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viernes, 18 de junio de 2021

LA GUARDIA CIVIL EN SAN ROQUE (LXIX). LOS PRIMEROS COMBATES DEL GUADIARO (1936).


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "EUROPA SUR" el 31 de mayo de 2021pág. 14.


El original está ilustrado con una fotografía en blanco y negro.

 

Vista la situación descrita en el capítulo anterior, el coronel Fulgencio Gómez Carrión se desmoralizó y firmó el 20 de julio de 1936 su último documento como máximo responsable del 16º Tercio. Era consciente que todo estaba ya perdido.

 

Según consta en su expediente personal, con dicha fecha participó al inspector general del Cuerpo que se daba de baja médica para el servicio al encontrarse enfermo “por padecer agotamiento físico y ciática”, ingresando en el hospital militar de Málaga. Igualmente comunicó que entregaba el mando y despacho del 16º Tercio al teniente coronel Aquilino Porras Rodríguez, jefe de la Comandancia de Málaga. 

 

Ya no volvió a hacerse cargo de dicha jefatura, permaneciendo un largo periodo de estancia hospitalaria en el que se le diagnosticó enajenación mental. Ello le permitió sobrevivir algunas semanas más que sus colaboradores más directos. Dado de baja definitiva para el servicio activo el 1º de agosto siguiente, fue procesado como ex-coronel por el juzgado militar especial de instrucción de Málaga en la causa núm. 93/1936, por el delito de rebelión militar. 

 

El resto de encartados en dicho procedimiento, encabezados por quien había sido el comandante militar de la provincia, general de brigada de Infantería Francisco Patxot Madoz, sería sacado por “una muchedumbre armada” el 22 de agosto de la prisión donde estaban recluidos. Fueron “fusilados por el pueblo” como represalia a uno de los bombardeos aéreos sufridos en la ciudad. Finalmente Fulgencio Gómez sería fusilado el 20 de septiembre siguiente junto a medio centenar de detenidos de diversa procedencia social, considerados desafectos a la causa republicana. El 16 de agosto ya lo había sido el teniente coronel Porras junto a varios jefes y oficiales de la Guardia Civil que también estaban detenidos.

 

El mando del Tercio le fue conferido inicialmente al capitán Cristóbal Román Durán y el de la Comandancia al brigada Francisco Torrubia Mateos, a quien se le acababa de otorgar dicho empleo a propuesta del gobernador civil. Había ascendido a sargento el mes anterior pero su activa y acreditada lealtad al régimen republicano frente a la sublevación militar le propició esa nuevo y rápida promoción. 

 

El capitán Román en cambio sería apartado por desafecto y dado definitivamente de baja para el servicio el 10 de diciembre siguiente en la Guardia Nacional Repúblicana, nombre con el que se rebautizó a la Guardia Civil en la zona gubernamental. Según consta en su expediente personal, el 5 de enero siguiente se pasó por el sector granadino de Loja al bando sublevado, “llevando documentación y planos de los frentes de guerra”. 


 

Lo hizo en unión del capitán Antonio Fernández Sevillano, los guardias 2º Francisco González Infantes y Segundo Cardoso Gómez, todos ellos de la Comandancia de Málaga, así como del cabo de la Guardia de Asalto José Molina Podadera y su hermano Vicente, soldado del ejército republicano.

 

Tras practicarse la correspondiente investigación sobre su conducta y días antes de la ocupación de la capital malagueña, pasó a prestar servicio bajo las órdenes del gobernador militar del Campo de Gibraltar. La misión encomendada fue “para su utilización en columna de operaciones”, según participó el comandante Manuel Márquez González, como jefe accidental de la Comandancia de Cádiz, al inspector general interino de la Guardia Civil en Valladolid, general de brigada de Infantería Marcial Barro García. A los pocos meses de finalizar la Guerra Civil sería destinado a mandar la compañía gaditana de Villamartín, donde permanecería casi un año. Realmente se podría escribir una novela basada en sus actividades y vicisitudes acaecidas a lo largo de su carrera profesional que culminaría con el empleo de coronel.

 

Respecto al brigada Torrubia, tras ser ocupada el 8 de febrero de 1937 la capital malagueña por los sublevados, sería detenido y fusilado al igual que le sucedió a más de medio centenar de guardias civiles de diferentes empleos, reconvertidos en guardias nacionales republicanos y considerados desafectos al “Glorioso Movimiento Nacional”. La represión en ambos bandos se cebaría especialmente con los componentes de la Guardia Civil. Ni en una ni otra zona habría piedad ni perdón para ellos. Esa es otra de las trágicas historias de aquella contienda que queda pendiente de relatar con luz y taquígrafos.

 

Gracias también al ya mentado capitán Ramos Hitos, infatigable escritor e investigador lamentablemente fallecido hace unos años, se conocen una serie de vicisitudes, referidas a guardias civiles de la Comandancia de Málaga y que tuvieron por escenario el término municipal de San Roque. Acaecieron en las primeras semanas de la Guerra Civil y fueron dadas a conocer con ocasión de un extenso artículo publicado en enero de 1994 en la revista profesional “Guardia Civil”.

 

Resultó que cuando el 27 de julio de 1936 se produjo el ataque a la localidad de San Roque por parte de una numerosa columna procedente de Málaga, ya relatado en capítulos anteriores, hubo un reducido grupo de guardias civiles que formaban parte de la misma.

 

Si bien no participaron en los hechos relatados en su momento en el interior de la población ni en el ataque a la casa-cuartel, acreditaron “su valor y entusiasmo por la causa republicana”. Según la documentación original consultada por Ramos, cuando al llegar las fuerzas de auxilio procedentes de Algeciras, encabezadas por tropas de regulares indígenas, los integrantes de la citada columna malagueña iniciaron la retirada, “un tanto precipitada y confusa dada la heterogeneidad de los grupos combatientes”.

 

Realmente lo que entonces se produjo fue una desbandada pero aquellos guardias civiles de la Comandancia de Málaga que se habían quedado en las afueras de San Roque, protegiendo la columna de camiones, lograron que algunos de los conductores que habían iniciado la huida regresasen para poder recoger al mayor número de componentes republicanos que fuera posible.

 

Otra de las vicisitudes recogidas en la documentación original está fechada el 6 de agosto siguiente: “las dos máquinas ametralladoras de esta Comandancia, servidas por la fuerza del Cuerpo que formaba parte de la columna de leales que operaba sobre el frente de San Roque, sostuvieron un intenso tiroteo con otra rebelde que avanzaba en dirección a San Enrique de Guadiaro, logrando con la eficacia del fuego ponerla en fuga sin que lograra su objetivo y sin que produjera ninguna baja en las fuerzas leales. La actuación de dicha fuerza es digna del mayor elogio, mereciendo unánimes felicitaciones por su alto espíritu militar y valor demostrado en defensa de la República, resaltando sobre ello la enérgica actuación del Cabo Manuel Gómez Rueda”.

 

A dicho cabo, “de acuerdo con la Comisión de Ascensos del Comité Central de la Guardia Nacional Republicana”, le sería conferido el empleo de sargento el 23 de octubre de 1936. Tras no pocas vicisitudes terminaría sobreviviendo al final de la contienda y a la posguerra, no siéndole reconocido ascenso alguno y dado de baja definitiva para el servicio. Habría de esperar al inicio de la Transición democrática, cuando en aplicación del real decreto-ley núm. 10/76, sobre amnistía, de 30 de julio, se le concedió el 3 de junio de 1977 el pase a la situación de retirado a los efectos económicos de percibir una pensión. 

 

(Continuará).

 

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