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viernes, 21 de febrero de 2014

"LA CALAVERA". HISTORIA DE UNA COMPAÑÍA EXPEDICIONARIA DE LA GUARDIA CIVIL (1936-1938).


Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en la Sección "Historia" de la Revista profesional "GUARDIA CIVIL", núm. 685, correspondiente al mes de mayo de 2001, págs. 68-73.
El original está ilustrado por cinco fotografías en color y cinco fotografías en blanco y negro.

   

En septiembre de 1936 se constituyó en la Comandancia de Zaragoza una Compañía Expedicionaria que fue destacada al frente de Teruel en primera línea como unidad de choque. Debido al distintivo que adoptó, fiel exponente del temerario valor de sus integrantes, fue bien pronto conocida por el sobrenombre de "La Calavera".


Introducción.

Si bien es cierto que existen miles de obras dedicadas a la Guerra Civil (1936-1939), apenas se ha tratado la participación de la Guardia Civil, tanto en el bando nacional como en el contrario, donde tuvo una efímera presencia bajo la denominación de Guardia Nacional Republicana.

El papel que jugó nuestro Cuerpo, al inicio de la contienda, fue determinante para que la balanza se inclinara en cada provincia en uno u otro sentido. Sin embargo los historiadores e investigadores no han profundizado en dicha cuestión, siendo igualmente casi desconocidos muchos aspectos de su participación.

La historia de "La Calavera", constituye un buen ejemplo de ello. Sus vicisitudes y hechos de armas en los que tuvo una destacada actuación, bien merecerían todo un libro.

La creación de "La Calavera".



El 18 de julio de 1936 el general de Caballería Miguel Cabanellas Ferrer, antiguo Director General de la Guardia Civil y jefe de la 5º División Orgánica así como comandante militar de Zaragoza, proclamó en su jurisdicción el estado de guerra. Pocas horas después la provincia se encontraba bajo el control de las fuerzas del Ejército y de la Guardia Civil que se habían unido al alzamiento militar iniciado en Melilla el día anterior.

En la vecina provincia de Teruel, el teniente coronel de Infantería Mariano García Brisolara, comandante militar de la plaza, declaró el 19 de julio el estado de guerra junto a las fuerzas de la Guardia Civil mandadas por el teniente coronel Pedro Simarro Roig. Pero al contrario que en la de Zaragoza el movimiento no triunfó en su totalidad, fracasando en las zonas de Utrillas, Montalbán, Alcañiz y Valderrobles.

A partir de ese momento la provincia de Teruel sería triste y obligada protagonista de la Guerra Civil. Ceñida por el cinturón republicano formado por Tarragona, Castellón, Valencia, Cuenca y Guadalajara, sufriría en sus tierras sangrientos y desgastadores combates entre ambos bandos.

Pasadas las primeras semanas el mando nacional decidió replegar a aquellos guardias civiles de la Comandancia de Teruel que por su edad u otras circunstancias, no reunían el perfil adecuado para estar en la primera línea de un frente que se preveía largo, duro y sometido a las extremas condiciones del invierno. Por ello se dispuso su relevo con la creación desde Zaragoza, de una compañía expedicionaria, formada en su mayoría por guardias civiles jóvenes y solteros.

Para su mando se nombró al capitán Roger Oliete Navarro, incorporado desde La Coruña al frente de Teruel el 28 de septiembre. Inmediatamente procedió a su organización adscribiendo a otros guardias civiles voluntarios de la Comandancia de Teruel así como de los que se habían pasado de la zona republicana del Levante.

Procedente de Infantería y veterano de las Campañas de Marruecos, el capitán Oliete convirtió su compañía en una unidad de choque de primera línea. Sus subalternos fueron inicialmente los tenientes Fernando Ortiz Larrosa y Juan Bautista Mari Clerigués, éste último procedente de una columna republicana de Castellón que se había pasado al bando nacional por Puebla de Valverde.

La nueva unidad, que llegó a contar con una plantilla de 1 capitán, 5 tenientes, 1 brigada, 8 cabos y 170 guardias civiles, quedó encuadrada en la 52º División mandada por el general de brigada de Artillería Mariano Muñoz Castellanos, jefe del Sector de Teruel.

Los primeros combates.



"La Calavera" fue inmediatamente enviada al frente y recibió nada más llegar su bautismo de fuego. A partir del 1 de octubre empezó a sostener en el Puerto de Escandón, estratégico cierre del acceso a Teruel por la carretera de Valencia, continuos enfrentamientos hasta que una semana después pudo ser relevada por una compañía de del Ejército.

En los días siguientes los guardias civiles, lejos de descansar, tomaron parte en las acciones de limpieza de las zonas de Albarracín, Argente y Visiedo, en donde sostuvieron constantes combates con fuerzas republicanas, capturando abundante armamento.

Desde el 10 de noviembre y formando parte de la columna mandada por el comandante de la Guardia Civil Pedro Barcina del Moral, tomó parte en las acciones que se produjeron en las zonas de El Muletón y Altos de Celadas, distinguiéndose el día 29 en la defensa del pueblo de Celda.

A partir del 1 de diciembre combatió sucesivamente, con gran éxito y heroico valor, en el frente situado entre Campillo y Bezas, la defensa de la fábrica de luz de San Blas, la ocupación de la posición de Cerro Gordo, defendiéndola seguidamente contra fuerzas republicanas compuestas por tres compañías de infantería y un escuadrón de caballería, capturando gran cantidad de armamento, material y ganado, aún a pesar de soportar incluso fuego de artillería.

Atrincherada "La Calavera" en Cerro Gordo continuó hasta el 1 de febrero de 1937 en que fue relevada, pudiendo regresar a Teruel para descansar. Pero la delicada situación en la zona obligó que al día siguiente fuese concentrada en la población de Cea de Albarracín para a continuación y junto a fuerzas de la 20 Bandera de la Legión, zapadores y otras, conquistar la posición de Cerro Murillo.

El distintivo de "La Calavera".



Ya para entonces el valor temerario de aquellos guardias civiles era conocido en todo el frente. El capitán Oliete, cuyo bautismo de fuego lo había recibido en septiembre de 1925 durante el desembarco de Alhucemas, parecía no temer la muerte y siempre era el primero en ocupar los puestos de mayor peligro.

Forjado su temple en numerosas acciones de guerra libradas en Marruecos, sabía que una parte importante de la moral combativa de una unidad de choque residía en el ejemplo que diera su jefe. También conocía sobradamente los efectos psicológicos de los distintivos y los sobrenombres. 

Su experiencia africana se lo había enseñado. Por ello no dudó en adoptar para sus guardias civiles un singular emblema que si bien había sido empleado tradicionalmente por algunas unidades del Ejército, en modo alguno lo había sido por la Guardia Civil.

Se trataba de una calavera sobre las iniciales "G" y "C" entrelazadas sobre fondo negro. Aquella no era ya una compañía tradicional, sino una unidad de choque que era empleada como fuerza de infantería en los posiciones de mayor riesgo y fatiga. 

Además de su efecto psicológico, dicho distintivo servía para diferenciar a los hombres de aquella unidad del resto, pues en muchos casos era muy difícil, dada la variopinta vestimenta empleada en el frente, distinguir a un guardia civil de un soldado nacional o un miliciano republicano.

Hay que tener presente, que aunque los guardias civiles portaban sus uniformes, el rigor del invierno y las bajas temperaturas turolenses, que llegaron a descender de los 20º bajo cero, les obligaban, al igual que al resto de combatientes, a ponerse encima todo tipo de ropa de abrigo. 

Por ello las escarapelas con la calavera, cosidas en los capotes, uniformes, prendas de cabeza, etc., eran el mejor medio para ser identificados. En algunos casos las calaveras iban acompañadas de dos tibias cruzadas y hasta se bordó tan singular figura en el banderín de la Compañía.

Aquellas escarapelas, no reguladas por normativa alguna pero si consentidas por el mando en tales circunstancias, harían que junto al temerario valor del que estaban revestidos los guardias civiles que las portaban, fuesen conocidos rápidamente a uno y otro lado del frente como los de "La Calavera".

En el frente de Teruel.



El 19 de febrero de 1937 "La Calavera" volvió a ocupar posiciones en los Altos de Celadas, al objeto de distraer la atención de las fuerzas republicanas mientras una columna de los nacionales avanzaba por la zona de Vivel del Río. 

Conseguido ese objetivo continuaron de columna volante hasta el 18 de abril, en que por orden del jefe del sector de Teruel tuvieron que desplazarse hasta Cea de Albarracín en donde el enemigo había lanzado una ofensiva para tomar la capital.

Allí y junto a una sección de artillería, otra del Regimiento de Infantería nº 17 y otras fuerzas, consiguieron contener el avance de las republicanas gracias al refuerzo recibido por el Regimiento de carros de combate nº 2. 

Durante dos semanas libraron duros enfrentamientos en las posiciones de Venta del Ratón, Joyante del Fraile y Casilla de Peones Camineros, hasta que finalmente fueron relevados por fuerzas de la 2ª Bandera de la Legión.

El 26 de mayo dos secciones de "La Calavera" fueron destacados para tomar La Muela de Villatar, Casa del Guarda y Banquizar, regresando dos días después a Teruel tras cumplir con éxito su misión. 

El 3 de junio la Compañía entera fue enviada a Molina de Aragón pasando a formar parte de la columna mandada por el jefe de la Circunscripción nº 16, coronel de Artillería Luis Mariñas Gallego, tomando parte sucesivamente en las acciones de Orea, Checa, Orihuela, Alustante y Bronchales, destacando por su arrojo en la conquista de Pinarejo, Sierras de Nogueras, Griegos, Guadalaviar, Villar del Cobo, Frías de Albarracín, cerro de Santa Ana y Moscardó. El 31 de julio "La Calavera" regresó a Molina de Aragón tras recibir numerosas felicitaciones del mando militar nacional.

El 21 de agosto "La Calavera" fue enviada a la zona de Lebratón, al objeto de detener la infiltración de fuerzas republicanas que estaban cruzando el río Tajo por el Vado de Salmerón. Con el refuerzo de una compañía del Regimiento de Infantería nº 18 y otras dos de la Mehal-la de Melilla nº 2, todas ellas bajo el mando del capitán Oliete, se procedió tras duros combates que llegaron al cuerpo a cuerpo a reconquistar el terreno ocupado por aquellas.

Poco después "La Calavera" marchó a Villarquemado para junto a la 3ª compañía del Tercio de Requetés del Pilar, recuperar la posición del cerro de Santa Bárbara que había sido conquistada por los republicanos. En la madrugada del 30 de agosto se consiguió ocuparla, no sin sufrir numerosas bajas.

Al día siguiente las fuerzas republicanas lanzaron infructuosamente una violenta contraofensiva para intentar recuperar la posición perdida. Allí su jefe, el capitán Oliete, recibió el impacto de una bala de fusil en la cabeza, resultando gravemente herido, teniendo que ser evacuado.

Estabilizada la situación, "La Calavera" fue relevada y enviada a Santa Eulalia, para partir seguidamente hacia Bueña y tomar la posición de "La Sarteneja". El 10 de septiembre, mientras el capitán Oliete se recuperaba de sus graves heridas, fue enviado para sustituirle el de igual empleo, Enrique Ferrer Calero, también perteneciente a la Comandancia de Zaragoza.

La heroica defensa de "El Cabezo".

El mismo día 10 se dejaron dos secciones de "La Calavera" guarneciendo "La Sartaneja", mientras que otra, reforzada por una sección disminuida de infantería, fue enviada a la de "El Cabezo". En dicho enclave se escribiría una de las páginas más gloriosas de la legendaria Compañía. El mando de la posición recayó sobre el brigada de la Guardia Civil, Miguel Sáez Herranz, de la Comandancia de Teruel, que se había evadido en octubre de 1936 de la zona republicana, procedente de la Comandancia de Valencia.

Bajo sus órdenes estaban el cabo Fernando Gómez Pérez y 26 guardias 2º: Domingo Aguas Bueno, Angel Aguilera Espinosa, José Navarrete López, Angel González Izquierdo, Marcelino Sánchez Gómez, Antonio López Montero, Aurelio Pastor Sancho, Secundino Martínez Eraso, Juan Simón Lacuey, Francisco de Mingo Montes, Carlos Jesús García, los hermanos Hipólito y Luis Hinojosa Fernández, Pedro Martín Peiró, José Giménez Mota, Manuel Valencia Calvo, Aquilino Gómez Rodrigo, Manuel Palomo Márquez , Jesús Jarabo Blasco, Fidel Hidalgo García, Gregorio Delgado Mari Juan, Santiago Albuquerque Martín, José Fernández del Río, Claudio Rodríguez Correal, Juan Araque Cañete y Julio Capa Gómez.

En la encarnizada defensa llevada a cabo el 12 de septiembre frente a sucesivas oleadas de asalto, precedidas de fuego artillero, resultaron muertos 6 de esos guardias civiles y heridos otros 12, incluidos el brigada y el cabo, así como la mayor parte de los soldados de la sección de Infantería que les apoyaba. Tras rechazar cinco asaltos, "El Cabezo" continuó en manos de sus defensores, consolidándose definitivamente con la llegada de refuerzos.

Por el general de Infantería, José Moscardó Ituarte, jefe del V Cuerpo de Ejército del bando nacional, al que pertenecía la 52º División en la que estaba encuadrada "La Calavera", se procedió a proponer al brigada Sáez para la Medalla Militar Individual, que posteriormente le fue concedida, y se ascendió al empleo de cabo a todos los guardias 2º.

La mascota de "La Calavera".



A esta compañía expedicionaria, como toda buena unidad de choque que se precie, no le podía faltar su propia mascota. Se llamaba "Tobi" y un día apareció por el edificio que utilizaban los componentes de "La Calavera" para pernoctar en Teruel.

Buscaba algo de comida y enseguida encontró el cariño y afecto de aquellos guardias civiles, hasta tal punto que era impensable la salida al frente sin que les acompañara. "Tobi" actuaba en las descubiertas, que se practicaban sobre el terreno, adelantándose a los guardias que marchaban en cabeza.

Por propia iniciativa escuadriñaba cuevas, parapetos y parideras del campo turolense, alertando inmediatamente de la presencia de extraños mediante fuertes ladridos. Si no encontraba a nadie regresaba en silencio y moviendo alegremente su rabo. ¡Cuántos vidas de aquellos guardias civiles no salvó aquel perro!.

Finalmente, al igual que otros muchos integrantes de "La Calavera", murió en el campo de batalla. Fue en la acción de la defensa de Bueñas, sosteniendo el intento de infiltración de fuerzas republicanas, cuando la explosión de una granada enemiga acabó con su vida.

La reconquista de Teruel.



Cubiertas las bajas sufridas con guardias civiles voluntarios, "La Calavera" fue reunida nuevamente, participando sucesivamente en las acciones de Bueñas, Monreal, Santa Eulalia, Fuenferrada, Bezas, Calamocha, Caudé, Campo de Aviación de Caudé, y Cella. 

El 23 de noviembre se había reincorporado a su mando el capitán Oliete, pero el 15 de diciembre tuvo que dejarlo definitivamente al resentirse de la herida sufrida en la cabeza y de la que no había terminado de restablecerse, teniendo que ser evacuado a Zaragoza.

Ese mismo día, el ejército republicano inició una potente y bien preparada ofensiva sobre Teruel a cuyos arrabales llegó el 21 de diciembre, tras entablar duros y constantes combates con las fuerzas nacionales. 

A partir de ese momento, y bajo un frío inhumano se luchó calle por calle, casa por casa y habitación por habitación. Los principales núcleos de más tenaz resistencia fueron la comandancia militar, el cuartel de la Guardia Civil, la delegación de Hacienda, el gobierno civil, la catedral, el seminario y el instituto.

La batalla por Teruel se convirtió, con la ayuda del frío invierno, en una de las más dramáticas de toda la Guerra Civil. A las 22 horas del 7 de enero de 1938, el coronel de Artillería, Domingo Rey d'Harcourt, gobernador militar de Teruel, tras 24 días de resistencia, se rindió con las escasas y maltrechas fuerza que le quedaban, al objeto de evitar que los numerosos civiles, mujeres, niños y ancianos en su mayoría, que tenía a su cargo, continuasen muriendo de frío, hambre y sed.

Mientras tanto "La Calavera" había permanecido alejada de Teruel, al haber sido retirada del frente, días antes del inicio de la ofensiva republicana y conferírsele nuevas y diferentes misiones. El 30 de diciembre el capitán Ferrer, que había vuelto a hacerse cargo de "La Calavera" fue relevado por el de igual empleo, Francisco Díez Ticio, también procedente de la Comandancia de Zaragoza.

Empezaron a realizar misiones de policía militar, tales como custodia de una estación de ferrocarril, depósitos de municiones y víveres, conducción de los millares de prisioneros republicanos que se fueron produciendo con el avance de las fuerzas nacionales, evacuación forzosa de la población de aquellas localidades que habían quedado aisladas en tierra de nadie para distribuirles por otras, puestos avanzados, protección y dirección de las columnas motorizadas por la zona de operaciones, etc.

Mención especial merece la intervención, como parlamentario, que tuvo que realizar el capitán de "La Calavera" en un hecho muy poco conocido de la Guerra Civil acontecido entre las filas nacionales. Resultó que fuerzas indígenas de Regulares, procedentes de Larache, se sublevaron contra sus mandos, cuando se encontraban desplegadas en la zona de San Blas frente a las posiciones republicanas. 

El caid que encabezaba a los sublevados solicitó que fuera precisamente un oficial de la Guardia Civil el que se acercara a ellos para parlamentar, no estando dispuestos a hacerlo con uno del ejército. El mando del sector designó para ello al jefe de "La Calavera", quien a su condición de miembro del benemérito Cuerpo se unía la del prestigio de la valerosa y temeraria compañía, algo que los moros siempre respetaban.

El 17 de febrero las fuerzas nacionales iniciaron su ofensiva contra las líneas republicanas al objeto de reconquistar Teruel. El 18 se procedió a su envolvimiento y el 19 se ocupó la línea de resistencia situada al norte de la ciudad. En el último momento, "La Calavera", como perfecta conocedora de sus accesos y callejero, fue reclamada para volver a primera línea de combate y tomar parte en la liberación de la población que le vio nacer.

Así en la madrugada del día 22 los guardias civiles de "La Calavera" fueron transportados en camiones hasta poco más de un kilómetro de las primeras edificaciones. Allí echaron pie a tierra y avanzando bajo un nutrido fuego lograron alcanzar sus calles, convirtiéndose de esta forma en los primeros en entrar en Teruel. 

Una pareja de ancianos que surgieron de entre unas ruinas, tras reconocer su singular distintivo, se abrazaron a aquellos guardias civiles. ¡Son los de "La Calavera"!, exclamaron. ¡Hay si vosotros hubierais estado aquí ...!, sollozaron.

El capitán Díez Ticio al frente de sus guardias civiles tras encontrarse con el bilaureado general de infantería José Enrique Varela Iglesias que mandaba otra columna que había entrado por la zona del Ovalo, inició inmediatamente el servicio de guarnición que el estado mayor de la 52º División le había encomendado.

Una vez designados los edificios para alojar la nueva comandancia militar de la plaza y a su compañía, procedió a distribuir a sus hombres en patrullas para recorrer toda la ciudad e informar de la situación. Pronto empezaron a recuperarse numerosos objetos de valor, religiosos y artísticos que habían sido saqueados, destacando unos tapices valorados cada uno en 600.000 pesetas de la época, procedentes de la catedral de Albarracín.

Continuado el avance de las fuerzas nacionales, "La Calavera" siguió prestando servicio de guarnición en Teruel, realizando controles en sus accesos y puestos avanzados, motivo por el cual fue perdiendo ese carácter de unidad de choque para la que había sido creada.

El 3 de mayo de 1938 se procedió finalmente a su disolución, reincorporándose sus componentes a sus respectivas Comandancias de origen o nuevos destinos. Tendrían que transcurrir casi 28 años para que sus supervivientes volvieran a reunirse con ocasión del homenaje que se les tributó en Teruel el 22 de febrero de 1966, siendo ya su primer capitán, Roger Oliete Navarro, General de División Subdirector General del Cuerpo.

Méritos.

La Orden del Tercio de la Guardia Civil de Zaragoza, del día 7 de agosto de 1937, reproducía la siguiente felicitación del Coronel Jefe de la Circunscripción de Molina de Aragón:

"Tengo la satisfacción de comunicar a V.S. que en las operaciones efectuadas por la columna de mi mando en la Sierra de Albarracín, ocupando cinco pueblos y conquistando con fuerzas inferiores en número, en brioso ataque a la bayoneta el cerro de Santa Ana, la altura más importante de dicha sierra, base de las operaciones efectuadas en ese día, cogiendo al enemigo prisioneros, 5 ametralladoras, más de 300 bombas de mano,57 fusiles, 30.000 cartuchos y cuantioso material de guerra, se ha distinguido notablemente por su valor, arrojo y acometividad, la Compañía Expedicionaria de la Guardia Civil, perteneciente a esa Comandancia; haciéndole resaltar y significándole que su Capitán Don Roger Oliete Navarro, ha sido citado como muy distinguido en los partes de dichas operaciones, y como distinguidos los Tenientes Don Joaquín Pérez Fuster y Don Magín Lázaro Aguirre y buen número de Clases y Guardias.- Al tener la satisfacción de comunicarle la actuación de dicha Compañía, uno mi felicitación a V. S. por tener entre su mando fuerza tan heroica, gloria de la Guardia Civil".

Agradecimientos.

Estas líneas y las fotografías que lo ilustran no hubieran sido posibles sin la colaboración de Isabel Sánchez de Alva Merencio, viuda del General de División Roger Oliete Navarro; del Teniente Coronel Francisco Javier Díez Ticio Ferrer, nieto del Capitán Francisco Javier Díez Ticio, último jefe de "La Calavera"; de los Comandantes retirados de la Guardia Civil Luis Pueyo Pérez, único superviviente actual de "La Calavera", y Francisco Grau Pérez, hijo del Sargento Vicente Grau Espí y sobrino del Teniente Joaquín Pérez Fuster, que también pertenecieron a "La Calavera"; así como del Servicio de Estudios Históricos de la Guardia Civil.

2 comentarios:

  1. Hola Jesus,
    Muy interesante este post, te quería hacer una pregunta al respecto pero no sé si está operativo este medio.
    Por favor confirmarme por donde me puedo comunicar contigo
    Muchas gracias

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  2. Hola Jesus,
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