Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en la Revista de Historia Militar del Siglo XX "SERGA", núm. 41 (mayo-junio de 2006), págs. 12-23.
El original está ilustrado con numerosas imágenes.
La principal y más difundida fuente de documentación histórica sobre la División Española de Voluntarios –más conocida por División Azul- se encuentra en el Archivo General Militar de Avila. Por el contrario, la más inédita pero no menos interesante, se encuentra en la Sección “Capitán General José Enrique Varela Iglesias” del Archivo Histórico Municipal de Cádiz, cuyo promotor fue ministro del Ejército en el periodo agosto de 1939-septiembre de 1942, constituyendo una privilegiada fuente primaria de información. SERGA comienza con este artículo la publicación de una selecta reseña de aquellos aspectos y documentos más interesantes e inéditos. Es la otra historia nunca contada de esta gran unidad expedicionaria que ha originado más bibliografía que ninguna otra del mundo.
El 24 de marzo de 1951, poco antes de cumplir los 60 años de edad, el bilaureado militar falleció en Tánger, donde se encontraba descansando unos días, siendo Alto Comisario de España en Marruecos, general en jefe del Ejército de Africa, inspector de La Legión y de las Tropas Jalifianas así como gobernador general de Ceuta y Melilla, cargos que ostentaba desde la publicación del decreto de 5 de marzo de 1945.
Tras ser enterrados sus restos en su ciudad natal de San Fernando (Cádiz), su viuda, Casilda de Ampuero y Gandarias, conocedora de la ingente documentación personal y oficial que a lo largo de su vida había ido acumulando su esposo –presumiblemente con la intención de escribir algún día sus memorias- tuvo la acertada iniciativa y gran visión de futuro de organizar con todo aquello un archivo privado para que en su día pudiera ser consultado por historiadores e investigadores. A tal efecto contó durante los tres años siguientes con la plena dedicación, entusiasmo y tesón del archivero Francisco Macarro Gómez, antiguo funcionario de la administración de nuestro Protectorado.
Hoy, más de medio siglo después, y gracias a ambos, se conservan intactas cerca de doscientas cajas de documentos inéditos, debidamente catalogados, que merced a la generosidad de los herederos del general Varela –sus hijos Casilda y Enrique- podrán consultarse por historiadores e investigadores en el Archivo Histórico Municipal de Cádiz, una vez finalice su digitalización, actualmente en curso.
Entre las citadas cajas se encuentra una –la nº 115- que contiene centenares de documentos oficiales y personales de gran interés, inéditos y originales en su mayor parte, correspondientes a su periodo como ministro del Ejército y expresamente relacionados con la División Española de Voluntarios, más conocida como División Azul.
Su contenido reviste gran trascendencia para conocer determinados capítulos de la historia de tan singular División, que a pesar de haber generado tal cantidad de bibliografía que no ha podido ser igualada por ninguna otra unidad de cualquiera de los ejércitos del mundo, todavía eran una incógnita para historiadores, investigadores y estudiosos.
Evidentemente todos y cada uno de sus documentos pueden ser objeto de interpretaciones y opiniones dispares e incluso encontradas, pero lo que es indiscutible es su categoría y valor de fuentes primarias cuyos promotores fueron las voces más autorizadas de la época. Están redactados y suscritos por ministros, generales, jefes y oficiales, agregados diplomáticos, agentes de los servicios de información militares y policiales, etc.
Es la primera vez que se publican y constituyen tan sólo una selección entre los centenares que contiene esa caja del archivo gaditano que bien seguro y cuando finalice su digitalización en los próximos meses y sean de libre acceso para historiadores e investigadores, contribuirá a la edición de nuevos libros sobre la temática “Divisionaria”.
Con frecuencia el lector se encontrará en este artículo y siguientes con otra historia bien diferente de la que hasta ahora se ha contado y publicado. Como todo colectivo humano esta fuerza expedicionaria tuvo sus glorias y sus miserias, sus luces y sus sombras, pero que en ningún momento desdice en su conjunto del reconocimiento internacional a su heroísmo, prestigio y sacrificio que como gran unidad militar tuvo dicha División expedicionaria.
¡Rusia es culpable!.
En la madrugada del domingo 22 de junio de 1941 fuerzas alemanas, apoyadas por unidades finlandesas y rumanas penetraron en territorio soviético a lo largo de un frente de más de dos mil kilómetros. La operación “Barbarroja” (ver SERGA Especial nº 4) se había activado.
La noticia llegó a España vía diplomática desde Berlín ese mismo día y rápidamente se extendió por toda la nación siendo la primera reacción oficial de gran satisfacción, recibiéndose numerosas adhesiones y felicitaciones en la embajada alemana en Madrid.
El martes día 24, sobre el mediodía, se dieron cita en el centro de Madrid -más o menos pseudo espontáneamente- varios millares de falangistas, marchando en entusiasta manifestación hasta la sede de la Secretaría General de FET y de las JONS. Allí y desde su balcón, Ramón Serrano Suñer, ministro de Asuntos Exteriores, se dirigió a la masa enardecida con aquellas históricas frases de “¡Rusia es culpable!. ¡Culpable de nuestra Guerra Civil” que recorrieron las portadas de todos los periódicos de la época.
La fotografía de una pancarta con el texto de “Voluntarios falangistas contra Rusia” era suficientemente significativa y premonitoria sobre lo que enseguida iba a empezar a suceder. Nacía una nueva cruzada que en principio parecía que podría aglutinar en pro de la causa anticomunista a las diferentes fuerzas del Régimen y muy principalmente sus dos pilares fundamentales, el Ejército y la Falange, ya por entonces seria e internamente enfrentadas.
La realidad es que lejos de unir, la creación de una gran unidad expedicionaria española para ser enviada al Frente del Este a luchar contra el comunismo, contribuyó a provocar un mayor enfrentamiento entre ambos estamentos y muy singularmente entre sus dos máximos representantes Serrano Suñer y Varela Iglesias.
El acuerdo del Consejo de Ministros.
La tarde anterior a la manifestación falangista citada se había reunido en el palacio de El Pardo el consejo de ministros bajo la presidencia del general Franco, debatiéndose ampliamente cual debía ser la reacción oficial española y en su caso nuestra participación en la causa anticomunista que lideraba Alemania tras la invasión del territorio soviético.
Si bien diversos autores afirman que no se han localizado las actas de dicho consejo –que continuó en la tarde siguiente- si se ha afirmado que en dicho consejo de ministros se llegó al acuerdo de enviar una gran unidad de voluntarios, de entidad división y que podría llegar a estar constituida por unos 50.000 hombres.
Sin entrar en polémica respecto a la verdadera entidad de las plantillas de una división, bien fuera española o alemana, pues ambas estaban bastante alejadas de dicha cifra, lo cierto es que gracias a la documentación inédita del archivo gaditano se puede pensar que la entidad definitiva de la fuerza expedicionaria no se fijó en aquellas tardes del 23 y 24 de junio de 1941 en El Pardo.
Prueba de ello es una breve pero significativa e interesantísima carta personal del ministro del Aire, el general Juan Vigón Suero Díaz, nombrado un año antes para dicho cargo tras ser cesado su antecesor, el general Juan Yagüe Blanco.
Está fechada el 25 de junio de 1941 y su destinatario es su amigo y compañero del consejo de ministros, el general Varela. Su contenido es muy escueto: “Me complazco en enviarte una copia de la nota de que voy a dar verbal conocimiento al Agregado Aéreo alemán, deacuerdo con nuestra conversación acerca del tema”.
La nota mecanografiada que acompañaba la carta y en la que aparecía estampado el sello del ministerio del Aire decía textualmente:
“Autorizada por el Gobierno la organización de alguna unidad de voluntarios para participar, siquiera sea simbólicamente, en la lucha que contra el comunismo ha emprendido el glorioso ejército alemán, el Cuerpo de Oficiales del Ejército del Aire desea hacer constar que es, en su totalidad, voluntario para formar al lado de sus camaradas alemanes, y que los elegidos por designación del Generalísimo, cualquiera que sea su número, serán cerca de las F.A. alemanas la representación de los sentimientos de camaradería con que la Aviación Española se asocia a la Alemana en esta nueva lucha contra el mismo enemigo combatido en España”.
Del contenido de ambos textos pueden entenderse e interpretarse varias cuestiones de gran importancia. Que ambos ministros –independientemente del canal diplomático monopolizado por Serrano Suñer que lógicamente se lo comunicaría al propio embajador alemán- decidieron por su propia cuenta hacer llegar verbalmente a los agregados militar y aéreo de la embajada alemana en Madrid el deseo y voluntariedad de los oficiales de sus respectivos ejércitos para marchar conjuntamente con los alemanes al Frente del Este para combatir nuevamente a los comunistas y esta vez en territorio ruso.
Que desde el primer momento las máximas autoridades militares españoles quisieran dejar bien claro su deseo de participar en la fuerza expedicionaria, revestía en aquellas fechas una singular trascendencia ya que como se verá poco más adelante en la documentación que se va a desvelar en estas páginas, los falangistas tenían su propio proyecto en el que los militares pintarían muy poco, por no decir casi nada.
Otras cuestiones importantes que revela la nota es que la entidad de la unidad expedicionaria a mandar todavía no estaba definitivamente definida el 25 de junio, pero fuera cual fuera su plantilla, se daba por seguro que se mandarían fuerzas españolas “siquiera sea simbólicamente” a luchar contra los comunistas en Rusia –Alemania además del envío de armamento y material había apoyado al bando nacional con su Legión Cóndor- así como que el general Franco era el que tenía la última palabra en decidir quienes marcharían, bien fueran militares o falangistas.
Esto último no debe interpretarse evidentemente como una designación nominal de todos y cada uno de los futuros expedicionarios. La participación de una unidad española en la Segunda Guerra Mundial era una cuestión tremendamente delicada por las repercusiones nacionales e internacionales de todo tipo que ello podía tener. Hasta ese momento España y desde el principio de las hostilidades, a pesar de las constantes invitaciones y presiones alemanas así como italianas e incluso japonesas (ver SERGA nº 24), había evitado tomar parte en dicho conflicto.
Desde el 12 de junio de 1940 España había evolucionado desde la “neutralidad” hasta la “no beligerancia”, pero de ahí no se quería pasar. No podía enviarse una unidad orgánica de las que entonces constituían el Ejército español pues ello podría interpretarse como una entrada oficial en la guerra. Debían ser voluntarios al igual que había sucedido en otros países europeos que estaban luchando en las filas alemanas, pero ¿cómo? y ¿quiénes?, ¿falangistas o militares?, ...
El proyecto de la Falange.
El inicio de la invasión de Rusia constituyó todo un entusiasta revulsivo en el seno de FET y de las JONS. En el nuevo Estado que había surgido de la victoria por quienes se habían sublevado contra la Segunda República había mucho descontento y desunión interna cuando se suponía que tenían que fortalecerlo sin fisuras.
Ese mismo 25 de junio por la mañana se reunió la Junta Política del Partido Unico “para tratar de la organización de una División de Falange para ir a Rusia”. Gracias a un inédito informe anónimo que obra en el archivo gaditano hoy día pueden conocerse aspectos y detalles de gran interés sobre lo allí tratado. Aunque el documento mecanografiado no identifica a quien lo redactó, si puede afirmarse por su contenido que se trataba de una persona muy cercana y de plena confianza de alguno de los integrantes de dicha Junta así como del propio ministro del Ejército ya que en el mismo lo tuteaba, algo que no se permitían buena parte de los generales de entonces, siquiera en sus cartas personales.
En este punto hay que significar que Varela desde su participación en las campañas de Marruecos –tal y como queda acreditado en los fondos del archivo gaditano- tenía por costumbre obtener información –ajena al conducto reglamentario- suministrada por colaboradores y confidentes. Lo mismo sucedió tanto durante la Guerra Civil como en el Frente del Este, donde tal y como se verá en un próximo artículo, el ministro del Ejército recibía continua información interna, militar y política relacionada sobre la División expedicionaria e incluso desde sus propias filas por otros cauces diferentes de su general jefe o del ministro de Asuntos Exteriores.
Teniendo en cuenta que la Falange –en cuanto a jerarcas y aparato del Estado se refiere- se había convertido en un rival del Ejército, no es de extrañar que Varela captara sus propios y muy personales informadores de todo lo que estuviera pasando en sus entrañas al más alto nivel. Gracias a ello ha quedado constancia de al menos parte de lo abordado en tan histórica reunión.
Tal y como detalló el secreto informante hubo “mucho entusiasmo, mucho ardor, tendencias encontradas, discutiéndose si dado el carácter y la cuantía de la unidad habría de ser mandada por militares o no”. Tan sólo el general José Moscardo Ituarte, jefe nacional de Milicias del Partido Unico, así como su jefe de estado mayor, el capitán de corbeta Manuel de Mora-Figueroa Gómez-Imaz, que antes de la sublevación había sido el jefe de milicias de Falange en Cádiz, se mostraron firmes partidarios de que los cuadros de mando de la fuerza expedicionaria de los falangistas que marcharan a Rusia debían ser militares. Parece ser que Pilar Primo de Rivera y Sáez de Heredia, hermana del fundador de la Falange también abogó en aquella reunión por dicha tesis. El resto apostaba por mandos netamente falangistas.
Aquel constituyó ya el primer desencuentro de la jornada pues en palabras del informante “la cuestión debió ser bastante discutida cuanto que hoy por la tarde sigue reunida la Junta Política debatiendo sobre el mismo tema”.
Durante la reunión se propusieron diferentes nombres sobre quien debía dirigir la división falangista “y los elementos de la izquierda de Falange propugnaron el de Yagüe, que aterrorizó al que presidía”. A este respecto hay que recordar que dicho general había sido cesado un año antes como ministro del Aire por el general Franco. Otros nombres que se propusieron fueron los de los generales Carlos Asensio Cabanillas, Juan Bautista Sánchez González y Antonio Castejón Espinosa.
Respecto al reclutamiento de los voluntarios, por el general Moscardó se había remitido ya una circular a las jefaturas regionales de Milicias para que inmediatamente se procediera a abrir banderines de enganche y en ellas y en las jefaturas locales para reclutar 20.000 falangistas, “de ellos un 70 % ex –combatientes; un 10 % de personal adscrito al Movimiento con garantía y el otro 10 % no se a que origen atribuirían, pero pudiera muy bien ser cualquiera que se presentase, incluso rojos. Esta última parte es una mera suposición mía”.
La verdad es que en tan particular opinión tampoco iba muy desencaminado el secreto informante ya que a Rusia marcharían como voluntarios en la División expedicionaria, hombres que querían “redimir” ante las nuevas autoridades su pasado republicano o el de sus familiares más próximos, no faltando los que se alistaron sólo con intención de pasarse en cuanto hubiera ocasión a las filas rusas.
Teóricamente todavía faltaba otro 10 % para completar la totalidad de la recluta divisionaria, pudiéndose tratar tal vez de militares en general o simplemente un lapsus del informador que olvidó citarlo o erró al concretar alguno de los porcentajes anteriores.
El plazo que inicialmente se dio para la presentación de voluntarios fue hasta el 2 de julio. Sin embargo la forma de cómo se pensaba hacer el reclutamiento “ha producido desilusión en la gente” tal y como había expuesto por ejemplo el gobernador civil de Vizcaya. A este respecto el informante le daba su propia valoración pues “creo que esto es muy importante que lo sepas”.
Otra información de interés y muy significativa que consta en dicho informe confidencial es la relacionada con el falangista Dionisio Ridruejo, uno de los más carismáticos consejeros nacionales del Partido Unico:
“Me dicen que toda la redacción de Arriba con Ridruejo a la cabeza se ofrece para ir a Rusia y hasta que el propio Serrano es de esa idea. Ridruejo ha planteado el problema de su asimilación militar que estima ha de ser lo menos la de Comandante, ya que al ir allí estaría encargado de misiones especiales que sólo con esta jerarquía podrían cumplirse con eficacia”.
Ridruejo fue finalmente uno de los pocos consejeros nacionales autorizados para incorporarse a la unidad expedicionaria, marchando efectivamente a Rusia, pero no como comandante sino como un divisionario más. A su regreso a España comenzó a experimentar un giro político personal e insospechado respecto al nuevo régimen y a protagonizar algún que otro incidente relacionado con dicha División, tal y como se expondrá en su momento, según consta en informes reservados militares.
Continuando con el reclutamiento –cuestión que fue objeto de puntual seguimiento y gran interés para el mando militar- el general Luis Orgaz Yoldi, alto comisario de España en Marruecos, le remitió el 27 de junio a Varela una carta con su parecer personal –clasificada como secreto- donde adjuntaba copia de las circulares remitidas por el secretario general del Movimiento, José Luis de Arrese Magra, y el general director de la Milicia Nacional, Moscardó, a los jefes provinciales de FET y de las JONS.
Las órdenes de la secretaría general del Movimiento consistían básicamente en abrir inmediatamente los banderines de enganche, comunicar diariamente impresiones y número aproximado de voluntarios inscritos, “después de haber hecho una eliminación de solicitantes que a tu juicio no merezcan el honor de ser elegidos para representar a la Falange en el extranjero”.
A este respecto la circular profundiza todavía más ya que se ordena “que los que vayan han de ser los mejores y por lo tanto esta eliminación lo harás no sólo atendiendo dotes militares del camarada, sino también a sus dotes morales y políticas”.
También se impartían instrucciones sobre la uniformidad de los voluntarios que se presentasen. Dado que debía quedar plena constancia de que aquello era una fuerza expedicionaria del Movimiento, los seleccionados tenían que acudir equipados con dos camisas azules y una boina roja, “encargándote, si no la poseen, de proporcionársela, para lo cual tienen ya las Delegadas Provinciales de la Sección Femenina instrucciones de su Delegada Nacional, y en último término recogiéndolas de los camaradas que no tomen parte en esta Cruzada”.
Sin embargo lo que más molestaría a los mandos militares era que los jefes provinciales debían remitir una relación aparte de los jefes, oficiales y clases que se ofrecieran “y que por su espíritu falangista sean acreedores de ser elegidos”.
Por su parte el general Moscardó dio a su vez directrices muy concretas a sus jefes de Milicias respecto a quienes se ofrecieran “para luchar contra el Comunismo”. Los voluntarios –que debían ser afiliados al Partido- se clasificarían con arreglo a las siguientes preferencias: los comprendidos entre los 20 y 28 años de edad que superaran un riguroso reconocimiento médico así como aquellos que contaran con experiencia en cualquiera de las armas y servicios de guerra. Como mínimo el 75 % debían ser ex-combatientes pudiendo ser el resto ex–cautivos y militantes que “probaron cumplidamente su servicio a la España Nacional”.
El plazo de inscripción finalizaría el 2 de julio y el compromiso sería por la duración de la campaña. Los seleccionados conservarían sus puestos de trabajos, percibiendo las familias el sueldo o jornal mientras durase aquella, gratificación de equipo, haberes especiales, subsidio familiar, pensiones de viudedad y orfandad, etc.
Por último también se disponía la remisión de los nombres de aquellos militares que se ofrecieran, cuestión que como veremos seguidamente fue objeto de controversia y malestar entre los altos mandos del Ejército.
Un detalle muy significativo e inédito de hasta que punto llegó la enemistad entre Serrano Suñer y algunos altos mandos militares en todo lo relacionado con esta División expedicionaria se puede constatar en una extensa carta personal remitida a Varela el 27 de agosto de 1941 por quien al iniciarse la invasión de Rusia era el embajador español en Berlín, el general de división Eugenio Espinosa de los Monteros Bermejillo.
Resultó que nuestra legación diplomática en Alemania fue literalmente marginada, teniéndose conocimiento de la organización de la fuerza expedicionaria española por la prensa germana y las autoridades diplomáticas de Berlín, siendo el embajador alemán en Madrid el interlocutor directo de Serrano Suñer.
El general Espinosa de los Monteros, quien ya había tenido varios desencuentros anteriores con el dirigente falangista, al enterarse de “esta indigna deslealtad del Ministro que me ponía en ridículo”, le envió a las 18’00 horas del 27 de junio el siguiente telegrama “Personal y reservado”:
“Agradeceré mucho a V.E. me diga si es cierta la noticia que me han dado con júbilo en este Ministerio del Exterior de que han recibido el ofrecimiento de V.E. de enviar fuerzas españolas para combatir al lado de las de aquí contra los Soviets. Muchos me hablan de ello y no me atrevo a desmentirlo por si fuera cierto, aunque no lo creo, pues de serlo algo me habría sido comunicado. Saludo respetuosamente a V.E.”.
Apenas dos semanas después, por decreto de 12 de julio de 1941, se publicaba en el BOE núm. 198, su cese a propuesta del ministro de Asuntos Exteriores “en el cargo de Embajador de España cerca de Su Excelencia el Führer Canciller del Reich, agradeciéndole los servicios prestados”.
La reacción del Ejército.
Varela era firme partidario de que se enviara una unidad expedicionaria a combatir al lado de los alemanes contra el comunismo en Rusia pero también mostró desde el primer momento su firme oposición a que aquel proyecto fuera de responsabilidad exclusivamente falangista, defendiendo con todas sus fuerzas que debería ser liderado, compuesto y organizado por militares.
Pero no fue el único alto mando militar que mostró su preocupación ante el camino iniciado por los falangistas en aquellos días. Como ya se ha citado anteriormente el general Orgaz le remitió el 27 de junio de 1941 una carta personal con el encabezamiento de “Secreto”. Su contenido es muy explícito y representativo del sentir de buena parte de la jerarquía militar del momento.
El alto comisario de España en Marruecos y general jefe del Ejército de Africa, en su calidad de máxima autoridad civil y militar del Protectorado y plazas de soberanía, había censurado por propia iniciativa en las dos circulares citadas, los párrafos dedicados al reclutamiento de militares en los banderines de enganche falangistas, antes de trasladárselos a los jefes provinciales y de milicias del Movimiento.
El motivo de ello se lo explicaba a Varela de la siguiente forma: “lo he hecho así porque entiendo peligroso ni siquiera autorizar esos ofrecimientos, siempre que éstos no vengan por el debido cauce militar en que debemos desenvolvernos, ya que ello esteriliza los esfuerzos que venimos haciendo para conservar íntegro el prestigio del Ejército y, singularmente, sus virtudes y deberes esenciales”.
Era evidente el malestar causado por intentar reclutar a jefes, oficiales, suboficiales y tropa al margen del conducto reglamentario castrense. Sin embargo no era sólo cuestión de formas sino también de fondo por otro tipo de riesgos que ello podía entrañar. Orgaz así lo expuso de forma muy clara a su ministro:
“Por otra parte, es de temer que si aquí se abre la mano en ese sentido, ya que en este Ejército los cuadros todos, sin excepción alguna, están formados por una brillante Oficialidad y Clases de tropa, se corre el peligro de verlos mermados sin una sustitución eficiente y, sobre todo, adaptada a los mandos en su mayor parte de tropas especiales, que restarían a éste Ejército una gran parte de su eficiencia combativa”.
El alto comisario español en Marruecos era consciente de que habiéndose extendido el conflicto europeo al norte de Africa –una semana antes de la invasión de Rusia los ingleses habían intentado infructuosamente recuperar Tobruk- nuestro Protectorado podía terminar por verse afectado, habiéndose detectado tanto en él como en la zona francesa dependiente del gobierno de Vichy, diversas redes de espionaje de ambos bandos. Por ello no quería correr el riesgo de perder –entre otros- buena parte de sus experimentados cuadros de mando de la Legión y Regulares.
De hecho, desde Madrid –y ante la eventualidad de que nuestro Protectorado pudiera convertirse en objetivo de interés militar por los contendientes- se prestó especial atención al refuerzo de personal, armamento y material de las unidades españolas allí desplegadas. Incluso casi cuatro años después, poco antes de finalizar la guerra en el teatro europeo, Franco designaría a Varela como nuevo alto comisario al tenerse conocimiento, entre otras razones, de un plan francés apoyado por los Aliados para sublevar a las cábilas de nuestro Protectorado y anexionárselo.
Además de cuestiones similares a estas, donde los mandos territoriales militares recelaron del procedimiento de reclutamiento falangista y no querían desprenderse de efectivos cualificados, sobre todo los que ostentaban responsabilidades en el Protectorado, archipiélagos balear y canario, así como en la frontera hispano-francesa, por tratarse precisamente de zonas especialmente sensibles, se produjeron otra serie de disfunciones e incidentes.
Uno de ellos fue precisamente la denominación que se dio a la unidad expedicionaria pues frente a la oficial de “División Española de Voluntarios”, propiciada y difundida por el Ejército, se impuso desde el primer momento –a pesar de los vanos esfuerzos del propio Varela- la oficiosa de “División Azul” difundida por el Partido Unico.
Inédita prueba de la susceptibilidad que entrañó todo ello –incluso entre la propia jerarquía militar- es el siguiente intercambio epistolar entre Varela y el general Andrés Saliquet Zumeta a los pocos días de comenzarse a organizarse la gran unidad expedicionaria.
Saliquet, a la sazón capitán general de la 1ª Región Militar con cabecera en Madrid, dirigió el 30 de junio de 1941 una carta personal al ministro del Ejército proponiéndole una terna priorizada de generales de brigada para sustituir en Badajoz al de igual empleo, Maximino Bartomeu Fernández-Longoria, cuya designación estaba prevista “para la Infantería Divisionaria de la División Azul”. Este había sido subordinado de Varela durante la Guerra Civil, habiéndosele concedido con ocasión de la misma por dos veces la Medalla Militar individual. Los propuestos para ocupar el mando que iba a dejar eran los generales Saturnino González-Badía Rubio, Rafael Santapau Ballester y Joaquín Ríos Capapé, éste último número uno de la XIX Promoción de Toledo a la que pertenecía el propio Varela.
Un par de días después –el 2 de julio- el ministro del Ejército, a quien no gustó que uno de sus generales y colaboradores más cercanos llamara a la unidad expedicionaria de la misma forma que lo hacían los falangistas, le rectificó, contestándole que dicha unidad que se estaba organizando se denominaba “División de Voluntarios Españoles” (la denominación oficial definitiva sería “División Española de Voluntarios”).
Y respecto a la designación de un sustituto para el general Bartomeu, le comunicó a Saliquet que “he decidido que continúe en su puesto actual por lo que no hay que pensar en sucesor”. El primer jefe de la fuerza expedicionaria sería finalmente otro general de gran prestigio en el Ejército y que también había estado bajo las órdenes de Varela durante la Guerra Civil y que además era amigo personal suyo desde las campañas de Marruecos.
Sin embargo toda esta situación de desencuentros y enfrentamientos internos pasaba desapercibida para la inmensa mayoría de españoles. Ahora comenzaba el primero de los retos: organizar la División, concertar su estatus con Alemania y proyectarla al Frente del Este.
(Continuará).
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