles, empleando
incluso granadas de mano. Una de ellas explotó a uno de los criminales al
intentar lanzarla dentro del segundo Land Rover, causando heridas mortales a
dos de los asesinos.
El cadáver del terrorista Gregorio Olabarría Bengoa apareció dos
horas después en la localidad cercana de Nachitua, en un coche robado dos días
antes en Bilbao. Llevaba un chaleco antibalas, presentando un gran orificio en
el vientre y la mano izquierda amputada al explotarle la granada. El otro
asesino fallecido, cuyo cuerpo apareció posteriormente en el cementerio de
Ermua, era Francisco Javier Gorrochategui Agote, con esquirlas en su
rostro de dicha granada.
El vehículo sustraído por los terroristas con su cargamento de morteros
y munición fue abandonado a unos 600 metros del lugar del atentado
recuperándose con todo su contenido intacto.
Los asesinos dejaron abandonados en su huida dos fusiles de asalto y un
subfusil belgas así como un par de chalecos antibalas, mientras arrebataron a
los cadáveres de los guardias civiles un fusil CETME y dos subfusiles Star.
Al día siguiente se celebró, con gran tensión y dolor, en la
cabecera de la Comandancia que mandaba el teniente coronel Antonio Sánchez Hernández,
el funeral de cuerpo presente de los seis guardias civiles asesinados,
presidido por el teniente general Antonio Ibáñez Freire, ministro del
Interior.
Al finalizar fueron trasladados a sus provincias de origen. Gómez
Martiñán, casado siete meses antes en Tarifa con Manuela Viera Panes fue inicialmente
enterrado allí. El funeral se ofició en la parroquia de San Mateo por el padre
Martín Bueno Lozano, también con muchísima tensión e incontenible dolor.
Asistieron la joven viuda, los padres del guardia civil
asesinado, José e Inés, su hermano Mario, otros familiares y numerosos
vecinos, además de autoridades civiles y militares de la provincia, tal y
como relata minuciosamente DIARIO DE CÁDIZ en su edición del día
siguiente. La nutrida representación de la Guardia Civil estuvo
encabezada por el coronel Francisco Gómez Espinosa, jefe de 24º Tercio de
Cádiz, y el teniente coronel Pedro Moreno Muñoz, jefe de la 242ª Comandancia
de Algeciras.
Aquel atentado, conocido como "la matanza de Ispaster", causó
una gran conmoción social contra los asesinos de ETA. El mismo día del
atentado, el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, ordenó en consejo de
ministros la creación de la Delegación Especial para el País Vasco y Navarra.
La crueldad y saña de los criminales rematando a sus víctimas con tiros
de gracia y granadas de mano, contribuyó a concienciar a los políticos de
la época que los guardias civiles no podían seguir usando vehículos sin blindar
ni otras muchas carencias que exigían importantes inversiones económicas. Por
desgracia, aún tardarían años y más muertos en subsanarse todo aquello.
Quien escribe estas líneas, que contaba entonces 17 años y aspiraba a
ser oficial de la Armada para continuar una tradición familiar de
muchas generaciones, decidió tras ver las impactantes imágenes de aquel atentado
en el telediario, ingresar en el benemérito Instituto. Y así lo hizo al año
siguiente. La 513ª Comandancia de Guipúzcoa fue su primer destino
voluntario al salir como teniente de la Academia General Militar.
La Guardia Civil terminó deteniendo a la mayor parte de los terroristas
quedando pendientes algunos criminales. La Audiencia Nacional condenó a 27 años
de prisión por cada asesinato a Francisco Esquisabel Echeverría y a Ángel
Recalde Goicoechea como autores; a Jaime Rementería Beotegui a 19 años como
cómplice; a Juan Ibarrucea Zubialdea y Ana Guerenabarrena Meabebastarrechea a 2
años como colaboradores; y a María Isabel Mendiola Zuazo a un año. Actualmente
todos en libertad.
Hoy día la ciudad de Algeciras, que al igual que la Guardia Civil no
olvida a sus muertos, rinde homenaje a la memoria de José Manuel Gómez
Martiñán, dando su nombre a una calle y compartiendo junto al policía Diego del
Río Martín, el monumento a las víctimas del terrorismo.
El próximo mes de diciembre los algecireños podrán hacerlo también visitando en el centro cultural José Luis Cano la exposición donde durante dos semanas, gracias a la colaboración del ayuntamiento, se honrará la memoria de dicho guardia civil y de sus otros 242 compañeros de Instituto, también asesinados, víctimas del terrorismo en las últimas cinco décadas.
El próximo mes de diciembre los algecireños podrán hacerlo también visitando en el centro cultural José Luis Cano la exposición donde durante dos semanas, gracias a la colaboración del ayuntamiento, se honrará la memoria de dicho guardia civil y de sus otros 242 compañeros de Instituto, también asesinados, víctimas del terrorismo en las últimas cinco décadas.
Hace muy poco recorrí, haciendo turismo, la ruta de Ispaster yendo hacia Lekeitio y cuando leí el rótulo de Ispaster, sentí un escalofrío y una gran tristeza. Recordé entonces haber visto o leído un artículo de una de las viudas de los desafortunados guardias asesinados que había visitado ese lugar muchísimos años después del atentado porque antes no se había sentido con fuerzas. Vi en la carretea una pequeña cruz de piedra, ignoro si era justo en el lugar exacto. Internamente, mientras atravesaba aquel precioso bosque, recordé a aquellos hombres y sobre todo a sus familias, aquellos padres, hermanos, hijos, amigos cuyas vidas cambiaron para siempre. Jamás les olvidaremos porque gracias a ellos y muchos como ellos se construyó este país, que desafortunadamente sigue sin rendirles el homenaje que les corresponde.
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