Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "SERGA", núm. 20, noviembre-diciembre de 2002, págs. 17-24.
El original está ilustrado con 10 fotografías en blanco y negro.
Gracias al detallado diario de operaciones de la Harka, llevado personalmente por el propio bilaureado, es posible seguir puntualmente todas y cada una de las acciones realizadas.
La primera de ellas fue la noche siguiente a su toma de mando. En la noche del 8 de octubre el comandante Varela salió con parte de sus hombres del campamento para montar un servicio de emboscada ya que solía ser habitual que los rifeños rebeldes realizaran acciones nocturnas de hostigamiento a las posiciones españolas. La acción fue un éxito y lograron sorprender a una partida enemiga en los alrededores de Azib de Midar, causándoles dos muertos y capturar su armamento, huyendo el resto. Por otra parte el campamento de la Harka fue hostigado por fuego de fusil que también fue contundentemente contestado.
Vista la experiencia del primer combate Varela ordenó realizar diversos trabajos de fortificación alrededor del campamento, ya que éste se encontraba muy próximo a la línea de contacto enemiga y las acciones de los rebeldes eran más habituales que lo que era de desear.
El 16 de octubre ordenó al teniente Cistué marchar a Dar Azugay para recoger la Mía de Caballería y trasladarla al campamento central de la Harka situado ya entre las posiciones de Tauriat-Tausat y Azib de Midar, quedando allí concentradas todas las fuerzas, en donde fueron revistadas por primera vez por el general Sanjurjo en su calidad de comandante general de Melilla, quedando muy satisfecho del estado en que las encontró.
Durante las semanas siguientes las acciones de la Harka se sucedieron una tras otra, tratándose fundamentalmente de emboscadas e incursiones en el campo enemigo, que causaron constantes bajas al enemigo y obtuvieron en numerosas ocasiones cuantioso botín de artículos de contrabando (azúcar, telas, velas, etc.) que los propios rebeldes pretendían pasar. Una vez procedida la venta de lo aprehendido, Varela repartía su importe entre sus guerreros.
Pronto empezaron a recibirse las primeras felicitaciones escritas. La primera fue el 24 de octubre de 1924 dimanante del coronel de Caballería Angel Dolla Lahoz, jefe de la circunscripción: “Felicito al Comandante Varela por los notables servicios que viene prestando la Harka a sus órdenes, con lo que se evidencia la utilidad de dicha fuerza, como era de esperar mandándola tan acreditado Jefe”.
El 2 de noviembre se dio por finalizada la reorganización de la Harka que quedó dividida en dos Tabores de Infantería con tres Mías cada uno a razón de 100 hombres así como una de Caballería con el mismo número, quedando el resto encuadrado en la plana mayor.
El propio Varela realizó la selección final de los indígenas que debían componer la Harka, licenciando los de dudosa conducta y reclutando los que a su juicio merecían más solvencia y prestigio. En palabras del bilaureado: “La gente desde luego, tengo ir seleccionándola pues hay mucho malo, pero sin embargo tengo jefes buenos de importancia que pienso hacerlos oficiales”.
Apenas cuatro días después se llevó a cabo la primera acción de conjunto de la Harka dirigida por Varela, participando simultáneamente cuatro mías de Infantería mandadas por el capitán Simón Lapatza y la de Caballería encabezada por el teniente Joaquín Esponera. La operación se inició a las 22 horas del día 6 de octubre realizándose el movimiento de las fuerzas al amparo de la oscuridad de la noche hasta la zona de Carra-Midar y avisándose previamente de la maniobra a las posiciones de Tama-Susin, Ain Kert así como a la Aviación.
El silencioso avance continuó durante las primeras horas de la madrugada del día 7 hasta que las Mías ocuparon ventajosas posiciones en las proximidades de las alturas del Busfetdauen en donde quedaron adecuadamente apostadas en espera de la llegada del enemigo que tenía por costumbre llevar a pastar su ganado al llano.
Sobre las 10 de la mañana apareció una avanzadilla rebelde reconociendo el terreno seguida de una veintena de indígenas armados y su numeroso rebaño. La sorpresa fue total y el enemigo se vio rápidamente desbordado por la superioridad del fuego harqueño, sufriendo numerosas bajas mientras que las fuerzas de Varela sólo tuvieron un muerto y un herido.
Finalizada la acción se regresó al campamento con cinco enemigos muertos y su armamento así como con trescientas cabezas de ganado lanar que fueron distribuidas como botín entre el personal de la Harka. Varela en su parte de aquel día terminaba expresando que “esta Harka ha demostrado en su primer encuentro de conjunto, valor y disciplina, siendo digno de hacer constar no haya desertado todavía ni aún en las noches que como la pasada tanto la aprovechaba este personal para huir con armamento, ni un solo caso”.
El detallado diario de operaciones de la Harka va relatando todas y cada una de las acciones que va protagonizando durante los siguientes meses, con un común denominador: ataques y emboscadas por sorpresas, numerosas bajas enemigas y captura de cuantioso armamento y botín, todo ello a costa de escasas perdidas propias y sin deserciones.
Destacan, entre otras, las acontecidas en la madrugada del 8 de enero de 1925 en el camino de Ulad Dris, en donde falleció el cabecilla rebelde Mizzian Ali U-Amar, jefe de la cabila de Beni-Tuzin; y la de la madrugada del 19 de dicho mes en las alturas de Dar Mizian y Amar Fareh.
Respecto a ésta última el teniente coronel de Infantería Miguel Abriat Cantó escribió lo siguiente: “Sobradamente conocidas por todo el Ejército son las excepcionales condiciones que adornan al Comandante Varela y que en esta operación no hace más que continuar su brillante historial, desde el momento en que la concibe y planes hasta que, conseguidos los objetivos, vuelve con su gente al estado de descanso”.
Las acciones continuaron sucediéndose una tras otra, destacando la de la madrugada del 3 de febrero de 1925 por la incursión al Yebel Udia en Beni Ulichek, felicitada por el propio general Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, presidente del Gobierno, alto comisario y jefe del Ejército de Marruecos, quien diría: “Comportamiento Harka, excelente, y táctica de acometividad seguida es la única que, teniendo en jaque al enemigo, lo desmoraliza, garantizando así la seguridad de nuestras líneas y favoreciendo la ardua misión que en Marruecos nos está encomendada”.
El general Sanjurjo tampoco se quedó atrás en elogios por dicha acción: “El comportamiento de este Jefe y de toda su Harka fue admirable, tanto en el ataque, en que derrocharon valor, inteligencia y disciplina, como en la retirada en la que hizo alardes de pericia y dotes de mando”.
Las visitas a la Harka
Con el paso del tiempo, el éxito de las acciones de la Harka Varela, como enseguida empezó a ser conocida, y la aureola de su comandante comenzaron a ocupar numerosos titulares de la prensa nacional. Junto a las habituales revistas al campamento de los mandos militares de la zona, destacando las del general Sanjurjo que siempre que podía se acercaba para estar con su amigo y subordinado, se prodigaban las de los periodistas y algunas celebridades de la época.
Una de ellas y de la que queda oportuna constancia gráfica y documental aconteció el 17 de noviembre de 1924, protagonizada por los diestros “Algabeño”, “Cañero” y Sánchez Mejías, habiendo de recordar en este punto la gran afición de Varela por la fiesta nacional.
Uno de los periodistas que acompañaba aquella visita taurina publicó una extensa crónica en el “Liberal de Sevilla” que empezaba así: “Estamos en Midar. Frente a la posición que con su Harka defiende el simpatiquísimo Comandante Varela, por quien tememos todos, aunque cree él que está seguro, se encuentra en la posición de Tauriat-Tausat, la más avanzada de este sector, desde donde se ven las guardias moras metidas en sus trincheras, una de cuyas guardias (veintinueve moros enormes) cayó íntegra en poder de la Harka de Varela, que mató a veintiocho y se trajo un morito para recuerdo”.
Además del general Sanjurjo se acercaban a visitar a Varela y la Harka los demás jefes de los campamentos militares españoles como el de Tafersit y otros cercanos. Todos querían conocer in situ aquella unidad que el joven comandante bilaureado había reorganizado tan brillantemente en menos de cuatro meses obteniendo numerosos éxitos que tanta moral habían dado a las fuerzas propias.
En palabras de algunos cronistas la Harka Varela, en tan corto espacio de tiempo, llegó a marcar época en la historia de nuestra acción marroquí y especialmente en la lucha contra el cabecilla rifeño, al que traía en jaque en aquel sector sin dejarle un momento de tranquilidad. En la España de aquel tiempo la prensa la convirtió en casi leyenda y en el Protectorado, la cosa no quedaba atrás, siendo frase habitual de los indígenas de la zona la frase “Varela estar santón”.
Su prestigio volvió a hacerse patente una vez más durante un viaje realizado en compañía del general Sanjurjo a la Península entre finales de febrero y principios de marzo de 1925, llegando a ser recibido por el propio Rey Alfonso XIII, en el madrileño palacio de la plaza de Oriente.
La prensa de aquellos días sirve de notario de cuantos homenajes recibió allá por donde pasara. Varela fue entrevistado constantemente por los periodistas sobre la Harka, no perdiendo aquél ocasión para alabar a sus guerreros. “Con los moros empecé y con ellos sigo. Son buena gente, abnegados, valientes y decididos”. Para entonces el bilaureado militar contaba ya con cerca de un millar de guerreros y el apoyo de tan sólo un pequeño grupo de oficiales españoles.
El cañón del Monte Ifermin
Entre las acciones más heroicas protagonizadas en el primer semestre de 1925 por la Harka sobresalió el asalto, en la madrugada del 24 de marzo, al monte Ifermín encabezado personalmente por Varela al frente de sus hombres, con la misión de destruir un cañón rebelde que hostigaba a las fuerzas españolas estacionadas en Tafersit y otros campamentos cercanos.
Aunque tanto la aviación como la artillería española del 15'5 y del 10'5 lo habían descubierto y atacado en repetidas, no habían sido capaces de silenciarlo, cambiando de asentamiento cada dos por tres. Enterado Varela de ello, y previa la oportuna autorización decidió preparar un golpe de mano y acabar con aquella pesadilla. El objetivo se cumplió y el cañón fue destruido.
El extenso y detallado parte de los hechos elevado por Varela al comandante general de Melilla, no tiene desperdicio tal y como lo demuestran los siguientes párrafos seleccionados:
“Para adquirir noticias sobre el enemigo envié a la zona rebelde al indígena Hach Ben Haddu, cuya familia reside en la misma; éste regresó manifestando que en los poblados de Beni Medien y Beni Arrut existía un núcleo de 150 hombres distribuidos en guardias y barrancos próximos a la posición de Tizzi-Azza. Añadió el confidente que la protección del cañón había sido reducida a 50 hombres y que su emplazamiento estaba rodeado de numerosas trincheras”.
“... Previa autorización de V.E. salí de este Campamento a las 9 de la noche (del 23) con toda la Harka dividida en siete Mías y éstas a su vez fraccionadas en cuatro núcleos cuya composición y orden era el siguiente: 2ª, 4ª y 5ª Mías mandadas por el Capitán Lapatza y con el Teniente Tejero, constituían la fuerza de ataque al emplazamiento del cañón e inutilizarlo. La 6ª y parte de la 7ª, a las órdenes del Teniente Esponera, cubrirían el flanco derecho ocupando contrafuertes y cabezas de barrancos que desde Bumedien y Bugassi dan acceso a la vertiente occidental. El Teniente Rodríguez Rivero con la 1ª y el resto de la 7ª cubriría el flanco izquierdo impidiendo el acceso a la divisoria de aguas por la parte oriental, evitando al propio tiempo la subida del enemigo procedente de las guardias de Beni Medien y Beni Arrut y del que pudiera llegar de la hoyada de Tafersit. El Teniente García Pumariño marcharía a retaguardia del grupo de centro ocuparía los distintos escalones que en su retirada había de seguir el grupo de ataque y vigilaría la retaguardia con un núcleo de reserva ...”.
“... Seguía el Jefe que suscribe al grupo de ataque acompañado de su escolta y ya muy próximos al emplazamiento del cañón las fuerzas del Capitán de Lapatza fueron descubiertas por el enemigo, en cuyo momento fui herido en el vientre sin gravedad. Las tropas de dicho Capitán se lanzaron con extraordinaria bizarría conducidas bravamente por éste y Teniente Tejero arrojando bombas de mano y haciendo rápido fuego. La lucha fue obstinada, pero corta, logrando apoderarse de la pieza, que ante la imposibilidad de ser traída, condición con la que se había contado de antemano, se procedió a introducirle en el ánima seis paquetes de trilita, operación realizada personalmente por Lapatza y Tejero, consiguiéndose inutilizarlo y siendo despeñado sobre la hoyada de Tafersit desde una altura de unos 700 metros ...”.
Buena prueba de la humildad de Varela y su falta de afán de protagonismo, al que sin embargo tenía todo el derecho, lo demuestra el siguiente párrafo del citado parte: “... Luchamos con gran cantidad de enemigos que estaban próximos a las alambradas de la posición y después de duro encuentro con éste logramos desalojarlo del frente y desviándolo a la derecha en dirección a Asgul, facilitando que por nuestro flanco izquierdo pudiera retirarse el Capitán Lapatza que venía herido en el pecho acompañado del Teniente Tejero y un grupo de harqueños ...”.
Gracias al parte-propuesta de ascenso de Varela a teniente coronel por méritos de guerra formulado por el general Sanjurjo sabemos lo que el bilaureado comandante no quiso detallar sobre su bizarro comportamiento: “... Logrado por completo el objetivo, dispone el Jefe la retirada, que se efectúa con mucha dificultad por la lluvia y la nieve, logrando llegar a la posición de Tizzi Almá; pero notada la falta del capitán Lapatza, el citado Jefe ordena y dirige por sí mismo, no obstante encontrarse herido en el vientre, una enérgica reacción ofensiva hasta lograr recoger a dicho Capitán que se hallaba también herido grave en el pecho ...”.
La Harka tuvo en aquella acción un total de 13 muertos y 21 heridos, siendo Varela uno de ellos que con ésta recibía su cuarta herida de campaña en Marruecos. Los rifeños rebeldes dejaron a su vez en el terreno 27 muertos y 30 heridos, pero lo que más lamentaron fue la humillación que sufrieron por la pérdida de aquel cañón que alardeaban de ser indestructible.
Pronto se recibieron incontables felicitaciones del Protectorado y de toda España, destacando la de los generales Berenguer, Saro y Barrera así como las de los coroneles Millán Astray, Franco y Goded. El propio Rey Alfonso XIII envió también la suya: “El Rey a Comandante Varela.- Te envío muy cariñosa felicitación que hago extensiva a los que bajo tus órdenes coadyuvaron a brillante y arriesgada hazaña, enviando también Capitán Lapatza mi afectuoso saludo. - Alfonso”.
El 5 de abril de ese mismo año, en el campamento de Tafersit y ante la Harka formada, el comandante Varela y el capitán Lapatza, como recompensa por tal hecho de armas, fueron condecorados personalmente con la Medalla Militar individual por el Presidente del Gobierno, el teniente general Miguel Primo de Rivera Orbaneja.
El desembarco de Alhucemas
Durante los meses siguientes las acciones de la Harka continuaron sucediéndose con igual éxito quedando minuciosamente detalladas en el referido diario de operaciones. Mención especial merece la llevada a cabo en la madrugada del 28 de abril de 1925, que atacaron simultáneamente las cuatro guardias del macizo de Afriu, frente a las posiciones de Isasen Lassen y Taurist Tausat. La Harka tuvo 8 muertos y 11 heridos, entre estos últimos el capitán Cardeñosa, mientras que los rebeldes sufrieron 21 muertos y 35 heridos, encontrándose entre los fallecidos el caid Honson, delegado de Abd-el Krim en aquel sector.
En el mes de junio las tropas indígenas no regulares sufrieron una reorganización de forma que las denominadas Harkas Auxiliares, de las que la Harka Varela formaba parte, pasaron a constituir una sola en cada región del Protectorado, pasando entonces ésta a denominarse Harka de Melilla, quedando sus oficiales y suboficiales en la situación militar de “al servicio del Protectorado”, en igual forma que lo estaban los destinados en Intervenciones y Mehal-las.
Dentro del periodo de tiempo que precedió al desembarco de Alhucemas destaca por el elevado número de bajas que tuvo la Harka, a costa de salir victoriosa una vez más, la operación del 1 de agosto, en que prestaron decisivo apoyo a un convoy que pretendía entrar en la sitiada posición de Taurist Amarán. La Harka de Varela tuvo aquel día 15 muertos y 48 heridos, encontrándose entre estos últimos los tenientes García Pumariño y Rodríguez Rivero así como el caid mía Ben Nazar Mizian.
A finales de agosto se empezaron a realizar los preparativos para el desembarco, recibiéndose la visita en el campamento de la Harka del general de brigada Emilio Fernández Pérez, quien quedó sumamente satisfecho del magnífico estado de la fuerza inspeccionada.
A primera hora de la mañana del 1 de septiembre la Harka al completo marchó a Bufarcus donde embarcó en una treintena de camiones que la trasladó hasta el cuartel melillense de San Fernando. Por la tarde desfiló ante el general Sanjurjo, delante del edificio de la comandancia general, y recorrió diversas calles de la plaza entre el numeroso público que se agolpó para vitorearla.
Tras avituallarse del 2 al 4 de septiembre, con los materiales y víveres necesarios para la expedición y ser revistada nuevamente por el general Fernández Pérez, el día 5 la Harka volvió a desfilar por delante de la comandancia general, bajando desde allí por las vías principales hasta el muelle de Villanueva entre la curiosidad y admiración de los melillenses.
Al llegar al puerto embarcó ordenadamente en el vapor “Alhambra” de la Compañía Transmediterránea que se hizo a la mar sobre las 8 horas de aquella tarde quedando fondeado frente a Melilla, donde pasó la noche.
El 8 de septiembre la columna de Ceuta inició por fin en la playa de la Cebadilla el histórico y prolongado desembarco en la bahía de Alhucemas, primera operación aeronaval de la historia, mientras que la de Melilla tuvo que esperar hasta el día 10 para hacerlo en la playa de los Frailes, dado el mal estado de la mar.
A las 14 horas de aquel día, persistiendo aún la mala mar, se acercó a la costa el vapor “Alhambra” para proceder al desembarco de la Harka. Varela y sus primeras fuerzas lo hicieron a bordo de las barcazas “K-12" y “K-21" llegando a la orilla sin accidentes ni incidencias, pasando seguidamente a ensanchar el frente por su izquierda y entrando en contacto con la Mehal-la nº 2, frente a los constantes contraataques artilleros y de fusilería de los rebeldes.
En la noche del 11 de septiembre una casamata de Morro Nuevo que estaba ocupada por una sección de la citada Mehal-la, cayó en manos de los rifeños tras quedar muertos y heridos todos sus defensores. El coronel de Estado Mayor Manuel Goded Llopis, mandó que fuera recuperada por Varela y su Harka. Lanzados al ataque y entablado encarnizado combate cuerpo a cuerpo consiguieron recuperarla causando al enemigo 95 muertos y 55 heridos.
Los rebeldes al ver perdida dicha posición realizaron un contraataque contra las líneas de la Mehal-la que mandaba el teniente coronel de Infantería Miguel Abriat Cantó, logrando hacer una brecha que fue taponada por la Mía mandada por el teniente Tejero, causando numerosas bajas al enemigo. A partir de aquel día dicho lugar fue conocido por “Collado de la Harka Varela”.
Al amanecer el 12 de septiembre la situación quedó estabilizada en esa zona, escribiendo el coronel Goded que aquella noche había sido la más amarga de su vida militar, dado el número de bajas propias. Sin embargo la Harka, que fue propuesta para la Medalla Militar colectiva, sólo tuvo que lamentar 3 muertos y 18 heridos, habiendo consumido 45.521 cartuchos de fusil máuser de 7 mm. y 300 granadas de mano.
Durante los días siguientes las posiciones de la Harka fueron constantemente hostilizadas por fuego artillero y de fusilería que obligaron a empeñarse en los necesarios trabajos de fortificación hasta que el 22 de septiembre se ordenó por el mando una maniobra ofensiva para ocupar Monte Malmusi y Morro Viejo y poder así acabar desde posiciones tan dominantes con la artillería enemiga.
Iniciada la operación combinada a las cuatro de la madruga por diferentes fuerzas, entre las que se encontraban la Harka con Varela al frente así como la Harka de Muñoz Grandes, la maniobra se tornó terriblemente sangrienta produciéndose numerosos muertos por ambas partes, entre los que se contaron los de los capitanes Cardeñosa y Rodríguez Bescansa así como el del caid mía Si Ben Naser Al-lal Mohand.
Sus cadáveres fueron evacuados a Melilla en el vapor “Villareal”. El del caid fue entregado a su familia en el mismo muelle siendo seguidamente sepultado en el cementerio moro de Azib de Midar, perteneciente a la cabila de Beni Tuzin, mientras que los de los dos capitanes fueron enterrados en el cementerio cristiano de la plaza, siéndoles impuestas ante dos compañías de Ingenieros que les rindieron honores, por el coronel de Infantería José García Aldabee y Mancebo, comandante general accidental de Melilla, la medalla militar individual concedida a título póstumo.
Reanudada la empresa ofensiva el 23 de septiembre la columna de Ceuta inició el ataque de Malmusi Alto mientras que la de Melilla continuó la de Malmusi Bajo y Morro Viejo. La Harka Varela, formando parte del ala derecha de la vanguardia del coronel Goded, volvió a batirse una vez más con gran valor recibiendo numerosas felicitaciones por su bizarro comportamiento, siendo reconocida como “fuerza de asalto de admirable y conveniente empleo” y denominándose a la posición de Malmusi como “Cardeñosa”.
A las 11'30 horas de aquella mañana los mandos de ambas columnas comunicaban al general Sanjurjo haber conseguido todos los objetivos, con lo cual quedaba considerablemente ensanchado todo el frente y en condiciones de ser utilizadas las calas septentrionales de la península de Morro Nuevo en la bahía de Alhucemas.
Pocos días después la Harka perdía otro oficial, el joven teniente Arnoldo Eyaralar Almazán, procedente de la Legión, que moriría en Melilla a donde fue evacuado en el vapor "Villarreal" como consecuencia de las heridas recibidas en el ataque a Malmusi Bajo.
A partir del 30 de septiembre el alto mando dispuso llevar a cabo una nueva operación de ensanchamiento del frente, señalando como objetivos la ocupación del Monte de las Palomas, el de Taramara, y Buyibar Bajo. A la Harka Varela le fue encomendado el avance por el valle de Teganin hacia las laderas orientales del Monte de las Palomas realizando un brillante y heroico ataque a una posición artillera intermedia defendida por 300 rebeldes y dotada de una pieza Schneider del 7'5, la loma nº 7, que el propio Goded dejo relatado en su obra “Marruecos. Las etapas de la pacificación”, editada en 1932.
Muestra de la violencia de aquel ataque fue que la Harka consumió en él 48.500 cartuchos y 810 granadas de mano, sufriendo 17 muertos, entre ellos el caid Hach Ahmed Bu-Sfia hijo del entonces caid de la cabila de Quebdana, así como 63 heridos, entre los que estaba el caid mía Hammadi Ben Abdel-lah, de Beni Tuzin. La posición rebelde estaba plagada de decenas de cadáveres enemigos, sorprendiendo el hecho de encontrar a los servidores del cañón atados con cadenas a la pieza.
Nueva y sucesivamente el comandante Varela, que portaba un gorro azul y una faja encarnada ceñida a la cintura, junto a su Harka continuó distinguiéndose en todas y cada una de las acciones en la que toma parte. Así se sucedieron la toma el 1 de octubre del poblado de Adrar Seddum “que se realiza con tal arrojo y decisión que los rebeldes no tienen tiempo de huir y dejan en su poder prisioneros, una ametralladora de posición, un fusil ametrallador y multitud de municiones y efectos de guerra”; y al día siguiente la de La Rocosa, con tal rapidez y audacia “que el enemigo, sin tiempo para rehacerse, huye a la desbandada abandonando un cañón del que se apoderan los harqueños, que continúan su persecución llegando a razziar el poblado de Axdir en el que se apoderan de armamento, municiones y abundante material y enseres”.
La ocupación del Monte Cónico y regreso a Melilla
Con la toma de la Rocosa se dio por terminada oficialmente la primera etapa de operaciones. Desde el 2 de octubre hasta finales del mes de diciembre de ese año, Varela instaló el cuartel general de su Harka en Axdir, alojándose al igual que el coronel Goded en la que fuera la casa del célebre jefe rebelde “Pajarito”. El campamento harqueño quedó instalado en los llanos de Axdir.
El servicio avanzado en el frente de Axdir no tuvo mayores novedades de interés hasta que el 13 de octubre, el general Leopoldo de Saro Marín, nuevo jefe del sector, dispuso con objeto de mejorar el enlace de las posiciones españolas de la Rocosa y el macizo montañoso del Amekrán, la toma del Monte Xichafen o Monte Cónico.
Para ello se organizó una columna con la Harka de Melilla y la Idala de Solimán el Jatabi, primo hermano de Abd-el Krim y su más acérrimo enemigo, todo ello bajo el mando de Varela. La operación resultó un éxito que se saldó sólo con 18 heridos propios y numerosas bajas enemigas.
La constante acción de propaganda españolista de Solimán el Jatabi, que escribía numerosas proclamas en árabe que eran lanzadas en territorio enemigo desde el aire, al objeto de lograr el mayor número de deserciones posibles, terminó por enfurecer de tal forma al cabecilla rebelde que ordenó su captura en una acción nocturna protagonizada en la noche del 23 de octubre.
Dado que el campamento de su Idala estaba próximo al de la Harka, cuando sonaron los primeros disparos y explosiones de las granadas de mano, Varela con sus guerreros acudió inmediatamente en su auxilio. Rechazado con éxito el ataque a costa de tener los harqueños 2 muertos y 10 heridos, se encontró entre los cadáveres enemigos el cuerpo de un caid tabor de las mehal-las de Abd-el Krim en cuya “escara” o bolsa se encontró un documento firmado por el propio cabecilla ordenando a toda costa la captura de su primo.
Todavía aconteció alguna acción más aunque sin relieve especial, desenvolviéndose la Harka en el servicio propio de un frente estabilizado con cierta tranquilidad. El 3 de diciembre, cumpliendo lo dispuesto por el general Alberto Castro Girona, nuevo comandante general de Melilla, la Harka Varela fue relevada en sus posiciones por la Mehal-la de Tafersit nº 5. Había llegado la hora del merecido descanso.
Los guerreros del bilaureado comandante marcharon al Empalmadero en cuya cala y por medio de las barcazas “K” embarcaron junto a la Mehal-la nº 2 en el buque de transporte “España nº 5", zarpando de la bahía de Alhucemas a las diez de la noche en dirección a Melilla. Al llegar a su puerto sobre las diez de la mañana del día siguiente, la población entera con el general Castro y demás autoridades al frente les tributó un caluroso recibimiento, desfilando las bizarras tropas indígenas por la avenida Alfonso XIII (hoy de Juan Carlos I) entre vítores y aclamaciones.
La Harka Varela fue acampada en la meseta de Cabrerizas Altas donde se les cambió el armamento por otro nuevo, facilitándoseles también nuevas ropas. Trasladados a la mañana siguiente en camiones hasta Azib de Midar se les recogió armamento y municiones, concediéndoseles un permiso de ocho días para que lo disfrutaran junto a sus familias que habían permanecido asentadas en las inmediaciones. A partir del 17 de diciembre la Harka se dedicó a montar servicios de seguridad y protección de aduares próximos finando el año sin mayor novedad.
Ascenso por méritos de campaña y epílogo
La propuesta formulada por el coronel Goded para la concesión de la medalla militar colectiva para la Harka, a pesar de reconocer públicamente el general Sanjurjo, alto comisario y jefe del Ejército en Marruecos desde el 2 de diciembre, de que había contraído méritos más que suficientes para ello, sin embargo no prosperó al tratarse de una unidad irregular, concediéndose no obstante numerosas recompensas individuales a los que más se habían distinguido en el curso de las operaciones de Alhucemas.
El general Fernández Pérez en el parte final de aquel primer ciclo de operaciones no regateó elogios para Varela y su Harka: “Este culto y brillante Jefe, honra del Arma de Infantería, a quien le fueron concedidas por su valor dos Cruces Laureadas de San Fernando, ha sabido organizar una Harka instruida y disciplinada en forma tal, que puede muy bien competir, en todos los servicios de campaña, con las unidades de fuerzas regulares”.
Tras un periodo de dos meses de tranquila vida de retaguardia se produjo el justo y esperado ascenso. Así por real orden de 27 de febrero de 1926 Varela fue ascendido al empleo de teniente coronel “por méritos de guerra contraídos en el periodo comprendido entre el 1 de agosto de 1924 y el 1 de octubre de 1925 con la antigüedad de esta última fecha”.
Otra real orden de esa misma fecha le confirió el mando del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Ceuta nº 3, que le había ofrecido el general Sanjurjo, cesando por lo tanto en el de su querida Harka de la que se despidió con la lectura de una emotiva orden del día el 4 de marzo de 1926 en el campamento de Midar. Sus diez oficiales de origen europeo le regalaron el bastón de mando con la empuñadura de oro y el emblema de la Harka que él mismo había diseñado casi dos años antes.
La entrega del mando de la Harka fue realizada en el campamento de Azib de Midar, con las formalidades reglamentarias y formada todas las mías, al comandante de Infantería Pablo Martínez Zaldívar, recién nombrado nuevo jefe de la misma.
El 6 de abril el teniente coronel Varela, de 35 años de edad, se hizo cargo del mando de su nueva unidad y poco después marchó a la zona de operaciones para ponerse al frente de tres de sus tabores de infantería y uno de caballería que se hallaban destacados en el campamento de Tixdit.
Veinte años después, el 13 de septiembre de 1946, siendo Varela teniente general y alto comisario de España en Marruecos, efectuó un recorrido político militar por las tierras del Rif, recibiendo el homenaje en Azib de Midar de los supervivientes de su antigua Harka. Correctamente formados y con su caid mía Chojo y banderín al frente el ya veterano bilaureado escuchó un emotivo “Sin novedad la Harka; forman sesenta y seis”.
Rafael Fernández de Castro y Pedrera, cronista oficial de Melilla y testigo presencial de aquel sencillo pero emotivo acto escribió: “Varela, que sobre su proverbial excelente memoria, es admirable fisonomista, iba recordando uno a uno a sus viejos soldados, llamándolos por sus nombres, motes o apodos, según hiciera en los tiempos de la guerra del Rif, y al estrechar ya la mano rugosa de sus queridos harqueños, tenía para ellos la más amorosa y comprensiva de sus sonrisas, igual que solía hacer en el rigor de los combates, animándoles con su ejemplo, con el gesto y la mirada, en lo más recio de la pelea”.
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