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lunes, 24 de marzo de 2014

LOS "ERRORES" DE LA MEMORIA HISTORICA LA VERDADERA HISTORIA DE TRES FUSILADOS.



Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "DIARIO DE CADIZ" el 16 de marzo de 2003, pág. 17. 
El original está ilustrado con una fotografía en blanco y negro.



Conocer la verdad de lo acontecido, devolver la dignidad a quienes se la arrebataron y serenar el corazón de quienes durante tantos años no tuvieron el consuelo de los desaparecidos es lo que desde hace un tiempo a esta parte se viene denominando "recuperar la memoria histórica".

A pesar de que nuestra Guerra Civil ha motivado posteriormente miles de libros y decenas de millares de artículos, sigue constituyendo un género que no tiene intención de agotarse y ello se debe en gran medida a que todavía quedan muchas historias por contarse. 

Es por ello que esa tarea de "recuperar la memoria histórica", sin revanchas ni manipulaciones, debe ser animada y apoyada sin fisuras por todos los estamentos de una sociedad plenamente democrática como la nuestra.

Sin embargo la falta de rigor y seriedad en tan noble tarea puede irse al traste y terminar por perder la generosa credibilidad que como cheque en blanco los españoles, y en este caso concreto los gaditanos, siempre están dispuestos a conceder a quienes buscan sin acritud la verdad.

El pasado 3 de noviembre y desde estas mismas páginas, dos personas afirmaban que como fruto de sus arduas investigaciones habían recopilado una trágica lista de 3.217 fusilados por el franquismo en esta capital. La larga nómina, según se hacía constar textualmente "la inicia Vicente Callejo Sánchez, fusilado en el muelle pesquero el 18 de julio de 1936, y la cierran Ildefonso Lozano Sánchez e Ildefonso Sánchez Sánchez, ajusticiados en Matagorda el 27 de diciembre de 1941".

La terrible y elevada cifra de la brutal represión denunciada conmocionó en un primer momento los estudios realizados hasta el momento sobre dicho tema ya que multiplicaba varias veces la cantidad hasta entonces contrastada. También se despertaron esperanzas entre aquellos que llevan más de seis décadas queriendo saber que fue de los suyos y donde fueron enterrados, ya que los libros del cementerio de San José apenas registran medio millar de fusilados.

Mientras las diversas y activas gestiones practicadas para acceder al novedoso listado resultaban infructuosas, los autores de aquella espeluznante investigación anunciaron ya como presidente y vicepresidente, la constitución de la Asociación de la Recuperación de la Memoria Histórica de Andalucía, que por cierto no tardó en ser duramente cuestionada desde Madrid por Emilio Silva Barrera, presidente de la asociación nacional.

Pero las sorpresas no pararon aquí sino que la polémica ha quedado servida cuando se ha podido acreditar documentalmente la falsedad de que las tres únicas personas citadas con nombres y apellidos de aquella lista anunciada pero nunca vista, no sólo no fueron fusilados por la represión franquista, sino que se trataban de un ahogado varios días antes del inicio de la contienda y de dos soldados del bando nacional muertos durante un bombardeo republicano.

Vicente Callejo Sánchez no murió fusilado en el muelle pesquero el 18 de julio, donde por cierto aquel día por no moverse allí no se movieron ni los carabineros. 

Resulta que tal y como publicó DIARIO DE CADIZ en su edición del 16 de julio de 1936, este ciudadano tuvo la desgracia de morir ahogado en las aguas del recinto portuario, siendo rescatado su cadáver y trasladado "al Depósito de Santa Rosalía, lo que se efectuó en una camilla de la Asistencia Pública conducida por Ramón Troitiño, Baldomero Orozco, Manuel Lago y Jesús Rodríguez".

Gracias a la esquela, publicada también en DIARIO DE CADIZ, se pudo saber que el infortunado pertenecía "al comercio de esta plaza" y que dejó viuda, hijos, hermanas, hermanos políticos y primos, siendo su muerte muy sentida entre el gremio de restaurantes y café representado por Jesús Mantecón, Francisco Prida, José Antonio Callejo, Fernando Rubín, Lorenzo y Jesús Alonso, Emeterio Sañudo, Jesús Lamadrid y Dionisio Llaca. Sus restos recibieron cristiana sepultura el día 16 tal y como acredita el libro de registro del cementerio de San José.

Por otra parte, los dos últimos de aquella lista de represaliados, malamente podían cerrarla ya que tampoco murieron ajusticiados en Matagorda el 27 de diciembre de 1941. La verdad histórica fue que murieron cinco años antes, concretamente el 26 de diciembre de 1936, durante uno de los bombardeos que sufrió la ciudad de Cádiz por la aviación republicana. 

Se trataban de los soldados Ildefonso Lozano Sánchez e Ignacio Sánchez Sánchez, pertenecientes a la 4ª batería del Regimiento de Artillería de Costa nº 1 de Cádiz, destacados en Matagorda. Junto a ellos murieron también el cabo Fernando Ramos Lebrón, los soldados Juan Montero Díaz, Francisco Rey Vega, Andrés Romero Rodríguez y el guarda de la factoría José Gutiérrez Ortega. El libro del cementerio de San José testimonia que todos fueron enterrados allí al día siguiente.

En su recuerdo se inauguró el 28 de marzo de 1937 una lápida con la inscripción de sus nombres y la fecha del suceso, asistiendo a la ceremonia numerosas autoridades y comisiones civiles y militares. Precisamente sobre ello el historiador militar gaditano Miguel García Díaz tiene previsto publicar próximamente un extenso y documentado trabajo de investigación en una revista especializada.

Amén del sobresalto que debió llevarse algún familiar de estos tres miembros de esa larga e inédita lista de "represaliados" al leer que su pariente o antepasado no había muerto ahogado antes de la guerra o en un bombardeo republicano mientras servía a la causa del bando nacional, tal y como le habían contado desde pequeñito, sino que había sido fusilado durante la represión franquista, esperemos por respeto a la verdadera memoria histórica que a medida que se conozcan nuevos nombres no vuelvan a sucederse semejantes ridículos.

Desgraciadamente este tema es muy serio y existen todavía muchos represaliados de verdad, que fueron fusilados de noche junto a una tapia o al borde de un camino y que todavía sus familias no saben donde están sus restos. 

Por ello esos listados con los lugares donde fueron enterrados deben ser entregados cuanto antes a las correspondientes instituciones públicas para que con rigor y seriedad, sean contrastadas y se recupere la verdadera memoria histórica.

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